La perversión de la ciencia abierta de la ministra Morant
En un reciente viraje hacia la transparencia y la equidad en el ámbito científico, la adopción de métodos de evaluación de la Ciencia Abierta se erige como un paradigma prometedor, desafiando las normas tradicionales arraigadas en el sistema académico
Cada vez estoy más convencido que Francisco Ibáñez, el genial autor detrás de la célebre serie Mortadelo y Filemón, tenía cierto carácter profético con sus personajes. Así Rompetechos se distinguía principalmente por su miopía severa, característica que define gran parte de su humor y situaciones en las que se ve involucrado. Este personaje es fácilmente reconocible por su aspecto: lleva gafas con unos cristales extremadamente gruesos, tan opacos que sus ojos nunca son visibles a través de ellos. Además, es calvo, con unos pocos pelos en los lados de la cabeza, y suele vestir de manera sencilla.
A pesar de su discapacidad visual, Rompetechos es obstinadamente independiente y se rehúsa a admitir su problema de visión, lo que invariablemente lo lleva a interpretar erróneamente situaciones y objetos, causando caos y confusión a su paso. Su miopía no solo afecta su capacidad para reconocer personas y objetos correctamente, sino que también lo convierte en un conductor temerario cuando se pone al volante de su coche, protagonizando persecuciones y accidentes.
La comedia en las historias de Rompetechos surge de las disparatadas interpretaciones que hace de su entorno debido a su miopía. A menudo confunde personas con objetos o malinterpreta situaciones con resultados cómicos. Al contrario que nuestro querido personaje, la ministra de Ciencia y Universidades luce una bien cuidada media melena y siempre viste de punta en blanco. Al igual que nuestro personaje su visión sobre la ciencia y la universidad es miope: Al contrario que Rompetechos, su miopía no causa situaciones de humor sino, más bien, situaciones de terror. Esto es lo que ha ocurrido en la aplicación que están haciendo las agencias españolas de valoración de la investigación y de la calidad universitaria con la aplicación de los principios de la agencia abierta.
En un reciente viraje hacia la transparencia y la equidad en el ámbito científico, la adopción de métodos de evaluación de la Ciencia Abierta (Open Science, OS) se erige como un paradigma prometedor, desafiando las normas tradicionales arraigadas en el sistema académico. Inspirados por la Declaración de San Francisco de 2012 (DORA) y el Manifiesto de Leiden, estos métodos aspiran a democratizar el acceso a la investigación científica y remodelar los criterios de evaluación para abarcar una diversidad de factores más allá de las publicaciones en revistas de alto impacto. El Marco de Evaluación de la Ciencia Abierta (OSAF) propone una reflexión profunda sobre cómo juzgar la investigación en este nuevo ecosistema, considerando elementos como el contexto disciplinar y el nivel de evaluación, desde investigadores individuales hasta colectivos.
La reciente iniciativa europea, la Coalición para Avanzar en la Evaluación de la Investigación (COARA), busca infundir justicia y transparencia en la evaluación científica, promoviendo la revisión por pares y restringiendo la dependencia de los índices de impacto. No obstante, esta noble travesía hacia la reforma no está exenta de obstáculos. La implementación de estos sistemas ha generado un debate acalorado, especialmente en países como los Países Bajos, donde la adopción de criterios narrativos ha sido recibida con escepticismo, por sus sesgos y su poca objetividad. Los críticos apuntan hacia las limitaciones de la Ciencia Abierta, señalando el elevado coste y la menor objetividad como posibles desventajas frente a los métodos más tradicionales y cuantitativos. Proponen, en cambio, el uso de indicadores que promuevan una evaluación objetiva, minimizando los sesgos inherentes a los índices de impacto.
A pesar de estos retos, la transición hacia un sistema de evaluación más inclusivo y multidimensional es ineludible. En España, la Estrategia Nacional de Ciencia Abierta 2023-2027 es un testimonio del compromiso con la reforma, buscando alinear los métodos de evaluación con los principios de la ciencia abierta. Sin embargo, este camino hacia la renovación exige una reflexión crítica sobre cómo podemos sostener y promover la excelencia investigadora bajo este nuevo paradigma.
La evaluación de la Ciencia Abierta plantea un desafío formidable para el sistema académico global, exigiendo un replanteamiento de cómo medimos el éxito y la contribución científica. La transición promete ser tan revolucionaria como compleja, instando a un diálogo continuo entre todas las partes interesadas para garantizar que la ciencia no solo sea más abierta, sino también más justa y equitativa.
La promesa de la Ciencia Abierta es vasta, pero su éxito dependerá de nuestra capacidad para navegar estos cambios con discernimiento y compromiso. Las medidas de la señora Morant van claramente en el sentido contrario a esas premisas. Si no afectasen directamente a miles de investigadores, nos podría parecer hasta divertido que un artículo en cualquier folletín con mucha difusión en las redes sociales pudiese tener un impacto similar en la carrera de un científico que un artículo en La revista Nature que solo interesa a los especialistas. Sin embargo, el futuro de la ciencia está en sus manos y es terror lo que recorre los laboratorios de las universidades y centros de investigación españoles.
- Jorge Sainz es catedrático de Economía Aplicada en Universidad Rey Juan Carlos