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03 de mayo de 2024

Ilustración Ana Pontón

Ilustración Ana PontónPaula Andrade

El perfil

Ana Pontón, la socia de Otegi que grita «ni Rey, ni Ejército, ni España»

A Ana y a su mentor, Pedro, los gallegos los han mandado a vegetar a la oposición. Sabia decisión por el bien de España

Ana Belén Pontón Mondelo (Sarria, Lugo, 1977) se presentaba por tercera vez este domingo a presidir Galicia. Pero, tras cuatro mayorías absolutas de Feijóo, la quinta no ha sido la vencida para esta independentista; la quinta ha sido la derrota para la suma de la izquierda y el nacionalismo. Aunque el Bloque ha conseguido un éxito innegable –a costa del siniestro total de Sánchez y Díaz–, la dinámica que introduce Pontón y los suyos en el tablero gallego es inquietante: una ideología comunista, prorrusa y contra la Constitución española.
Pero esos seis escaños que ha ganado Ana Belén no parecen suficientes para quien se reclamaba el símbolo del cambio en la política gallega, con una imagen pretendidamente moderada, como si fuera una ursulina, pero que esconde en el bolsillo la foto de Otegi. Y es que todo era puro artificio: difícilmente puede ser renovadora de nada una dirigente que lleva veinte años en la vida pública y tampoco cuela que sea una política atemperada quien comparecerá en junio a las elecciones europeas –compartidas con ERC y Bildu– con un etarra, Pernando Barrena, en sus listas. Realmente Pontón era la candidata sanchista, una vez descartado el que en puridad representaba al PSOE, Gómez Besteiro, al que Ferraz ya le dio un pesebre en el Congreso, por lo que pudiera pasar. Y pasó.
A Ana Belén le dedicó un libro el escritor Suso de Toro, militante del BNG, titulado Discubrindo Ana Pontón, como si hubiera algo que descubrir que no fuera el clásico perfil de una extremista, que sueña con ser Otegi o Junqueras, que siempre ha vivido de la política, desde los remotos tiempos en que con solo 27 años obtuvo ya asiento en el Parlamento gallego. Esta es la tercera vez que se presenta a las elecciones, y desde 2016 es la primera mujer en liderar ese partido separatista, cargo que asumió en el momento más complicado de los más de 40 años de historia de la formación. Cuatro años antes, el viejo Beiras había roto con el Bloque, fundando un sucedáneo que arrinconó al BNG, gracias al éxito de las mareas. Cuando en 2020, las marcas herederas de Podemos desaparecieron del hemiciclo, el voto volvió al Bloque, donde ya destacaba Pontón.
Aunque la mona se vista de moderación, mona y radical se queda. Como ha hecho Bildu o el Sinn Fein irlandés, Pontón ha intentado remarcar un discurso pretendidamente social y ecofeminista para esconder ante el sabio electorado gallego que su ideología es puro comunismo, ruina y xenofobia nacionalista, la misma que defendía Beiras e Iglesias, ambos ahora reconvertidos en sus groupies. Cuatro son sus propuestas «estrella» para estrellar a Galicia: que se reconozca el derecho a la autodeterminación, un concierto económico propio como el del País Vasco y Navarra, una educación íntegra en gallego desterrando el castellano de las aulas y terminar con el Tribunal Constitucional en Galicia. Aunque recoja todo el voto útil de la izquierda, en perjuicio del PSOE, Podemos y Sumar, nadie se cree que sea la candidata centrada que vende. Licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad de Santiago, con solo 16 años comenzó su militancia en las juventudes del BNG. Es por tanto una adicta a la teta pública y alérgica a cotizar desde la empresa privada.
Dios las cría y ellas se juntan: fue alumna de Teoría Política de Marta Lois, la candidata de Sumar que es hoy un fantasma gracias a su amigui Yolanda; y como Lois, Ana Pontón nunca ha ocultado que odia a España. «Nin rei, nin exército, nin España», escribió la ya jefa de la oposición a Alfonso Rueda. Y puestos a ponerse del lado de los malos, siempre ha defendido el eufemismo de «neutralidad activa» para definir su posición en la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Es decir, la candidata tapada de Sánchez está a favor de la dictadura rusa y de que la OTAN se disuelva. Afortunadamente, a Ana y a su mentor, Pedro, los gallegos los han mandado a vegetar a la oposición. Sabia decisión por el bien de España.
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