¿Aprobarías este examen de lengua de sexto de Primaria?
Al igual que pasa con la EBAU, las comunidades autónomas realizan diferentes exámenes
'El poste que no olió el ciego'
El ciego rezaba debajo de unos soportales y así no nos mojábamos; pero como se hacía de noche, y no dejaba de llover, me dijo mi amo:
–Lázaro, vámonos a la posada, porque no parece que vaya a dejar de llover. De noche lo hará más.
Para ir a la posada, teníamos que pasar un arroyo que llevaba mucha agua. Yo le dije a mi amo:
–Tío, el arroyo va muy ancho. Pero se estrecha en un lugar. Si saltamos por él, no nos mojaremos.
Al ciego le pareció un buen consejo y me dijo:
–Eres listo, y por eso te quiero bien. Llévame a ese sitio, donde se estrecha el arroyo, que en invierno sabe mal el agua, y más aún llevar los pies mojados.
Yo, que vi que todo me salía como había calculado, lo saqué de debajo de los soportales y lo llevé frente a un pilar o poste de piedra que había en la plaza. Entonces le dije que aquel era el mejor lugar para saltar. Él, como se estaba mojando mucho bajo la lluvia, no sospechó nada, y me dijo:
–Ponme bien derecho y salta tú primero el arroyo.
Yo le puse bien recto enfrente del pilar y di un salto. Me escondí detrás del pilar y le dije desde allí:
–Salta todo lo que puedas para pasar a este otro lado del agua.
El ciego cogió impulso para dar un salto mayor y se lanzó de cabeza contra el poste. Rebotó y cayó para atrás sin sentido.
–¿Cómo? ¿Oliste la longaniza y no el poste? –le dije yo–. Pues oled, oled.
En el acto, empecé a correr para salir del pueblo mientras llegaba la gente a socorrerlo. Y antes de que se hiciera de noche, estaba ya en otra aldea, en Torrijos.
Desde entonces, no supe nada de él ni quise saberlo.