
Lluís Companys en Sabadell, en 1937.
Memoria democrática
Companys permitió el asesinato de 2.441 sacerdotes, religiosos y monjas en Cataluña durante la Guerra Civil
La realidad histórica desmiente el mito creado por el historicismo nacionalista
El monje de Montserrat Hilari Raguer, independentista y republicano, afirmó en su momento que la Iglesia estaba en deuda con Lluís Companys. «En los primeros momentos –decía–, Companys no solo no ordenó asesinatos sino que hizo todo lo que pudo por evitarlos». Es triste que una persona como Raguer terminara sus años viviendo de la mentira que elaboró una parte del historicismo catalanista para blanquear la figura de Companys y presentarlo como un mártir de la causa.
Le presentan como alguien que no pudo hacer más, porque una serie de incontrolados se dedicaron a asesinar indiscriminadamente. Recordemos que de ser esto cierto, lo tenía muy fácil: podía haber dimitido. Pero no lo hizo, les dio armas a sus amigos anarquistas y sabiendo lo que sucedía, permitió que en la retaguardia catalana se asesinara al menos a 26.606 personas.
Se habla de que Ventura Gassol, conseller de Cultura, salvó la vida del cardenal Francisco Vidal y Barraquer. Es cierto que el arzobispo de Tarragona salvó la vida. Lo que no explican es que en el coche donde viajaba, también estaba el beato Manuel Borrás Farré, su auxiliar en la Catedral de Tarragona.
El 21 de julio fue detenido junto a Vidal y Barraquer. Los trasladaron al monasterio de Poblet. Trasladados a Montblanch se permitió huir a Italia al arzobispo, pero Borrás permaneció detenido, siendo asesinado el 12 de agosto de 1936 y luego quemado.
Obispos martirizados
No sólo fue el beato Borrás. En verano de 1936, la organización eclesiástica de Cataluña en comprendía la sede metropolitana de Tarragona y siete diócesis sufragáneas: Barcelona, Gerona, Lérida, Solsona, Urgell, Vic y Tortosa. Todas ellas quedaron sin obispo durante la Guerra Civil por razones diversas.
Tres de sus obispos –Salvio Huix, de Lérida; Manuel Irurita, de Barcelona, y Manuel Borrás, auxiliar de Tarragona– fueron martirizados. Cuatro pudieron escapar de la persecución –Vidal y Barraquer, arzobispo de Tarragona; Félix Bilbao, obispo de Tortosa; Juan Perelló, obispo de Vic, y Valentín Comellas, obispo de Solsona–, y tras diversas peripecias, se refugiaron en Italia. Justino Guitar, obispo de Urgell, se quedó en Francia. El obispo de Gerona, José Cartañá, se pasó al bando nacional.
En total se llevaron a cabo 2.441 asesinatos a eclesiásticos durante este periodo en Cataluña. De ellos, 1.538 eran presbíteros, 824 eran religiosos y 76 eran monjas. Antes de estallar la guerra, había en Cataluña 2.050 parroquias, 900 casas religiosas y unas 4.000 iglesias, santuarios o ermitas.
La diócesis de Barcelona contaba con la presencia de 35 órdenes masculinas que agrupaban un total de 1.700 religiosos, de los cuales 425 fueron asesinados. Junto a ellos hay que contar además a 112 religiosos procedentes de otras diócesis y de diversas órdenes que se habían refugiado en la Ciudad Condal. Igualmente las órdenes femeninas contaban con treinta familias y un total de 7000 monjas de las cuales asesinaron a 76.
En el monasterio de Montserrat
El siguiente ejemplo es el monasterio de Montserrat, de donde era monje Raguer. El 17 de julio de 1936 allí había 50 sacerdotes, 35 clérigos, 8 novicios, 50 hermanos legos, 25 postulantes y 35 niños cantores. En las hospederías del monasterio había unos 500 peregrinos. Durante la Guerra Civil, 23 monjes de la comunidad de Montserrat fueron asesinados.

Monasterio de Montserrat
Aunque el monasterio de Montserrat fue utilizado como un hospital militar, ninguno de los monjes fue asesinado dentro del monasterio mismo. Cierto es que algunos consiguieron huir, pero el gobierno de la Generalitat de Cataluña no los protegió y, aunque permitió su huida, no hizo nada para salvar la vida a esos 23 monjes asesinados.
Maristas asesinados
El último ejemplo está vinculado a los 46 maristas asesinados en el cementerio de Montcada y Reixach. Entre ellos estaba el provincial, hermano Laurentino, Mariano Alonso Fuente. Este se quedó en Cataluña para gestionar la marcha a Francia de 117 miembros de la orden. Habían pagado un rescate a la Generalitat para poder huir tranquilos.
Miembros de la CNT les tendieron una trampa, con el consentimiento de la Generalitat, y 106 de ellos cayeron. Era el 7 de octubre de 1936. Aquel día tenían que partir, desde el puerto de Barcelona, en el buque Cabo San Agustín. Aquella noche el hermano Laurentino y otros 45 maristas fueron sacados a la fuerza del barco, trasladados al cementerio de Montcada i Reixach, y allí asesinados. La CNT-FAI llevó a cabo su trabajo y la Generalitat no movió un solo dedo.
Los miembros de la CNT-FAI querían también asesinar a un segundo grupo de maristas, aunque se frustró aquel asesinato gracias a un patrullero de la checa de San Elías, llamado Vicente Subirats, que reconoció a Pere Soler, hermano de un amigo suyo, teniente de los Mossos d’Esquadra, que consiguió llevarle un mensaje al presidente Lluís Companys. En él le informaban de las pretensiones de los anarcosindicalistas. Companys dio la orden de que no los asesinaran, en gran parte para salvarse a sí mismo, ante la orden de los maristas, a nivel internacional, porque habían pagado un rescate.
Este rescate, 200.000 francos, se lo entregaron al conseller de Finanzas Josep Tarradellas. Se cuenta que el dirigente anarquista, Joan García Oliver, el 27 de octubre de 1936, le pidió a Tarradellas 5.000 francos para el Comité de Milicias. Tarradellas le entregó los 5.000 francos: «Todavía están calientes, porque pertenecen al paquete de miles de francos que acaba de entregarme Aurelio [Fernández], procedentes del intercambio por la libertad de maristas».
Tarradellas le entregó, además, 100.000 francos para comprar armas en Suiza y 200.000 francos para ingresar en una cuenta corriente, en el banco Buick de Suiza, a nombre de la Conselleria de Finanzas.
Decíamos al hablar del obispo Polanco que el general Rojo intentó salvarlo. Decíamos que Raguer afirma la deuda de la Iglesia Católica con Companys. La verdad es que, a parte de 62 maristas y de Vidal i Barraquer, la deuda queda reducida a casi nada. Companys no movió un dedo para salvar al obispo Irurita, sabiendo donde estaba escondido, ni para salvar a Huix ni a Borras ni al resto de los 2.441 miembros de la Iglesia asesinados.