
El presidente de la Generalitat de Cataluña, Salvador Illa, este viernes en Pamplona
El laberinto catalán
Doce meses de la victoria de Illa: más que un año de pacificación, un ejercicio en blanco
El reto socialista es que Cataluña siga siendo el granero de votos que permita a Sánchez mantenerse en La Moncloa
Salvador Illa ha sido la única alegría de Pedro Sánchez desde su última victoria electoral en 2019. El primer secretario del PSOE gobierna, pero perdió las elecciones generales y fue derrotado en las europeas y en las autonómicas. Leídos los WhatsApp que el presidente se intercambia con su amigo José Luís Ábalos, hay algo más que dudas de que se alegrara del éxito de García-Page en Castilla La Mancha.
La victoria de Illa en Cataluña el 12 de mayo de 2024, ahora hace un año, ha sido lo único que Sánchez ha podido celebrar, aunque el ganador no fuera el PSOE sino su partido hermano, el PSC. A pesar de que Junts acuse al PSC de sucursalista y españolista, la realidad es que el PSOE ha comprado todos los postulados nacionalistas del PSC.
Desde la misma noche electoral se vio claro que el acuerdo para facilitar el acceso de Illa a la presidencia de la Generalitat no sería cosa fácil, y de hecho se tuvieron que mantener conversaciones durante tres meses para que pudiera convertirse en el tercer presidente socialista de Cataluña.
Un balance pobre
Un año más tarde de esas elecciones, Illa gobierna sin oposición, pero a la vez con un balance muy pobre. Las sesiones de control en el parlamento autonómico son una balsa de aceite para el exministro sin Oriol Junqueras ni Carles Puigdemont, el primero inhabilitado y el segundo fugado.
La ausencia de los líderes de los dos principales partidos independentistas permite a Illa buscar otros enemigos más cómodos con los que confrontar y la figura elegida es la líder de Aliança Catalana, Sílvia Orriols. Illa disfruta del cuerpo a cuerpo con la alcaldesa de Ripoll: con ello gana contraponer su proyecto al de la emergente fuerza radical independentista y a la vez desgasta a Junts, adversario electoral directo de Aliança Catalana.

Salvador Illa, durante una sesión de control en el Parlament
Illa, a falta de mayoría parlamentaria para aprobar nada, basa su política en gestos y mensaje. El más importante de sus lemas es el de la «pacificación» de Cataluña. Según el relato socialista, su política ha desinflamado Cataluña, ha permitido que algunas empresas importantes –como el Banco de Sabadell– retornen su sede social a Cataluña y ha normalizado la vida institucional antes alterada por lazos amarillos, pancartas, declaraciones altisonantes y desplantes a la Casa Real.
Efectivamente la preocupación por la independencia ha caído a plomo en las encuestas ,y el porcentaje de catalanes que responden que votarían afirmativamente en caso de convocatoria de un referéndum por la secesión se sitúa hoy en el 32%, la cifra más baja jamás registrada por el CEO, el CIS catalán.
Sin embargo, la desactivación del independentismo es más atribuible a los errores propios de los partidos que los representan –ERC fue desalojada de la Generalitat por su incompetencia– que a las políticas de Illa. El socialista, además, se ha visto obligado a realizar constantes cesiones a ERC y a los Comunes, sus socios de investidura, pero no de legislatura.
Por otra parte el catalán medio tiene problemas para comprender la política de Junts, basada en apoyar al PSOE en Madrid y criticar a los socialistas en Cataluña. Es una especie de esquizofrenia política que no está dando buen resultado a los ex convergentes.
Dos ideas
Illa accedió a la presidencia con un programa ambicioso que tenía dos ideas principales: la reforma de la administración para simplificar la burocracia y la construcción de 50.000 viviendas sociales. Un año después, no hay rastro ni de una cosa ni de la otra.
La Generalitat no tiene presupuestos e Illa realiza cesiones a los Comunes en materia de vivienda que tienen como resultado un hundimiento del mercado. Además, permite a ERC realizar anuncios en materia nacionalista de temas como la condonación de la deuda que luego no se materializan.
Illa tiene un horizonte electoral despejado por falta de alternativa, a pesar de aparecer a los ojos de la opinión pública como un hombre sin margen para gobernar o que constantemente se ve forzado a tomar medidas que, en realidad, no parecen ser de su agrado.
El reto del PSOE
El reto socialista es que Cataluña siga siendo el granero de votos que permita a Sánchez mantenerse en La Moncloa y si eso implica que Illa no tenga agenda legislativa, tal como ha sucedido hasta ahora, eso no es problema para Ferraz. El rol que le toca a Illa es el de no generar problemas y mantener a ralla a los Comunes -esto es, a Sumar- y a ERC para que no se incremente la presión sobre la cada vez más inestable posición de Sánchez.
El secretario general socialista no parece tener motivos de preocupación por sus propios resultados en Cataluña. Es más, Cataluña puede ser la única comunidad autónoma en la que venza en las próximas elecciones. Su flanco débil son sus socios, ya que a la caída de los Comunes se suma la resurrección de Podemos en Cataluña, mientras que ERC no recupera el pulso y Junts está en retroceso ante la pujanza de Aliança Catalana.
La Moncloa se decidirá en Cataluña en la capacidad que tenga el PP para recortar distancias, recuperando la representación en Lérida y Gerona y creciendo en Barcelona, o en cómo los socialistas pueden impedirlo. Ahí está la respuesta a quien será el próximo morador de La Moncloa.