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Juan Carlos Corvera

Cinco claves para elegir un buen colegio

En pocos meses los padres de aproximadamente 320.000 niños de tres años tendrán que elegir un colegio para sus hijos, eso sin contar los miles adicionales que por diversas circunstancias tienen que cambiarlos de centro

Actualizada 04:30

La elección del colegio para nuestros hijos es una de las decisiones más trascendentales a la que nos enfrentamos las familias. En pocos meses los padres de aproximadamente 320.000 niños de tres años tendrán que elegir un colegio para sus hijos, eso sin contar los miles adicionales que por diversas circunstancias tienen que cambiarlos de centro.

A continuación, les presento cinco criterios a considerar a la hora de elegir un buen colegio:

1. Evitar el pedagogismo

El pedagogismo es una tendencia educativa, casi convertida en ideología, que invade las aulas, por vía legislativa desde hace tiempo. Consiste básicamente en sobrevalorar las metodologías y técnicas educativas –propias de los pedagogos– en detrimento del contenido y la esencia del aprendizaje, propios de los maestros y profesores.

El pedagogismo pretende convertir el aula en una «arcadia feliz» con un ambiente «happysocial» y «ecosostenible» donde casi lo único que importa es el estado emocional del alumno. Los conocimientos son del todo subordinados a lo anterior. Es decir, ignorantes pero contentos.

Apuesten sin dudarlo por colegios que fomenten la cultura del esfuerzo, el cultivo de la memoria, la frustración de los suspensos, las calificaciones aritméticas, donde los buenos docentes regateen las leyes para que los alumnos que lo merezcan suspendan y/o repitan curso, en lugar de infantilizar el aprendizaje.

No duden en calificar como bueno, si lo encuentran, un colegio donde se trate a los profesores de usted en lugar de «colega», «profe», «seño» o directamente por su mote. Docentes que se ganen el respeto de sus alumnos por el amor a su materia y los amplios conocimientos que tiene de ella, por su exigencia amorosa con ellos. Eviten, por tanto, un colegio pedagogista.

2. Rechazar el relativismo

El relativismo cultural promueve la idea de que no existen verdades absolutas porque «todo es relativo», determinando así una educación sin ningún fundamento sólido, ni siquiera los científicos, todo depende. Pues no. La escuela debe fomentar que los alumnos adquieran su propio criterio sobre lo que observan, no que nieguen la realidad que tienen delante para inventar sus propias falsedades.

Un alumno podrá decir que, desde su punto de vista, está viendo un cuadrado blanco con un punto negro en el centro, mientras que otro dirá que se trata de un cuadrado blanco con seis puntos negros, pero ninguno de los dos podrá negar que lo que ambos están mirando es un dado, lo cual ya no dependerá de ninguna perspectiva. No existe «mi realidad», existe «la realidad», que puedo mirar y analizar desde diferentes ópticas. La realidad no se construye, se descubre.

Es fundamental elegir instituciones que defiendan las verdades absolutas, los valores claros y universales, proporcionando a nuestros hijos una brújula moral que les permita discernir entre lo correcto y lo incorrecto. Rechacen un colegio relativista.

3. Desconfiar del tecnologismo

La incorporación indiscriminada de la tecnología en las aulas ha sido perjudicial en muchos casos. El uso excesivo de pantallas como medios individuales de estudio, especialmente en edades tempranas, afecta el desarrollo cognitivo y social de los niños, la comprensión lectora, la concentración y la autodisciplina, habilidades fundamentales que no son innatas y que deben ser cultivadas, generando una falsa creencia de que el esfuerzo no es necesario porque todo se puede encontrar en internet.

Sin embargo, sin una base sólida, los estudiantes carecen de la capacidad para buscar, evaluar y contextualizar la información disponible en la red, lo que deriva en una comprensión fragmentada y superficial del conocimiento.

Por lo tanto, al elegir un colegio para sus hijos, es esencial considerar cómo integra el colegio la tecnología dentro de su modelo educativo. En ocasiones los centros proponen desmesuradamente el uso de las nuevas tecnologías como signo de modernidad y vanguardia. Sin embargo, es mucho más recomendable optar por colegios que utilicen la tecnología de manera equilibrada y crítica, asegurando que su uso complemente y enriquezca el aprendizaje tradicional, en lugar de reemplazar libros y cuadernos y ser además una fuente inagotable de distracción en el aula. Desconfíen de un colegio tecnologista.

4. Abominar del 'wokismo'

El 'wokismo' o lo woke, es un término que engloba diversas corrientes e ideologías que promueven una visión particular en relación con la identidad de género, el ecologismo, la equiparación de los animales a las personas, las falsedades históricas del indigenismo, la idea de la existencia de un racismo sistémico o la masculinidad tóxica, entre otras.

El wokismo ha generado neologismos y desarrollado una legislación asfixiante que persigue a quien no piense igual sobre esos temas, induciendo o a la autocensura para «no meterse en líos» o a la cancelación.

Ninguna ideología debe colonizar las aulas de ningún centro, pero mucho menos aquellas que tienden a promover una agenda política más que la transmisión de conocimientos contrastados y la búsqueda de la verdad desde diferentes perspectivas, en lugar de tratar de imponer dogmas. Abominen de un colegio wokista.

5. Huir del igualitarismo

Cuando hablamos de igualitarismo no hablamos de igualdad de oportunidades en el acceso libre y gratuito a la enseñanza, aspecto este conseguido y afianzado desde hace muchos años en España. El igualitarismo parte de la premisa de que las diferencias son siempre negativas, por eso busca equiparar a todos los estudiantes, sin reconocer sus diferencias, sus distintos talentos, intereses, ritmos de aprendizaje y esfuerzos de unos y otros.

El mantra del igualitarismo es «que ninguno se quede atrás», lo que automáticamente conlleva a que ninguno vaya delante. Esa concepción, que premia por igual a quien se esfuerza y a quien no, provoca una dinámica perversa donde se instala una mediocridad más parecida al control de calidad del producto final de una cadena de montaje en serie, que a una educación personalizada.

Exigir la igualdad para que todos se sitúen en la línea de salida con las mismas oportunidades, sí, por supuesto. Pretender la igualdad en la línea de meta sin tener en cuenta las aptitudes de los corredores, y lo que es peor, sin valorar las horas de entrenamiento, el esfuerzo y la dedicación, no, de ninguna manera.

Busquen colegios donde se incentive el esfuerzo, el mérito, la diferencia, donde cada alumno sea reconocido como único, incentivado a buscar ejemplos arriba y no excusas abajo, para llegar a desarrollar su máximo potencial. Huyan de un colegio igualitarista.

Hace unos años, a la salida de un acto en un colegio, una abuelita septuagenaria que llevaba todos los días a su nieto a ese centro me dijo: «me gusta este colegio, es como los de antes, pero con inglés». No se me ocurre un resumen mejor: busquen colegios como los de antes.

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