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Negocios centenarios de Madrid

La zapatería que ha sobrevivido al Desastre del 98, la Guerra Civil y la COVID-19

Calzados Lobo es un claro ejemplo de evolución empresarial, una de las claves para resistir durante 125 años. Poco a poco han ido ampliando el negocio, llegando a abrir una tienda online con un éxito internacional

Antes de que Cuba, Puerto Rico y Filipinas se independizaran de nuestro país, Calzados Lobo vendía zapatos a los madrileños de aquel entonces. Su historia se remonta justo un año antes del declive de España, el ya más que conocido Desastre de 1898. Ese año anterior, el señor Timoteo Lobo se embarcaba en un negocio que durará 125 años... y los que le quedan.
Los primeros pasos de la alpargatería se dieron en un local de unos 10 metros cuadrados aproximadamente, algo normal para la época. Años más tarde, el hijo del señor Lobo compró la tienda de al lado y pudieron ampliarla. En la actualidad, si pasan por el local verán que tiene dos puertas, ese es el resultado de la fusión de dos locales. Además, el padre del actual dueño adquirió otro local que linda con la tienda y que sirve ahora como escaparate o exhibidor.
Por el momento, lo regenta Alejandro Blázquez, la 4ª generación. Y al igual que sus predecesores ha seguido ampliando el negocio. Por su parte, Calzados Lobo cuenta con un almacén cercano al local que les es de ayuda debido al pequeño tamaño de la zapatería. Calzados Lobo es un claro ejemplo de evolución empresarial. Para los amantes de la compra online, Lobo cuenta con tienda digital, otra prueba de que saben adaptarse a los tiempos.

Fachada de Calzados LoboAyuntamiento de Madrid

Su producto estrella es la alpargata, un calzado que se originó en Egipto y que posteriormente los romanos rediseñaron, aunque en sus inicios vendían calzados de todo tipo. «Mi bisabuelo vendió zapatos de piel, botas, zapatos de charol, zapatos de vestir de hombre y de señora… Por aquel entonces no se trabajaba tanto la alpargata. Fue mi abuelo quien empezó a hacer pruebas con ellas y vio que podía tener éxito», explicaba Alejandro Blázquez a El Debate.
El testigo empresarial de la alpargata pasó a su padre que «se metió de lleno por su propia intuición apostando por un modelo básico de toda la vida, de ahí han salido los treinta y pico modelos» que están disponibles, aunque el propio Alejandro nos confiesa que «la amplia mayoría de los clientes prefieren el modelo clásico en negro».

Alejandro Blázquez, propietario de Calzados LoboThorun Piñeiro

Otra seña de identidad de Calzados Lobo es el origen de sus productos, todos españoles. «Si la alpargata es un producto nacional, ¿dónde voy a encontrar unas mejores que en España? Sí hay que matizar que en el sur de Francia se hacen también, pero este tipo de calzado es puramente español y creemos que aquí hay artesanos muy buenos», indicaba Blázquez.
Toda la fama que se han ganado con el paso de los años ha hecho que muchas celebridades acudan a la tienda a por un par de alpargatas. Lobo no quiso detallar nombre y apellidos de esta gente por mantener cierta confidencialidad con sus clientes, pero sí dejaron entrever que algún que otro político que se sienta en el Congreso de los Diputados ha pasado, al igual que muchos actores de la gran pantalla.

Interior de Calzados LoboThorun Piñeiro

Una historia muy entrañable que cuenta Alejandro es el cliente generacional que siempre viene acompañado de su anterior generación. «Vienen madres y abuelas con su nieta o con su hija chiquitita y entonces te dicen: ‘Aquí me traía mi abuela a comprarme las zapatillas’ y claro, ves que esa niña ahora es la abuela que trae a su nieta. Se produce una especie de bucle generacional que la verdad es muy entrañable», explicaba Alejandro Blázquez.
Otra anécdota curiosa que cuenta el propietario es el pacto que tienen con una mujer con diferentes tamaños de pies. Alejandro nos cuenta que una clienta asidua se lleva un 36 y un 38 a causa de su bípeda anomalía. Para no descuadrar los pares lo que hacen es poner en el escaparate estos dos números, entonces el que sobra está reservado a la señora.

Estantería de Calzados LoboThorun Piñeiro

El Desastre del 98, la Guerra Civil y la pandemia

Estos tres momentos críticos de la Historia pusieron contra las cuerdas a este negocio familiar. Pese a que el Desastre del 98 afectó principalmente a las antiguas colonias de Cuba, Puerto Rico y el archipiélago de Filipinas, España se vio inmersa en una gran crisis de conciencia.
En cuanto a la Guerra Civil, fue un periodo muy duro como cuentan el resto de lugares centenarios de Madrid. «Pasaban cosas como que de la noche a la mañana te confiscaban un zapato más o menos ponible y se lo llevaban para el frente. Además, la tienda tuvo que cerrar porque al estar en el centro le afectó el meollo del conflicto».

Fachada de Calzados Lobo durante la Guerra CivilCalzados Lobo

Alejandro cuenta que durante los bombardeos muchos madrileños se metían en las cuevas subterráneas que había debajo de sus hogares, sus abuelos no fueron menos. «Antiguamente la gente que tenía una tienda solía vivir encima. Entonces, mis abuelos vivían en el 4º del mismo edificio y cuando había cualquier amenaza o suceso bajaban a la tienda y se metían en la cueva hasta el día siguiente. Fue una época muy dura porque no sabían lo que iba a pasar y sobre todo por no saber si el negocio iba a sobrevivir», subrayaba Alejandro Blázquez.

Cartel de Calzados Lobo de los años 50Calzados Lobo

El último asalto que han tenido que aguantar es frente a la Covid-19. Zapatilla en mano como cuando tu madre te regañaba, Calzados Lobo le ha enseñado a la pandemia quién manda. Pese a sobrevivir ante tal crisis, Calzados Lobo confiesa que fue una etapa muy delicada.
«De repente un viernes dicen que hay que cerrar todos los comercios y nosotros mandamos a toda la gente a su casa, y claro, uno se fue con la «tranquilidad» de que iba a durar 15 días, pero al final se prorrogó dos meses más que son los que vivimos intensamente». Asimismo explican que ante este panorama, el turismo dejó de venir y que cuando todo empezaba a volver a la normalidad los clientes tenían que pedir cita, «¡quién pide cita para comprarse unos zapatos!», exclamaba Blázquez.
En la actualidad vuelve a tener el ritmo prepandemia, la clientela apenas puede entrar en la icónica tienda dado el gran número de gente que va a comprarse su par de alpargatas. Llama la atención cómo en un par de minutos la cola de espera baja por la calle Tintoreros.