Exterior de la iglesia de Santa María

Exterior de la iglesia de Santa MaríaMottaW vía Wikipedia

Este es el origen del pueblo con el nombre más raro de Castilla y León: el único de España que empieza por 'W'

Ostenta un récord lingüístico al suponer un caso singular dentro de la toponimia española

Wamba, en la provincia de Valladolid, tiene apenas 300 habitantes y un nombre que desconcierta a quien lo escucha por primera vez. Es, de hecho, el único pueblo de España que comienza por la letra W, algo tan singular como su historia. En una comunidad autónoma tan marcada por la sobriedad castellana y la tradición medieval, este pequeño municipio es una anomalía toponímica y, al mismo tiempo, un testimonio excepcional del pasado visigodo, religioso y funerario de la península ibérica.

Wamba es el único pueblo de España cuyo nombre empieza por la letra W, una rareza toponímica que esconde una historia aún más insólita.

Antes de que el topónimo Wamba quedara fijado en los mapas, este lugar se conocía como Gérticos, una población asentada desde antiguo. La relevancia de la zona se hace patente en el hecho de que aquí poseía una villa de descanso el Rey Recesvinto, uno de los monarcas visigodos más influyentes del siglo VII. Fue precisamente en esta villa donde el Rey murió en el año 672, abriendo paso a la elección de su sucesor: Wamba, un noble de edad avanzada que daría nombre definitivo al enclave.

Aunque el personaje histórico es clave para entender la toponimia actual, sobre la vida de Wamba antes de su ascenso al trono poco se sabe con certeza. Lo que sí han dejado las crónicas es el retrato de un reinado turbulento, marcado por rebeliones internas y conflictos con vascones y nobles del reino. Su propio capitán, Paulo, llegó a traicionarlo en una revuelta que puso en evidencia la fragilidad del poder visigodo.

Wamba intentó reforzar el papel del derecho civil frente a los privilegios de la nobleza y la Iglesia, una postura que lo distanció de los sectores más influyentes de su tiempo. El final de su mandato fue tan confuso como su llegada al poder. Según las crónicas, fue envenenado y, mientras se debatía entre la vida y la muerte, se le impuso la tonsura y el hábito monástico. Algunos sostienen que fueron sus enemigos quienes lo obligaron, aprovechando su debilidad para incapacitarlo como Rey, ya que un monje no podía volver a reinar. Otras versiones defienden que fue él mismo quien, al sentirse próximo a la muerte, pidió retirarse y vestir el hábito por voluntad propia.

Sea cual sea la verdad, lo cierto es que Wamba se retiró a un monasterio en Pampliega, en la actual provincia de Burgos, donde murió años después, en el 688. Sus restos, según la versión más difundida, fueron trasladados a la catedral de Toledo, donde se le dio sepultura. Pero como en tantas historias medievales, también aquí hay una sombra de duda: algunos relatos sostienen que el cuerpo del Rey podría estar oculto en el osario del propio pueblo que lleva su nombre, un lugar cargado de simbolismo y misterio.

Cuadro de La tonsura del rei Wamba realizado por Juan Brull Viñolas

Cuadro de La tonsura del rei Wamba realizado por Juan Brull Viñolasvía Joan Brull y Vinyoles

El hecho de que su nombre se mantenga tal cual –con su inicial «W», absolutamente inusual en la toponimia española– da al pueblo una identidad única. No existe otro municipio registrado oficialmente en España que comience por esta letra, lo cual lo convierte en una rareza tanto lingüística como administrativa.

Pero Wamba no solo se distingue por su nombre. Junto a la iglesia de Santa María de Wamba, una construcción de origen visigodo y elementos mozárabes y románicos, se esconde uno de los rincones más sobrecogedores del patrimonio funerario de España: un osario que alberga miles de cráneos humanos. No es un recurso estético ni turístico, sino un recordatorio real de prácticas de enterramiento y religiosidad del pasado.

El espacio, semioculto tras los muros del templo, recoge restos de frailes y habitantes de siglos anteriores, alineados en estructuras de piedra. La imagen no busca impresionar, pero lo logra: es un lugar de silencio, recogimiento y memoria. En una era donde el turismo busca lo insólito, Wamba ofrece lo real sin adornos.

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