Burgos, Castilla y León

Burgos, Castilla y LeónGetty Images

Cambio social en marcha: las familias jóvenes vuelven la mirada al campo y dejan atrás la casa de la playa

Cocampo detecta un auge de interés por las microfincas rurales, aunque advierte del riesgo del minifundismo y reclama incentivos fiscales para revitalizar los pueblos

El campo se abre paso como nuevo destino residencial en España. Lo que antes era un refugio para jubilados o personas vinculadas al sector agrícola, ahora atrae a familias jóvenes, teletrabajadores y profesionales urbanos que buscan una segunda residencia en contacto con la naturaleza. Así lo constata Regino Coca, CEO y fundador de Cocampo, la plataforma especializada en compraventa de fincas rústicas, que detecta un «cambio social» en la demanda de vivienda rural. En Castilla y León, este movimiento se concentra en las provincias de Ávila y Segovia.

«El mayor cambio social que vemos en la demanda es que las familias jóvenes prefieren invertir en campo, que pueden disfrutar los fines de semana escapando de la ciudad y conectando con el medio rural, frente a la inversión tradicional en la casa o piso de playa», explica Coca a este periódico. Este giro, aunque todavía moderado, tiene implicaciones demográficas y económicas. «Las microfincas generan incremento demográfico, atraen inversión, crean economía de servicios y reactivan la compraventa de tierras», añade.

Cocampo define las microfincas como pequeñas parcelas de tierra, generalmente de menos de 10 hectáreas, en las que el comprador prioriza la residencia (una casa o vivienda) por encima del uso agrario. «Son fincas donde el comprador busca la casa, no la explotación. Su precio no depende de la lógica de la tierra, sino de los metros construidos y de la inversión adicional necesaria en la vivienda», detalla el directivo.

En el conjunto del país, este tipo de propiedades son más frecuentes en la costa mediterránea y su interior próximo, a unos treinta minutos del litoral, donde antiguas explotaciones agrícolas se han transformado en primera o segunda residencia. Sin embargo, el fenómeno comienza a consolidarse también en el interior, especialmente en Castilla y León, donde se dan, aunque de forma «muy limitada en Ávila y Segovia por la proximidad a Madrid».

En esas provincias, los compradores suelen ser familias nacionales o extranjeras con capacidad económica media o alta, interesadas en entornos rurales accesibles desde la capital. La inversión media se sitúa por debajo de los 600.000 euros, incluyendo la vivienda y las posibles reformas.

El responsable de Cocampo insiste en que no se trata de una burbuja ni de un cambio explosivo. «Estas tendencias serán en principio suaves y positivas», explica, recordando que el precio de la tierra mantiene una correlación directa con la inflación. «La principal característica económica de la tierra es que su revalorización está correlacionada con la inflación. La expectativa de mínimos es que la tierra en España incremente su valor al ritmo de la economía nacional», señala.

El precio más bajo de todo el país

Dentro del panorama nacional, Castilla y León ocupa una posición destacada en la compraventa de fincas rústicas. Es la segunda comunidad con más operaciones (por encima de las 16.000 hasta agosto de 2025), y la que tiene el precio medio más bajo del país, con 5.115 euros por hectárea.

Iglesia de la Vera Cruz, Segovia

Iglesia de la Vera Cruz, SegoviaGetty images | Thomas Faull

«Este valor medio se ha incrementado un 19,7 % desde 2020», explica Coca, quien aclara que el bajo precio «se debe a que en la media pesan mucho los bosques y pastos de escasa productividad».

La Comunidad, además, cuenta con amplias zonas donde la tierra es accesible y ofrece un gran margen de desarrollo para usos residenciales o recreativos. «En Ávila y Segovia esperamos un repunte superior de precios por la cercanía a Madrid», apunta.

El minifundismo

Cocampo ve con buenos ojos el nuevo interés por el campo, pero también lanza una advertencia. «Nos preocupa el incremento de fincas pequeñas no rentables ni atractivas para el perfil de comprador de recreo. Este minifundismo empobrece la economía rural». Por eso, defiende que el desarrollo de las microfincas y las nuevas residencias rurales vaya acompañado de una estrategia pública clara.

«Desde Cocampo proponemos incentivos fiscales significativos para atraer a las personas a los pueblos y pequeñas ciudades». Concentrando la población en los núcleos rurales ya existentes, donde sobra oferta y falta relevo, evitaríamos la ineficiencia que suponen las construcciones desperdigadas y generaríamos valor y oportunidades para la agricultura y la ganadería.

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