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Marc Vidal es analista económico y divulgador tecnológico

Entrevista

Marc Vidal: «Estamos en una situación realmente grave»

Este divulgador económico, uno de los más relevantes de la actualidad, piensa que España está infravalorada y que la política debe dejar cuanto antes de poner palos en las ruedas

Marc Vidal (Barcelona, 1970) es una de las figuras más influyentes de la economía digital en España. Con 17 años se mudó a París. Tras intentar introducir novedades en un grupo de músicos orientales, aprendió de sus desaciertos y conoció qué les funcionaba y qué no. A partir de ahí comenzó una transformación interna que se tradujo en la fundación de su primera empresa de éxito. Ha vivido en un buen número de ciudades entre las que destacan Dublín, Barcelona, Londres, Los Ángeles, Milán, Roma, París y Ciudad de Panamá. En la actualidad, además de ser profesor en escuelas de negocio e inversor tecnológico, practica su verdadera vocación profesional: ayudar a empresas e instituciones a realizar cambios tecnológicos. Como consultor internacional lidera su propia consultora Allrework, con clientes como Oracle, Microsoft, IBM, o BBVA. Como divulgador ha participado en varios programas de televisión y radio y ha publicado varios libros.
–Está quedando un panorama difícil para el próximo Gobierno.
–Se repite la historia de Zapatero. Dejó un país al borde la intervención y técnicamente se nos intervino. Ahora estamos en una situación realmente grave. Una cosa es el discurso oficial que se aguanta en el último fotograma: una inflación más baja que la de Europa, unas cifras de desempleo a las que no llegábamos desde hacía tiempo, un crecimiento que supera la media de cualquier país europeo… Si ampliamos el diafragma, descubrimos que nuestro crecimiento es más alto, pero aún está muy por debajo del que han alcanzado el resto de países. Seguimos recuperándonos. Cuando se habla de un escenario laboral impecable porque hay casi 20 millones de personas trabajando, nos olvidamos de que hemos sacado un millón largo de personas del mercado B. Está muy bien que salgan a la superficie, pero esa gente ha salido de ahí porque si no se hacían legales no recibían ayudas, y esas ayudas se están pagando, con lo cual vamos a ver qué pasa en los próximos meses. Además la ocupación en nuestro país tiene mucho que ver con modelos puntuales: hemos tenido un rebote en el sector turístico; ahora vemos que el inmobiliario, que ocupa a casi dos millones de personas, se está parando; tenemos muchísima gente que estaba parada y ahora se les considera ocupados, fijos discontinuos, que es un insulto a la inteligencia.

Cuando se habla de un escenario laboral impecable porque hay casi 20 millones de personas trabajando, nos olvidamos de que hemos sacado un millón largo de personas del mercado B

–Y luego está la inflación.
–Así es. Cualquiera que la haya analizado sabe que es acumulativa. Si incrementas más los precios que Europa durante doce meses, habrá un momento en el que Europa sube y tú bajas por el efecto escalón. Además a nosotros nos afecta menos la cuestión energética y hemos podido bajar antes, pero sobre todo lo hemos hecho porque se han intervenido los precios. ¿Y eso quién lo paga? Vamos a pagarlo todos con los impuestos en diferido, que es la propia deuda. En los próximos años no vamos a crecer al 5 %, pero la deuda sigue incrementándose de manera brutal. No va a reducirse, y las reglas fiscales (topes de déficit y deuda marcados por la UE) volverán tarde o temprano. Entonces tendremos un problema de ajuste que siempre se resuelve de dos maneras: o se bajan los servicios o se suben los impuestos, y en este caso es posible que se bajen los servicios y se suban los impuestos. Cuando pase, le pillará al que esté, ya sea el de ahora u otro, pero si es otro se encontrará con que aún habiendo prometido bajar impuestos o que tiene capacidad para gestionar esta situación, no será dueño de las decisiones: le vendrán de algún modo impuestas por Europa, que nos ha dejado 140.000 millones en fondos europeos que hemos tirado por la ventana. Lo más preocupante es la crisis de deuda que vamos a tener. Hemos generado gastos estructurales que se traducen en déficit y van a ser muy difíciles de rebajar. Cuando se intente, va a haber movimiento en las calles, sobre todo si el Gobierno es distinto del actual. Si hay cambio tendremos un inicio de legislatura complicado.

Lo más preocupante es la crisis de deuda que vamos a tener

–¿Ve algo de esperanza en el horizonte?
–La solución pasa por hacer un diagnóstico correcto de la situación. Un lado se deja llevar por un discurso excesivamente positivo y el otro por ser excesivamente negativo. En un lado se estira mucho una realidad que no es correcta, y a lo mejor en el contraste, para intentar rebajar ese optimismo que no puede ser tal, porque no se basa en datos reales, parece que estamos dando un discurso algo más catastrofista, y no es así. Ni mucho menos pienso que España vaya a la quiebra, pero alguien debería empezar a hacer un análisis correcto de unos datos que son fácilmente analizables, que hablan de un crecimiento menor del que se nos está explicando, y de una situación económica más compleja que la que se nos habla. A los diputados se les paga para que se pongan de acuerdo, no para que insulten a quienes generan empleo y riqueza, que es absurdo. Hay agentes sociales de todo tipo, y no debería ser un problema analizar qué queremos ser de mayores: si queremos ser un país que depende de forma tan extrema del sector servicios, algo que provoca crisis más largas y profundas, o tener más peso del sector industrial, que produce crisis más cortas y menos profundas. ¿No será mejor lo segundo? ¿No será mejor hablar de la FP en España, que por ejemplo en el País Vasco es la más sofisticada de Europa, que vienen los alemanes a inspirarse, que el 97 % de quienes la estudian encuentran trabajo a menos de quince kilómetros de donde estudian? Tenemos cosas muy buenas, pero hay que ponerse en marcha, y los políticos han de ponerse de acuerdo, porque les pagamos para eso, no para que pongan piedras en el camino, y sin ellos no puede hacerse.

No pienso que España vaya a ir a la quiebra, pero alguien debería empezar a hacer un análisis correcto de los datos económicos

–Antes de venir a Madrid vivió usted en Irlanda, un país que se ha convertido en un modelo de éxito en los últimos años.
–Viví allí siete años y pillé la segunda ola de crecimiento tecnológico que ha tenido el país. A finales de los 90 empezaron a plantearse un cambio de modelo productivo. Bajaron los impuestos y al principio lo pasaron bastante mal. Inicialmente descendieron los ingresos, pero el país aceptó pasar un mal trago y convertir después esa estrategia en un activo, y así ocurrió. Las farmacéuticas empezaron a incrementar su presencia, Apple empleó a 4.000 personas en Cork, Google puso allí sus oficinas europeas, Amazon tiene allí la central… Las empresas no industriales empezaron a solicitar servicios tecnológicos porque los tenían muy cerca, y a medida que iban creciendo esas empresas, llegaba un talento que entonces no existía y se importaba de todas partes. Se facilitó el acceso de trabajadores de todo el mundo. Allí el IRPF no es bajo, pero aunque no todo es deducible, hay un margen algo más amplio que por ejemplo en nuestro país.
–Y el éxito continuó.
–Se fueron creando empresas alrededor de las grandes que les daban servicio. Muchas empresas daban oportunidades laborales muy buenas, y por otra parte había gente que decidía emprender con su propio negocio. El Gobierno vio que era bueno: por un lado las empresas grandes tributaban mucho y generaban unos ingresos públicos altos y por otro cambiaba el modelo productivo del país. En 2014 dos de cada tres empresas que se creaban tenían que ver con el sector tecnológico. Se creaban 140 startups al día. La mayoría cerraba al cabo de unos meses, pero la idea de poner en marcha negocios tecnológicos se iba extendiendo. Ahora allí hay dos mundos: el agrícola y ganadero, y el de la tecnología, que está presente en todos los ámbitos y que ha emergido con un liderazgo político que nunca se ha puesto en duda, sea quien sea el partido que manda.
–Como en España, más o menos…
–Allí nadie ponía en duda que los impuestos a las empresas estuvieran bajos, fueran de la ideología que fueran. No soy muy amigo del concepto Estado. No es un acelerador ni ayuda a nada. Me distorsiona en muchas de las cosas que planteo, pero a veces no nos damos cuenta de que si hay un liderazgo político que se traduce en unas líneas correctas, ocurre lo que ha pasado en Irlanda, Estonia, Chequia, Singapur o lo que sucedió en Corea del Sur. Son países que aprovecharon momentos duros para tomar decisiones complejas que se tradujeron finalmente en un crecimiento. Si no lo haces un día te despiertas y eres más pobre que Polonia o México, y resulta que eso dependía mucho de la actitud política y luego de la actitud empresarial.

En Irlanda nadie ponía en duda el interés de que los impuestos fueran bajos, fuera de la ideología que fuera

–¿Podría suceder en España lo que ha ocurrido en Irlanda?
–Creo que España está infravalorada. A veces no sabemos lo que somos, y probablemente tiene mucho que ver con quiénes elegimos que nos representen. El ejemplo más claro es el de los fondos europeos. Van a enviarnos 140.000 millones y vamos a malgastarlos. No culpo tanto al Gobierno actual como a la clase política que ha sido incapaz de utilizar los fondos europeos en los últimos catorce años: solo hemos ejecutado el 38 % de los fondos. El resto se ha devuelto. A veces tengo la sensación de que Europa nos envía mucho dinero pensando que se lo vamos a devolver porque somos incapaces de ponerlo en marcha.

A veces tengo la sensación de que Europa nos envía mucho dinero pensando que se lo vamos a devolver porque somos incapaces de ponerlo en marcha

–¿De quién es la culpa?
–El sector empresarial está pidiendo colaborar, como vemos en Vigo, con la industria automovilística, y está diciendo que no les llega un céntimo. Tenemos una administración pública gigantesca, con muchísima gente que no ha trabajado en el sector privado y no lo entiende. No entienden la productividad. En el sector público no existe. Tenemos un problema de gestión con la administración pública española que no ocurre, por ejemplo, en Alemania. Allí tienen un tercio de nuestros funcionarios, el doble de población y no sufren estos inconvenientes. Tampoco pasa en Irlanda ni en Chequia. Nuestra administración es extremadamente burocrática y la colaboración público-privada debería ser mayor. Además, España tiene buenas condiciones: tenemos un sector industrial potentísimo. Nuestra economía está aguantando por las exportaciones. Estamos exportando más que nunca, y eso es porque somos más competitivos que nunca. Eso hay que valorarlo y cuidar a ese tipo de empresas.
–El deterioro de la clase media es otro de los temas de los que usted suele hablar.
–La clase media se está estrechando a nivel global. Cada vez hay menos. A medida que va pasando el tiempo vamos convirtiéndonos en una microburguesía low cost: nos hemos acostumbrado a ser propietarios de muy pocas cosas, y usuarios de casi todo. Ahora puedes ir a París un fin de semana y volver y sigues siendo pobre de solemnidad, pero puedes hacer cosas que antes era imposible. La subida del euríbor ha machacado a muchas familias. Acceder al patrimonio es cada vez más difícil, y eso machaca a la clase media.