Pedro Sánchez, en su entrevista con el periodista catalán Jordi Basté, este martesEl món a RAC1 / X

Análisis

Sánchez se arrodilló dos veces en una hora para advertir a Junts y ERC de que se les puede acabar el chollo

Al presidente del Gobierno le pasa como a los malos magos: de tanto repetirlos ya se le ven los trucos

Pedro Sánchez es un experto, es perder elecciones. El actual presidente del Gobierno no ha ganado ninguna desde 2019, pero tiene fama de ser un mago en imponer su relato. Las entrevistas que concedió este martes a RAC1 y a La 2 Cat de RTVE nos permiten llegar a conclusión de que, en este aspecto, quizás es un personaje sobrevalorado.

Durante septiembre, octubre y casi todo noviembre, Sánchez consiguió que el debate público se moviera entre médicos objetores de practicar abortos, Eurovisión, Israel y Palestina: el presidente estaba cómodo.

Sin embargo, llegó la sentencia condenatoria a su Fiscal General del Estado y la entrada en prisión del ahora desconocido –y antes íntimo– José Luis Ábalos, con sus confesiones pregrabadas a modo de venganza precognoscente en las que implica a Begoña Gómez en el rescate de Air Europa y a él mismo en los favores a la narco dirigente venezolana Delcy Rodríguez. De repente, Sánchez necesitaba hacer algo, de forma urgente, para recuperar el control de la información.

Para lograrlo se ofreció a sendas entrevistas en RAC1, la emisora líder en Cataluña, y en La 2 Cat, el nuevo canal íntegramente en catalán de RTVE, con el objetivo de dejar atrás su campo de minas personal y judicial. Dos entrevistas de 30 minutos cada una, con dos grandes líderes de la comunicación catalana –Jordi Basté y Gemma Nierga–, donde pretendía lanzar un mensaje principal a la sociedad catalana en general y a Junts en particular: o me apoyan a mí o ganan PP y VOX y se les acaba el chollo de las concesiones a Cataluña.

Un mensaje a los votantes

Sánchez no ha utilizado sendas entrevistas para dirigirse al votante del PSC, sino a los simpatizantes de Junts y ERC, a los que ha dejado claro que no necesitan votar a Carles Puigdemont ni a Oriol Junqueras para lograr un trato privilegiado para Cataluña: pueden votarle a él directamente, dado que está dispuesto a todo a cambio de los diputados catalanes a los que él considera claves para mantenerse en La Moncloa tras las elecciones generales, que el presidente aún fija en 2027.

Pedro Sánchez y la portavoz de Junts en Madrid, Míriam Nogueras, en una imagen de archivoEuropa Press

No va desencaminado el presidente del Gobierno: el último barómetro del CEO –más conocido como el 'CIS catalán'–, otorga al PSC-PSOE entre 19 y 20 escaños al Congreso por las cuatro provincias catalanas, lo que significa incluso uno más de los que dispone actualmente.

Mientras, el PP está estancando a la baja, pudiendo llegar a perder un escaño, y Vox sube entre tres y cuatro escaños. La encuesta sitúa tanto al PP como a Vox por delante de Junts, y otorga a Podemos un escaño por Barcelona, a costa de una hemorragia de los Comunes-Sumar, que pierden cuatro diputados.

Las entrevistas de Sánchez han sido decepcionantes. Al presidente le pasa como a los malos magos: de tanto repetirlos ya se le ven los trucos. Es cierto que sus augurios sobre la plagas de extrema derecha que asolaran al planeta Tierra si él pierde el poder, junto a las acusaciones a los jueces de lawfare y a los medios de comunicación de manipulación, pueden sonar estrafalarias fuera de Cataluña.

Sin embargo, caen bien en una comunidad donde hablar de jueces franquistas, de medios de comunicación en manos de poderes ocultos anticatalanes y de conspiraciones orquestadas desde el poder para someter a los catalanes a un régimen de semiesclavitud no solo no suena raro, sino que ha sido metabolizado, por una parte, no menor de la sociedad catalana.

Sin reparo en mentir

Sánchez se presentó en las entrevistas ante el votante de Junts y ERC al estilo de Cordell Hull, el secretario de Estado de Franklin Roosevelt, hablando de Somoza. Podríamos decir que ha venido a decirles: «Soy un HDP, pero soy vuestro HDP».

Sánchez no ha tenido reparo en mentir al afirmar que él terminó con la policía patriótica, cuando lo cierto es que con él se usó más que nunca el sistema Pegasus para espiar a sus socios de investidura de ERC. También ha dicho, sin mover un músculo de su magra cara, que con él ha terminado la corrupción, cuando tiene a su ministro de Transportes en la cárcel, mientras que ningún ministro de Rajoy pisó el penal.

Además, Sánchez se presentó como adalid de la democracia, cuando avala la narcodictadura venezolana y el régimen corruto-comunista cubano, aplaude a Gustavo Petro en Colombia y suspira por el retorno de Cristina Fernández de Kirchner al poder en Argentina.

Sánchez no vive en una realidad paralela: ha construido para sí mismo y sus seguidores un mundo alternativo pero real, que se resume en dos frases de sus entrevistas. «No hemos hecho nada malo», sin saber si se refería a él y su esposa, a su Gobierno, a su partido o a todo en general.

Y la frase final: «El tiempo jugó a nuestro favor». Esta última sentencia resume el pensamiento sanchista: «Él y a favor». Lo que nos suceda a los demás, incluso a los de su partido, le importa una higa.