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04 de mayo de 2024

La educación en la encrucijadaSandra Moneo Díez

Motivos para la esperanza

Es importante el paso que han dado las CC.AA. gobernadas por el Partido Popular para poner en marcha una EBAU común que garantice la misma igualdad de oportunidades de todos los alumnos en el acceso a la universidad

Actualizada 04:30

No puedo comenzar a escribir estas líneas sin sentir una profunda emoción, emoción acompañada de tristeza, esa tristeza con la que aprendemos a vivir aquellos que perdemos algún ser querido, la tristeza que nunca se va, que inevitablemente permanece. Me siento además intrusa, no soy yo quien debiera escribir este artículo sino la persona que impulsó estas columnas, aquella que a muchos de nosotros, a mí particularmente me enseñó todo lo que sé sobre educación, aquella que me hizo vislumbrar en cada una de mis decisiones el valor de la libertad y la búsqueda del bien común, fundamento del humanismo cristiano porque en esta sociedad y en una actividad política que los ciudadanos consideran cada vez más deshumanizada hay quien supo desarrollar todo su trabajo sabiendo mirar más allá, proyectando en cada una de sus decisiones los efectos positivos que pudieran tener en todos y cada uno de los ciudadanos sin renunciar a sus principios.
Estas últimas semanas he releído cada uno de sus artículos y he recordado cada una de nuestras conversaciones. En realidad, todavía hoy ante cualquier acontecimiento importante o sobresalto político busco mi móvil esperando que aparezca esa voz, la misma que a lo largo de los años me ha prestado no sólo su sabiduría –infinita– sino los mejores consejos.
La historia del sistema educativo español no podría entenderse sin Eugenio Nasarre. No sé si a él le gustaría esta afirmación pero yo no podría seguir escribiendo sin rendir un mínimo homenaje a quien hasta el último momento tuvo en mente a su país, «estamos en una fase de declive como proyecto nacional histórico» fueron palabras que pronunció apenas dos días antes de dejarnos.
Hace un par de semanas, en este mismo medio, Francisco López Rupérez describía magistralmente lo que él denominaba el «Legado educativo de Eugenio Nasarre». No puedo sino suscribir sus palabras. Durante años he sido testigo privilegiado de su intenso trabajo y la profundidad de sus planteamientos perfectamente contrastados y cómo al profesor López Rupérez le gusta aseverar, «siempre fundamentados en evidencias empíricas».
Desde que en 2008 ambos diseñaran un nuevo modelo de acceso a la profesión docente, lo que más tarde se conoció como MIR educativo, hasta el día de hoy, todas y cada una de las propuestas destinadas a la mejora de la calidad del sistema educativo han estado fundamentadas en experiencias perfectamente contrastadas y modelos de éxito. España no obstante, salvo en contadas ocasiones, ha permanecido ajena a las transformaciones que acometían en sus sistemas educativos aquellos países más aventajados.
Hoy nuestro sistema educativo vive momentos de profunda zozobra. Desgraciadamente no debiera extrañarnos. Nuestro alejamiento de los objetivos marcados por la UE no es nuevo. El último informe PISA, ampliamente analizado en diferentes medios, arroja datos verdaderamente preocupantes, España ha conseguido aumentar de forma significativa el porcentaje de estudiantes que se consideran de bajo rendimiento y ha reducido de forma igualmente significativa el porcentaje de alumnos considerados de alto rendimiento en materias tan importantes como Matemáticas, Lectura y Ciencias. Es cierto que el desplome de datos ha afectado a gran parte de los países europeos – sería injusto no considerar los efectos de la covid– pero sería igualmente engañoso atribuir todos los males del sistema educativo español a la pandemia. La OCDE apunta a otros factores, entre ellos el abuso que se ha hecho de pantallas y teléfonos móviles en los centros educativos. Otros expertos hablan de una pérdida de la excelencia y una relajación de la exigencia en el sistema educativo.
En el caso de España, a estos nefastos datos hay que añadir la quiebra del principio de igualdad de oportunidades y la ausencia de cohesión en el sistema. Comunidades autónomas como Castilla y León se encuentran al nivel de aquellos países de referencia en el ámbito educativo. Otras como el País Vasco han perdido 25 puntos en Lectura, lo que a efectos de sus alumnos se traduce en casi un curso académico.
Resulta evidente, a tenor de estos datos, que España debe asumir importantes retos acompañados de profundas reformas. Dar la espalda a la realidad que envuelve el sistema educativo convirtiendo el conformismo en aliado de la acción política tal y como practica el actual gobierno socialista es la peor de las recetas. Francia, país que también ha experimentado un descenso en los resultados ha anunciado un «plan de choque» para mejorar la educación francesa. En España, la ministra de educación se ha limitado a decir que «España se sitúa en niveles similares a las medias internacionales». Sobran las palabras.
No obstante, hay motivos para la esperanza. Algo está cambiando en la percepción que tienen los actores principales del sistema. Profesores que comienzan a cuestionar el aprendizaje por competencias tan laureado por las leyes educativas socialistas y reivindican los conocimientos como base fundamental para que el alumno desarrolle sus capacidades de forma satisfactoria. Prestigiosas instituciones que cuestionan la presencia permanente de las tabletas y otros dispositivos móviles considerados como instrumentos imprescindibles en lo que algunos definieron como «modernización» del sistema educativo y reivindican la imprescindible adquisición de competencias digitales junto al refuerzo de la lectura y la presencia del libro en las aulas. Familias y alumnos que no se resignan a esa España de diferentes velocidades que frustra las vocaciones en el acceso a la universidad de decenas de jóvenes ante una EBAU inútil e injusta…
En este sentido, el importante paso que han dado las CC.AA. gobernadas por el Partido Popular para poner en marcha una EBAU común que garantice la misma igualdad de oportunidades de todos los alumnos en el acceso a la universidad, sienta las bases de ese sistema vertebrado y vertebrador que tantas veces defendió Eugenio Nasarre.
Hay motivos para la esperanza, Eugenio… No desfalleceremos.
  • Sandra Moneo Díez es presidenta de la Comisión de ciencia, innovación y universidades del Congreso de los Diputados

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