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Cubierta de 'Máximas'

Detalle de cubierta de 'Máximas'Akal

La Rochefoucauld o la divertida lucidez del cinismo

Un retrato de las debilidades humanas en este clásico de la literatura francesa del siglo XVII, tan breve y certero como actual

«En las grandes desgracias de nuestros grandes amigos, siempre encontramos algo que no nos desagrada». En mi adolescencia escuché citar al padre de un amigo esta máxima atribuida a François de La Rochefoucauld; en opinión de mi mentor, duque y cabronzuelo como él solo.

Cubierta de 'Máximas'

Traducido por Esther Benítez. AKAL (2012). 192 Páginas

Máximas

François de la Rochefoucauld

Busqué y rebusqué la cita de este cínico gran conocedor del carácter despiadado de los seres humanos. Quizás sea apócrifa porque no la encontré en el libro de aforismos, o tal vez sea una deformación de mi memoria.

No importa. El duque François de La Rochefoucauld (1613-1680) ya me había cautivado con este breve texto que contiene algo más de seiscientas citas numeradas, cada cual más sagaz y brillante. Sirva aquí un ejemplo:

«89. Todo el mundo se lamenta de su memoria, y nadie se lamenta de su criterio».

Según el Diccionario de la RAE, máxima o aforismo es una sentencia o doctrina buena para dirigir las acciones morales. Un género difícil en extremo de cultivar, pues exige haber llevado una vida intensa hasta conocer la amargura que esconde la gloria, el dulzor de la derrota tras sobreponerse a ella; la creación de esta categoría literaria demanda aprender a mirar y sentir antes de pensar. Después, obliga a caminar un largo trecho hasta llegar a entender.

Pero todo esto no es suficiente, ya que el aforismo requiere del material más escaso que existe y se llama talento. He aquí donde el duque de La Rochefoucauld es maestro virtuoso en condensar en pocas líneas pensamientos profundos, y además transformarlos en un auténtico juego de ingenio. Algo envidiable.

«476. Nuestra envidia siempre dura más que la felicidad de aquellos a quienes envidiamos».

Touché. No le digo a usted que sea su caso, ni le reconozco que sea el mío. Pero le aseguro que la lectura reposada de cada máxima le pondrá a cualquiera una sonrisa de Gioconda, al reflejarse en estos espejos del alma.

La Rochefoucauld no solo retrata el corazón del hombre; también plasma en sus reflexiones las motivaciones que subyacen a los comportamientos humanos colectivos, y no solo del periodo barroco. Nuestro duque se torna rabiosamente moderno en esta edad de oro del perroflautaje intelectual y del relativismo.

«375. Las mentes estrechas suelen condenar todo lo que está más allá de su alcance».

A nuestro alcance sí está su biografía, por la que sabemos que el duque fue militar y cortesano; participó en conspiraciones contra el poderoso cardenal Richelieu, lo que le acarreó destierro y prisión; y aquí ya se termina de ganar toda la simpatía de quienes en la infancia leyeran Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas.

En su vejez, La Rochefoucauld fue escritor de éxito con solo dos publicaciones: sus Memorias, que levantaron ampollas entre amigos y enemigos, y estas Máximas llenas de humor y lucidez, y que a la vez son una obra maestra de la literatura universal, hasta el punto de convertirse en uno de los libros de cabecera de pensadores como Voltaire y Montesquieu, Lichtenberg y Schopenhauer o Nietzsche. El ser humano sigue siendo el mismo.

«571. Cuando no se encuentra la paz en uno mismo es inútil buscarla fuera».

Un libro complementario con otros textos para multiplicar la sabiduría de manera exponencial. Haga la prueba.

Junte usted los aforismos referidos a la envidia, la pereza, el crimen o el resentimiento con «Los once principios de la propaganda nazi», de Joseph Goebbels.

Será un cóctel explosivo; bueno, o no. Quizás podría ser la mejor combinación para aprehender la metodología de quienes nos gobiernan y la psicología de quienes les defienden y obedecen. Así bien nos advierte nuestro duque.

«300. Hay locuras que se contagian igual que las enfermedades infecciosas».

Pero si usted es de quienes tienen el coraje de defender Occidente y su alta cultura, lea en paralelo Oráculo manual y arte de prudencia, de Baltasar Gracián, que además es lo bonito y lo español.

En definitiva, Máximas, por François de La Rochefoucauld, es un libro breve, de rápida primera lectura, que requiere del noble ejercicio de la reflexión para asimilar la sabiduría que contiene.

Un texto que invita a la relectura, al subrayado; a doblar el pico de la esquina superior de la hoja, a ser abierto al azar y descubrir una sagaz sorpresa, y a tenerlo situado siempre a mano en una estantería visible.

Y lo mejor de todo: este duque cabronzuelo nos ofrece una excelente herramienta para aprender a reírse de uno mismo. Algo con poder terapéutico. Merci, François.

Y ahora, como dijo el clásico: «bonam lectionem omnibus», o, a disfrutar de la lectura.

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