Olivar
La sequía golpea el corazón del olivar castellanomanchego: menos aceituna, pero un aceite «de otro nivel»
En los campos de Castilla-La Mancha, el silencio del otoño suena a motor de vareadora y a ramas que tiemblan bajo el peso de la aceituna. Este año, sin embargo, los árboles parecen más livianos. La sequía y el calor extremo de los últimos meses han dejado huella: menos fruto, más esfuerzo, y una campaña más corta que en temporadas anteriores.
Según las previsiones de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja) de Ciudad Real, la cosecha caerá un 15%, situándose entre 62.000 y 65.000 toneladas. Aun así, la provincia volverá a liderar la producción en Castilla-La Mancha, seguida de Toledo.
El secano se rinde ante el sol
La falta de lluvias prolongada y las temperaturas inusualmente altas en primavera y verano han reducido notablemente el rendimiento de los olivares de secano, que cubren buena parte del territorio manchego.
«En las zonas más castigadas, los árboles han sufrido demasiado. Hay menos carga y calibres más pequeños», explican desde Asaja.
El paisaje se repite: suelos resecos, ramas finas y una aceituna que madura antes de tiempo, como si el propio árbol supiera que no puede dar más.
En el olivar de regadío, la situación es más heterogénea. Las explotaciones con agua han resistido mejor, aunque también han notado descensos.
Menos cantidad, más calidad
No todo son malas noticias. Pese a la escasez de fruto, Asaja destaca que la aceituna llega con una calidad extraordinaria, fruto de un estado sanitario excelente.
Los rendimientos grasos —la proporción de aceite que contiene la aceituna— están siendo superiores a los del año pasado, lo que augura aceites de oliva virgen extra con gran cuerpo y aroma. «Será una campaña de aceites de máxima calidad», subrayan.
Y es que, aunque las lluvias han llegado tarde, permitirán que el fruto gane algo de peso. El rendimiento graso, eso sí, «ya está prácticamente hecho».
A nivel nacional, se espera una producción de 1.350.000 toneladas, aunque la cifra dependerá del rendimiento final de las almazaras.
Aceite con alma
La paradoja de esta campaña es clara: menos cantidad, más alma.
En las cooperativas, los agricultores observan cómo sus aceitunas pesan menos, pero huelen mejor. Los técnicos hablan de notas verdes más intensas, de matices frutados y de un oro líquido que promete una de las calidades más altas de los últimos años.
En Ciudad Real, cada gota de aceite cuenta una historia de resistencia. De raíces que se agarran a la tierra seca y de familias que, año tras año, siguen confiando en el olivar como forma de vida.
El precio del oro líquido
Pero no todo depende del campo. El equilibrio final está en el mercado.
Los agricultores afrontan esta campaña con costes de producción muy elevados —gasóleo, fertilizantes, energía— y esperan que los precios del aceite mantengan una tendencia al alza para poder cubrir gastos.
Actualmente, el kilo de aceite se paga entre 4,5 y 5 euros, con una leve subida en las variedades de mayor calidad.
«Si los precios se mantienen, el esfuerzo merecerá la pena», afirman desde Asaja Ciudad Real, que confía en una campaña «complicada pero digna» para los olivareros.
El gran reto: el agua
Más allá de las cifras, el mensaje de los agricultores es unánime: sin agua, no hay futuro.
La organización agraria vuelve a pedir infraestructuras hídricas y políticas de gestión del agua que garanticen el riego y la viabilidad de los cultivos.
«La sequía no puede ser cada año una condena. Necesitamos soluciones reales para asegurar la vida en el campo», reclaman.
En una región donde el olivar es paisaje, economía y cultura, el agua es ya un símbolo de esperanza. Porque, aunque esta campaña llegue con menos aceitunas, el alma del olivar manchego sigue intacta. Y su aceite, dicen quienes lo prueban, «será de otro nivel».