Imagen de la veneración de Nuestra Señora de la Esperanza Macarena tras la polémica restauración

Imagen de la veneración de Nuestra Señora de la Esperanza Macarena tras la polémica restauraciónJoaquín Corchero | Europa Press

Sevilla

La polémica restauración de la Macarena se topa con una devoción universal: ¿cuál es su origen?

La Virgen, símbolo de esperanza, consuelo y pertenencia de una ciudad, congrega diariamente a cientos de devotos en la Basílica

La polémica restauración de la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza Macarena ha chocado con una devoción universal que se ha manifestado en señal de protesta contra la Junta de Gobierno por lo ocurrido y que hunde sus raíces en el barrio sevillano de San Gil, donde desde hace siglos se venera a una imagen mariana que ha conmovido a generaciones enteras con su mirada serena y su rostro doloroso, ahora modificado.

La imagen de la Virgen de la Esperanza Macarena se considera una obra anónima, pero se viene atribuyendo a diversos escultores del siglo XVII. Algunos historiadores la sitúan en el círculo de Pedro Roldán, aunque también hay voces que sugieren la autoría de Juan de Mesa, reconocido por obras como el Gran Poder. La falta de documentación ha rodeado siempre a la Macarena de un halo de misterio que, lejos de debilitar la devoción, la ha fortalecido.

La Virgen de la Macarena es conocida como la Reina de Sevilla, un título que representa un sentimiento profundamente enraizado en los sevillanos. Es la esperanza ante la adversidad, la fe ante el dolor. Su rostro compasivo, con cinco lágrimas esculpidas en la mejilla, representa a una madre que sufre pero que también consuela.

A lo largo de los siglos, la imagen ha sido objeto de múltiples intervenciones y restauraciones, siendo una de las más significativas la realizada por Francisco Arquillo en 1978. Esta no generó tanta polémica como la actual, también dirigida por Arquillo y en la que la Esperanza ha presentado cuatro caras distintas en una semana. La Junta de Gobierno ha pedido disculpas por este escándalo, que ha provocado la dimisión del mayordomo y el prioste de la Virgen.

Salvada por sus vecinos

En la Segunda República y la Guerra Civil, la imagen de la Macarena se escondió en casas particulares para protegerla de la quema de iglesias, llegando incluso a permanecer oculta durante ocho meses en una clínica veterinaria, adonde se trasladó tras el pucherazo del Frente Popular en febrero de 1936. De hecho, apenas estaba en su parroquia de San Gil, solo para los cultos o en Semana Santa.

En la madrugada del 18 de julio de 1936 se produjo el incendio de San Gil, uno de los muchos templos que ardieron en Sevilla durante aquella época. La Macarena pudo correr la misma suerte que tantas otras imágenes destruidas en la quema de iglesias, de no ser porque el Sábado Santo, tras salir en la Madrugá, fue trasladada de nuevo a la clínica veterinaria. Lo hacía en un cajón hecho a medida y ya utilizado en anteriores ocasiones.

Cuenta la Hermandad que, tras prender fuego a la parroquia, «los incendiarios se dirigieron a continuación al almacén de los pasos, situado frente al templo, pero al ser estos descubiertos por vecinos desde los balcones, desistieron de realizar otro acto de vandalismo sobre las imágenes». Allí se encontraban las tallas de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia y Nuestra Señora del Santo Rosario, los otros titulares de la corporación.

Cientos de devotos al día

Uno de los momentos clave en la consolidación de la devoción hacia la Virgen de la Esperanza fue la inauguración de la Basílica de la Macarena en 1949. Este templo, situado junto a la antigua muralla de Sevilla, se convirtió en el nuevo hogar de las imágenes titulares de la Hermandad de la Macarena, que hasta entonces se veneraban en la reformada parroquia de San Gil, donde habían regresado tras pasar varios años en la iglesia de la Anunciación.

La Esperanza Macarena congrega diariamente a cientos de devotos en la Basílica, que también acoge a las imágenes del Señor de la Sentencia y la Virgen del Rosario. Ellos también despiertan un gran fervor, pero nada comparable con la devoción hacia la bella perla de San Gil, como así la denominó Antonio Rodríguez Buzón en su pregón de la Semana Santa de Sevilla, en 1956.

La Macarena también ha trascendido las fronteras de lo religioso para convertirse en un icono cultural. Su imagen ha sido reproducida en pinturas, canciones, carteles y calendarios. Del mismo modo, es frecuente encontrar altares con su estampa en casas, bares, talleres y mercados de Sevilla, lo que confirma su papel omnipresente en la vida de la ciudad y, también, de los miles de emigrantes sevillanos y andaluces que la llevan consigo por todo el mundo.

En definitiva, la devoción hacia la Virgen de la Macarena hunde sus raíces en siglos de historia, arte y espiritualidad, pero sobre todo en el corazón de un pueblo que la siente suya. Más que una imagen religiosa, la Macarena es símbolo de esperanza, consuelo y pertenencia de una ciudad. No en vano ha despertado tanto rechazo su última restauración.

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