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14 de mayo de 2024

Félix Bolaños

Félix BolañosPaula Andrade

El perfil

Félix «Sí Bwana» Bolaños

El hombre para todo de Pedro Sánchez probablemente aprendió en la pajarería que regentaron sus padres en Móstoles que más vale poder omnímodo en mano que prestigio de letrado del Banco de España volando

Félix Bolaños García, madrileño de 47 años, es abogado y ha sido letrado del Banco de España. No es poca cosa. No pertenece, por tanto, a esa élite sanchista que integran potenciales parados de larga duración que, desde que hicieron la primera comunión, se han dedicado a la política con cero cotizaciones a las pensiones fuera del presupuesto público. Bolaños sí tiene dónde caerse muerto y por ello, es más incomprensible su adhesión inquebrantable a un presidente tóxico a cuyo servicio va perdiendo jirones de integridad, llegando a violar barreras para saltarse el protocolo de la Comunidad de Madrid como si fuera un quinceañero fan de Justin Bieber, demostrando así que es el primer sanchista del Reino.
Antes de ser ministro de Presidencia, don Félix fue secretario de la Jefatura del Gobierno y de entonces data su segundo servicio a la causa pedrista (el primero fue exhumar a Franco en 2019): un lamentable expediente que, con su firma, se le abrió al único presidente socialista madrileño que ha habido y parece que habrá en mucho tiempo: Joaquín Leguina. Al demógrafo de carrera se le ocurrió decir en la campaña de 2021, al calor de la sobreactuación de Pedro y Pablo sobre las hordas de fascistas que habitaban Madrid, que él, paseando por sus calles, no había visto a ninguno. Esa inocua observación dio alas al entonces presidente del Comité de Garantías de Ferraz, el hoy ministro Bolaños, para poner en la picota a un político que hasta 1995 tenía la rara habilidad de arrasar en la Comunidad de Madrid, una hazaña irrepetible que ya data del siglo pasado, para el que fue anodino concejal madrileño Sánchez Castejón, devenido en presidente del Gobierno.
Cuando sucedió a Iván Redondo como Maquiavelo en Moncloa, le enseñaron que mantenerse en segundo plano era parte del éxito de su cometido. Sin embargo, pronto renunció a la oscuridad para mostrar su hooliganismo a la luz del día, ante el oso y el madroño si fuera menester. Sabe bien que la aldea Gala de Madrid jamás se rendirá al sanchismo y que cada movimiento que ordena su jefe desde el sofá de Moncloa, por bochornoso e indefendible, solo alimenta su cainismo, la enfermiza hostilidad con que el Gobierno distingue a Isabel Díaz Ayuso, que llena la saca de votos propios y ajenos cuanto más Manuela Malasaña se muestra contra el Pepe Botella de Pozuelo. El mismo que hace unos días, cuando fue preguntado ante el presidente colombiano, evitó respaldar expresamente la performance de su ministro, que ha desconcertado al PSOE y convencido en Moncloa de que enfrentarse a la jefa de protocolo de Ayuso fue un acto no solo absurdo, sino fallido.
Bolaños en el momento en el que le comunican que no puede acceder a la tribuna de autoridades del desfile del 2 de mayo

Bolaños en el momento en el que le comunican que no puede acceder a la tribuna de autoridades del desfile del 2 de mayoDiego Radames

El segundo 2 de mayo de Bolaños no ha sido más ridículo que el primero. Hace un año, el día de la Comunidad de Madrid, el titular de Presidencia convocó una rueda de prensa insólita para tapar seguramente el espionaje a sus amigos separatistas, anunciando a bombo y platillo que Sánchez y Margarita Robles también habían sido intervenidos por Pegasus. Era la primera vez en la Europa Occidental que un Gobierno reconocía su vulnerabilidad ante un enemigo extranjero –Macron y Merkel jamás confirmaron ese agujero de seguridad–, pero el gran Félix alardeó de que los teléfonos del Gobierno –que dependían de él– eran un auténtico coladero, probablemente para los servicios secretos marroquíes. En esos días libró una batalla con Margarita Robles para echarle el muerto a Defensa de la vigilancia del móvil presidencial, enfrentamiento que volvió a repetirse en la sede del Gobierno de Madrid cuando la ministra sí subió a la tribuna de autoridades y evidenció su falta de respaldo al numerito de Bolaños. En una empresa privada una incompetencia tan colosal como la del software espía hubiera significado el despido inmediato de Bolaños. En el sanchismo, sumó puntos.
Entre los grandes éxitos del ministro está el haber puesto en la picota a Ferrovial por actuar como una empresa independiente en una economía de mercado, malbaratar el Código Penal a la medida de los indepes con los que se reúne en una mesa de diálogo donde ejerce de mayordomo de Pere Aragonès y no ser siquiera capaz de sumar los votos suficientes entre sus aliados para reformar el bodrio del solo sí es sí, teniendo que recurrir al PP, al que atiza sin compasión cada vez que abre la boca. Pero lo más desternillante es que el ministro de Presidencia lo es también de Relaciones con las Cortes y de Memoria Democrática, dos ámbitos donde no da pie con bola. Sus relaciones con el Congreso son tan poco ejemplares que todas las semanas falta al respeto a los usos parlamentarios cuando, en lugar de contestar a las preguntas que le hacen los grupos, ocupa el tiempo en insultar a Núñez Feijóo y despreciar las interpelaciones al Gobierno. De su segundo cometido, solo cabe recordar que la felona ley de Memoria la pactó con Arnaldo Otegi, al que permitió incluir los primeros años de Gobierno socialista como «sospechosos de fascismo».
Félix Bolaños visitando la excavación arqueológica de la Guerra Civil en Entrevías

Félix Bolaños visitando la excavación arqueológica de la Guerra Civil en EntrevíasEFE

A este mismo lumbreras, al que Carlos Herrera bautizó felizmente como Gracita Bolaños por su voz atiplada y su cara de no haber roto nunca un plato, le debe Juan Lobato, el candidato socialista a la Comunidad, ser invisible ante los electores madrileños a los que los periodistas del régimen han entretenido con lecciones de protocolo de la señorita Pepis. Tertulianos a los que Bolaños da clases por la mañana para que la trompetería oficial suene sin desafino, alimentándolos con una filtración por aquí, otra por allá, como aquella histórica sobre el acuerdo con el equipo de Casado para la renovación del CGPJ, que intentaba comprometer al nuevo jefe de Génova. Ese día González Pons y Feijóo comprobaron en primera persona las artes marrulleras del fontanero de Sánchez.
Pareja de hecho de una asesora de la exministra Isabel Celaá, con la que tiene un hijo, el hombre para todo de Pedro Sánchez probablemente aprendió en la pajarería que regentaron sus padres en Móstoles que más vale poder omnímodo en mano que prestigio de letrado del Banco de España volando.
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