Los toros de fuego iluminando la noche en Barrax
El fuego que viajó de México a Barrax sigue ardiendo en forma de toro cada mes de agosto
Una tradición centenaria, envuelta en misterio, arte y pólvora, que ilumina las fiestas de Barrax y late con fuerza cada agosto como símbolo de identidad y pasión popular
La llanura manchega guarda infinitos secretos en su extenso territorio. En uno de ellos, la pólvora, la luz y la adrenalina protagonizan una fiesta sin igual, que cruzó el charco y que llegó a Barrax para iluminar la noche al paso de los corredores de los ‘Toros de Fuego’. Una celebración que envuelve su origen en un halo de misterio, que arde cada mes de agosto con motivo de las Fiestas de San Roque.
Esta icónica celebración no ha dejado de crecer y evolucionar con el paso del tiempo, inspirando a artistas de calado como el pintor Benjamín Palencia. Entre los días del 13 al 17 de agosto, Barrax celebra sus fiestas explotando de algarabía y fuego, porque sin toros no hay fiesta.
Cada noche, la plaza del pueblo se llena de corredores ataviados con mono y protecciones contra las quemaduras que pueden causar la multitud de carretillas que lanzan los toros de fuego. Un ambiente sin igual, que nada tiene que ver con los toros embolados y que da lugar a un espectáculo mágico inundando de luz, ruido y pólvora las calles del pequeño pueblo.
En la actualidad, las medidas de seguridad han crecido, el toro ha cambiado, pero la esencia sigue intacta. Muchos otros lugares han tratado de imitar la fiesta, pero no ha calado. El dolor de las quemaduras ha superado el sentimiento de adrenalina y la pasión que sí pervive en Barrax.
Historia y orígenes del ‘toro de fuego’
Una torera recorre las calles con el toro de fuego
Los orígenes del toro de fuego podrían mirar hacia México. Los hechos no están totalmente dilucidados, pero según el que fuera durante décadas cronista de la villa en Barrax, Francisco González Bermúdez, hay muchos indicios para creer en la importación de la fiesta.
Según la tradición oral y las investigaciones barrajeñas, un vecino de Barrax se fue a México en el siglo XIX, a lo que en la época se llamó ‘hacer las Indias’. Allá por el 1.800 quedó impresionado por tal deleite luminoso y no dudó en convencer a sus vecinos para imitar la carrera de aquellos toros de fuego que vio en el lejano continente.
No es para nada disparatado y varios pueblos mexicanos siguen dando cuenta de dicha costumbre. Uno de ellos es Santiago Nudiche que cada año, con motivo del Santo Niño, reúne a cerca de 80.000 peregrinos para mantener un cóctel de tradiciones indígenas y coloniales. Entre ellas, destaca el toro de fuego. Al igual que los de Barrax, estos toros se encienden, dan vueltas e iluminan la noche. En la época colonial y sobre todo tras el conflicto armado que derivó en la independencia mexicana, los cuarteles españoles guardaban grandes cantidades de pólvora. A su marcha, los locales no tardaron en encontrarles un fin lúdico con el que divertirse.
Toritos mejicanos de Oaxaca
De españoles a mexicanos y viceversa, la fiesta del toro de fuego aterrizó por azares del destino en Barrax y calaría profundamente. Además del ejemplo ilustrado, es sabido que ya los aztecas guardaban la tradición de encender ‘fuegos nuevos’ cada 52 años para rogar a los dioses la continuidad del mundo. Eso sí, el toro llegaría con los españoles.
Dejando México para centrar el foco en Barrax, la costumbre marca la salida de alrededor de diez toros por noche. Los toreros se meten dentro de la estructura de madera y una vez prendida la mecha surcan la calle donde esperan su venida los corredores. Cada toro está dotado de 40 botafuegos, 320 borrachos o buscapiés y 16 metros de mecha estopín. La mecha se prepara en el centro de la parte delantera y una vez prendido, por cada botafuego salen disparados ocho borrachos.
Interpretaciones del toro y su inspiración artística
Ilustración en la que Benjamín Palencia interpreta el toro de fuego
Como todo en la vida, las tradiciones también evolucionan y actualmente, el concepto de toro queda confuso. Hoy, la estructura es solo un rectángulo de madera, difícil de asociar con el animal. Pero no siempre fue así. Años atrás, la estructura no daba lugar a la duda, representaba un toro de cuerpo entero y las carretillas se colocaban con el mismo fundamento.
De todos ellos, el toro más famoso del pueblo albaceteño, preguntes a quien preguntes, es sin duda el ‘Toro Vulcano’. Obra del pintor de la Generación del 27, Benjamín Palencia, nacido en la localidad y amante de la fiesta. Desde siempre mostró un profundo interés por la tradición, dejándola reflejada en dibujos donde interpretaba incluso a toros diabólicos que sirvieron para publicitar la fiesta.
El Toro Vulcano pintado por Benjamín Palencia
Su pintura dio un paso más y se plasmó en uno de los toros en el año 1973. Pincel en mano, Benjamín Palencia decoró uno de los toros y pronto sería orgullo de todos sus vecinos. Un artista reputado, reconocido y relacionado con artistas como Federico García Lorca. Conocedores del valor de la obra, siempre había interesados en poseer trabajos del pintor y no tardó ocurrir lo inevitable.
La popularidad del toro llegó a oídos de muchos y un Guardia Civil lo solicitó prestado en varias ocasiones para llevarlo a Madrid con motivo de la festividad de la Virgen del Pilar. Un año y otros cuantos más, hasta que no regresó de su último préstamo. El toro desapareció para siempre.
Vecinos de Barrax durante el toro de fuego
El pueblo sintió la necesidad de un nuevo atractivo para paliar la pérdida de Vulcano y así, poco después, nació Hefesto. Su estilo, poco o nada tenía que ver con la obra de Benjamín Palencia. Sin contemplaciones, el de Hefesto presentaba una cabeza real de toro, con cuernos naturales. La estampa era de lo más interesante, pero su excesivo peso complicaba la correcta carrera de los toreros. El ser mitológico, dios de la forja y el hierro, nacido precisamente en una herrería, murió al poco de nacer y desde entonces el toro tendió a la estructura establecida en la actualidad.
El fuego no conoce fronteras y estalla en ardiente carrera desde Oaxaca hasta la localidad manchega. En un tiempo donde el mundo avanza cada vez más rápido, los toros de fuego encienden una llama contra el olvido. Un ritual compartido, con memoria y evolución que se presenta como Fiesta de Interés Turístico Regional. Como cada año, los toros de fuego volverán a las calles de Barrax, donde la llama no solo arde, también late en el corazón de una tradición única.