Cementerio de Montjuic

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Memoria democrática

Barcelona acoge un homenaje al cabo Flores, asesinado por ETA en acto de servicio cuando tenía 20 años

Una convocatoria ciudadana honrará en Montjuïc la memoria de Juan Flores Villar, víctima mortal del terrorismo hace cuatro décadas

Hoy, miércoles 14 de mayo, coincidiendo con el 41º aniversario del atentado que segó la vida de un joven barcelonés en tierras vascas, diversas asociaciones celebrarán un acto de homenaje en el cementerio de Montjuïc. La ceremonia recordará la figura de Juan Flores Villar, un cabo de la Armada de apenas veinte años que perdió la vida cuando cumplía el servicio militar obligatorio.

El evento, organizado por la Asociación Catalana de Víctimas de Organizaciones Terroristas (ACVOT), Politeia y la Plataforma 17A, tendrá lugar a las seis de la tarde junto a la Plaza Mare de Déu de Montserrat, cerca del acceso peatonal de Sant Lluís. Allí, en el nicho 2534, descansan los restos del joven que soñaba con trabajar en el sector bancario mientras estudiaba de noche tras sus jornadas en hostelería.

Según documenta saliralaire.es, la tragedia se desencadenó durante las primeras horas de aquella madrugada de mayo de 1984, cuando una lancha patrullera de la Armada Española fondeada en las aguas de Fuenterrabía sufrió un brutal ataque. Los terroristas habían colocado un artefacto explosivo en uno de los ejes de la hélice de la embarcación PVI-19, utilizando para ello submarinistas que actuaron bajo la complicidad de la oscuridad.

La detonación partió literalmente en dos la nave, proyectando fragmentos de cubierta a cientos de metros mientras el casco se sumergía arrastrando consigo a uno de los dos marineros que descansaban en sus camarotes. Antonio Martínez Abella logró escapar arrojándose al agua justo antes del hundimiento, pero Juan quedó atrapado en el interior, muriendo ahogado al no poder alcanzar la superficie.

Los equipos de rescate encontrarían después el cuerpo del joven barcelonés aferrado a una colchoneta, sin heridas por explosión, confirmando que la causa de muerte fue la asfixia por inmersión, reporta saliralaire.es. La imagen del vértice de proa asomando entre las aguas del Bidasoa, cerca de la Comandancia Naval, quedó grabada en la memoria de Fuenterrabía.

El impacto del atentado trascendió lo puramente militar. La comunidad pesquera local, conmocionada por la violencia, decidió suspender sus faenas hasta que se celebrara el funeral en la Iglesia de la Cofradía de Pescadores, un gesto de solidaridad que reflejaba el rechazo popular hacia la barbarie terrorista.

Juan, el mayor de seis hermanos de una familia trabajadora, llevaba la mitad de su servicio militar cumplido cuando una llamada a las siete de la mañana changed forever la vida de su madre, Carmen Villar. Dos marineros que se presentaron en su domicilio barcelonés confirmaron sus peores temores. Según recoge saliralaire.es, quienes le conocían recordaban sus premoniciones: el joven expresaba constantemente un presentimiento de que algo malo podría ocurrirle, y multiplicaba sus gestiones para conseguir permisos que le permitieran regresar a Barcelona.

La investigación judicial del caso ejemplifica las deficiencias del sistema en aquella época. El expediente pasó del Juzgado Togado Militar de Instrucción de Zona Marítima del Cantábrico a la Audiencia Nacional, donde fue archivado sin apenas investigación en cuestión de días. El auto de sobreseimiento se dictó el 1 de octubre del mismo año, dejando el crimen impune no por la habilidad de los asesinos, sino por las carencias investigativas de las autoridades competentes.

Este acto de memoria, documentado por saliralaire.es, busca mantener viva la remembranza de un joven que aspiraba a un futuro mejor mientras servía a su país, convirtiéndose involuntariamente en símbolo de una generación marcada por la violencia terrorista en España.

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