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04 de mayo de 2024

La Princesa Marta Luisa de Noruega con su novio, el chamán Durek Verrett

La Princesa Marta Luisa de Noruega con su novio, el chamán Durek VerrettGTRES

Casa Real  Hermanos de Príncipes Herederos europeos que son un lastre, y no un apoyo

El Príncipe Guillermo no puede contar con Enrique, ni Carlos III con Andrés o Haakon de Noruega con Marta Luisa

El principal apoyo de un Príncipe deberían ser sus hermanos. Sin embargo, muchos de ellos se acaban convirtiendo en un verdadero lastre para la Familia Real, que termina levantando un cordón sanitario para alejarle y proteger a la Corona del peligroso fuego amigo.
El ejemplo más claro es el de Enrique de Inglaterra, fuente inagotable de problemas, desde que era adolescente, para su hermano mayor, el Príncipe Guillermo. También el Rey Carlos III ha sufrido en sus carnes el comportamiento nada ejemplar del Príncipe Andrés, que tuvo que ser apartado de la actividad institucional por el caso Epstein. Incluso, la Reina Isabel II padeció lo suyo con su hermana, la Princesa Margarita.
El Rey Carlos III de Inglaterra y su hermano, el Príncipe Andrés

El Rey Carlos III de Inglaterra y su hermano, el Príncipe AndrésGTRES

El Príncipe Haakon de Noruega tampoco puede contar con su única hermana, la Princesa Marta Luisa, que el próximo 31 de agosto contraerá matrimonio con un chamán. Y el Rey Don Felipe tuvo que revocar en su día el título de Duquesa de Palma a su hermana, la Infanta Cristina, no por su comportamiento, pero sí por los negocios de su entonces marido Iñaki Urdangarin.
Mientras los Reyes y Príncipes se esfuerzan para tejer la cada vez más densa red de ejemplaridad que exige la opinión pública, algunos hermanos la descosen a golpe de escándalos, comportamientos inadecuados o declaraciones desafortunadas.
El Príncipe Enrique de Inglaterra y su esposa, Meghan Markle, en Wellington, Florida

El Príncipe Enrique de Inglaterra y su esposa, Meghan Markle, en Wellington, FloridaGTRES

Obviamente, todos los hermanos han crecido en el seno de la misma Familia Real, pero la experiencia demuestra que los esfuerzos educativos muchas veces se concentran en el primogénito, el Heredero de la Corona, y se relajan con el resto de los hijos, a los que se les educa para que se desenvuelvan en la vida, pero no se les inculcan los mismos principios y valores.
Y, en lugar de velar por la dignidad y el prestigio de la Familia Real, se comportan como si nunca hubieran formado parte de la misma.
En los siglos pasados, con las altas tasas de mortalidad, las Monarquías tenían más presente que ahora la necesidad de formar a los hermanos del Heredero por el temor a la muerte del primogénito. A lo largo de la historia, ha habido Reyes y Reinas que han sabido inculcar en sus hijos la autoexigencia, una conducta honrada y la búsqueda de la ejemplaridad, principios que incluso se han mantenido en algunas familias después en el exilio durante varias generaciones.
La Princesa Marta Luisa de Noruega y su novio, el chamán, con el que contraerá matrimonio en agosto

La Princesa Marta Luisa de Noruega y su novio, el chamán, con el que contraerá matrimonio en agostoGTRES

La Reina María Cristina de Austria educó a sus dos hijas, la Princesa María de las Mercedes y la Infanta María Teresa, con el fin de que siempre fueran un apoyo para su hermano menor, el Rey Alfonso XIII. Sin embargo, no fue capaz de educar con la misma exigencia al niño Rey.
Con el paso del tiempo, la propia composición de las distintas Familias Reales europeas ha ido menguando y, en las últimas décadas, se ha acabado imponiendo el modelo del núcleo central, que solo abarca a los Reyes, sus hijos y nietos, y solo ellos estarían obligados a cumplir los altos niveles de ejemplaridad que reclama la sociedad.
En la actualidad, los hermanos de los Príncipes crecen en un mundo del que acaban siendo excluidos, lo hagan bien o mal. Por ejemplo, en España, un Real Decreto establece que los hermanos dejan de pertenecer a la Familia Real en el momento en que el Heredero de la Corona es proclamado Rey.
A partir de entonces, quedan en tierra de nadie; incluso, tienen que prescindir de los colaboradores oficiales que les asistían. De repente, se convierten en ciudadanos comunes, aunque sigan sometidos a la lupa de una opinión pública cada vez más exigente y que seguirá viéndoles como los hermanos del Rey o de la Reina, aunque no formen parte de la Familia Real.
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