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27 de abril de 2024

Inés Arrimadas y el portavoz adjunto del grupo parlamentario, Edmundo Bal

Inés Arrimadas y el portavoz adjunto del grupo parlamentario, Edmundo BalEfe

El laberinto catalán  Cs, el partido catalán que pudo cambiar España

Le queda decidir si quiere vivir una funesta noche electoral en mayo de 2023 u optar por una retirada previa

La mayor influencia catalana en la política española reciente no vino del nacionalismo, sino que llegó de la mano de Cs. El 21 de diciembre de 2017 se celebraron en Cataluña unas elecciones dramáticas con la autonomía suspendida tras dos declaraciones unilaterales de independencia y la derogación del estatuto de autonomía, llevada a cabo paradójicamente por las autoridades autonómicas, y de la Constitución.
Los comicios celebrados a las puertas de la Navidad de 2017 planteaban, a priori, la duda de cual de las dos opciones separatistas obtendría la victoria, ERC de Junqueras o Junts de Puigdemont, pero contra pronóstico la victoria fue para Cs con más de 1,1 millones de votos. Nunca antes un partido no nacionalista había ganado en votos y escaños unas elecciones autonómicas en Cataluña. Los socialistas Maragall y Montilla habían ostentado la presidencia entre 2003 y 2010 pero la fuerza ganadora siempre había sido la nacionalista CiU de Pujol y Mas.
La fuga a oficinas bancarias del resto de España de más de 30.000 millones de ahorros de los catalanes y la salida, a toda prisa, de miles de empresas fueron el preámbulo de la victoria del tándem Inés Arrimadas-Albert Rivera. Cs vencía en Barcelona y Tarragona y superaba el 20 % en Lérida y Gerona, ni Felipe González ni Aznar habían conseguido algo parecido.
En un momento en el que el independentismo catalán reclamaba a ojos de todo el mundo la legitimidad para declarar la secesión esa victoria era mucho más que un mero triunfo, era la constatación de que el independentismo no era mayoritario y que Cataluña lejos de albergar un sentimiento masivo por la separación era una tierra plural.
Cs había nacido en Barcelona 2006 de la mano de un grupo de intelectuales de izquierdas para cubrir un espacio abandonado por el PSC y que el PP de Josep Piqué y Rajoy ni era capaz ni quería cubrir. La campaña por el referéndum del nuevo estatuto de autonomía, donde el PSC pedía el 'sí' y el PP el 'no' pero con la boca pequeñísima, dio alas al nacimiento de Cs.
En su primera comparecencia electoral, el 1 de noviembre de 2006, entre el desprecio del establishment y la ignorancia de los medios catalanes, Cs obtuvo representación. Tras sus crisis de adolescencia en 2009 creció y creció hasta los 25 escaños de 2015.
El momento clave de Cs fue la decisión de Rivera y su sanedrín de saltar a la política nacional en las elecciones europeas de 2014 en las que obtuvo 3 escaños. Los otros partidos nuevos que comparecieron a esas elecciones fueron Podemos y Vox, el primero se llevo 5 euroescaños y el otro cero. Aparentemente el resultado de su apuesta por la implantación nacional se había saldado con éxito y además su competidor director por el mismo espacio electoral, la UPYD de Rosa Díez, había perdido la batalla del relato y desaparecía engullida por Cs.
En la doble convocatoria de generales de 2016, Cs se convirtió en la cuarta fuerza del congreso. En verano de 2018 cuando Pedro Sánchez presenta la moción de censura, Rivera encabezaba las encuestas del CIS y era el favorito a la presidencia del gobierno. En abril de 2019, tras el éxito en Cataluña de finales del 17, Rivera sueña con emular a Macron y superar al PP, casi lo consigue dado que solo le separaron 300.000 votos y un puñado de escaños de Pablo Casado que marco la cota más baja de la historia de los populares.
Al igual que Rivera impuso su relato frente a Rosa Díez, Sánchez ganó el pulso mediático a Riviera y entre la opinión pública caló la idea de que las elecciones generales se repetían y, a la postre, Pablo Iglesias era vicepresidente del Gobierno, porque Rivera se había negado a pactar con Sánchez.
A Rivera se le atribuyó una ambición desmesurada que solo le permitía aceptar la presidencia del Gobierno o nada. Rivera insistió una y otra vez que Sánchez no era de fiar y que jamás le había realizado una oferta formal y concreta para pactar entre abril de 2019 y septiembre de ese mismo año cuando se activó la segunda convocatoria electoral por falta de acuerdo. El tiempo ha dado la razón a Rivera sobre la verdadera faz de Sánchez pero en aquel momento sus votantes no lo vieron así y Cs se descalabro y su líder dimitió al día siguiente de las elecciones.
Los análisis superficiales destacan que fue la falta de capacidad de pacto de Rivera con Sánchez lo que ha llevado a la irrelevancia demoscópica al partido liberal, pero los motivos son más profundos y vienen de antes.
Cs nace en Cataluña como movimiento antirégimen nacionalista y obtiene sus principales apoyos entre votantes socialistas de Barcelona y de ciudades del cinturón metropolitano de la Ciudad Condal. En cambio, en el resto de España Cs se percibe como un partido sistémico, que forma parte del consenso y que es meramente reformista. En el momento de llegar a acuerdos Cs pacta en casi todos los casos con el centro-derecha, como sucedió, por ejemplo, en Andalucía donde facilito que el PP accediera por primera vez a la presidencia de la Junta.
La esencia y mensaje de Cs en su lugar de fundación, Cataluña, y el que da en el resto de España, son contradictorios y el público al que se dirige distinto. A esa dicotomía de discurso hay que añadir una descapitalización de liderazgo en Cataluña, dado que sus principales dirigentes pasaron a dirigir el partido a nivel nacional al igual que en su momento el entorno andaluz de Felipe González se traslado a Madrid con Alfonso Guerra como escudero.
La sensación de abandono y la frustración caló entre la mayoría de votantes de Cs en Cataluña. Fue una lástima porque Cs era un proyecto muy novedoso, por una vez en la historia unos políticos catalanes en lugar de intentar saquear España o despedazarla venían a aportar y a construir. Rivera, Arrimadas, Girauta, etc., eran unos verdaderos patriotas.
La perspectiva nos permite ver que el principio del fin de Cs fue su salto a la política nacional y la incapacidad de aunar dos tipos diferentes de electorados, el procedente masivamente del PP en 16 comunidades y el llegado del PSC en Cataluña. Para Ciudadanos Cataluña no es un lugar más, al igual que para el PSOE y el PP sus almas están en Andalucía y Galicia, respectivamente para Cs está en Cataluña y descalabrarse en Cataluña, como sucedió en las elecciones regionales de 2021, cuando pasó de 36 a 6 diputados es más que un batacazo, es perder los cimientos del proyecto.
De nada sirvió que Albert Rivera sea quien mejor y de forma más prematura describiera cual era el proceder y la nula fiabilidad de Sánchez. En verano de 2018 lo tenía todo a favor para ser el futuro inquilino de la Moncloa pero la moción de censura precipitó las cosas y acortó los plazos de las elecciones adelantándolas a un año y medio a 2019, lo que restó tiempo a Rivera para que el desgaste del PP fruto de la corrupción le llevara en volandas hasta Moncloa.
El enfriamiento del procés en Cataluña, la pujanza de Vox, la irrupción de Díaz Ayuso, la caída de Casado y la estabilización del PP con Feijóo han hecho el resto. Cs hoy es el CDS de Suárez tras su dimisión y a Inés Arrimadas se le ha puesto cara de Rafael Calvo Ortega, último líder de CDS, que condujo al partido de cero en cero hasta que tiró la toalla.
Esta semana los restos de Cs en el Ayuntamiento de Barcelona, donde hace tres años Manuel Valls, el ex primer ministro francés soñó con la Alcaldía, se dividían y su candidata a la alcaldía presentó la renuncia entre traiciones y la irrelevancia mediática. A Arrimadas le queda decidir si quiere vivir una funesta noche electoral en mayo de 2023, peor que la de Landelino Lavilla en 1982 cuando UCD se quedo con 12 diputados, u optar por una retirada previa.
Mientras en Cataluña Vox, el PP y Valents se disputan los restos de Cs. El PSC tras abrirse a pactar con ERC la rebaja del delito de sedición y acordar que la prevaricación estaba permitida en la aplicación de la sentencia del 25 % de español en las escuelas se ha borrado de esa batalla. En el resto de España el regreso a casa o el trasvase al PP de los cargos electos de Cs lo marcarán los tiempos de Arrimadas y Villacís.
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