Recreación de la Galera Real, en el Museo Marítimo de Barcelona

Recreación de la Galera Real, en el Museo Marítimo de BarcelonaWikimedia

Historias de Barcelona

El museo de Barcelona donde puedes subir a la galera que ganó la batalla de Lepanto

En las antiguas Drassanes de Barcelona se conserva una de las reproducciones navales más impresionantes de Europa: la réplica a tamaño natural de la galera que comandó don Juan de Austria en Lepanto

Entrar al Museo Marítimo de Barcelona es adentrarse en los astilleros medievales mejor conservados del mundo. Pero entre sus naves góticas destaca una presencia imponente: sesenta metros de eslora pintados en rojo y oro que transportan al visitante hasta octubre de 1571, cuando el destino del Mediterráneo se decidió en aguas griegas que ahora puedes recorrer mediante una visita guiada que ofrece el museo.

La Galera Real original nació aquí mismo, en estas mismas Drassanes, en 1568. El virrey de Cataluña recibió órdenes precisas: construir el buque insignia con «la mejor madera que por esas partes se hallase», aprovechando que el pino catalán era considerado el mejor material naval de tres continentes. No era una embarcación cualquiera. Felipe II necesitaba un símbolo flotante de su ambición universalista, un manifiesto político que anunciara la victoria cristiana antes incluso de combatir.

Para diseñar su programa decorativo, se contrató al humanista sevillano Juan de Mal Lara, quien concibió un discurso visual que combinaba escenas religiosas con mensajes edificantes. La popa se cubrió de esculturas y bajorrelieves que narraban la eterna lucha del Bien contra el Mal. Cada talla, cada pintura, proyectaba un mensaje: esta nave era el brazo armado de Dios en la tierra.

236 remeros y un destino épico

Los números impresionan: 59 enormes remos movidos por 236 remeros impulsaban este coloso de 60 metros de eslora, 6,20 de manga y apenas 2,08 de puntal. Cuando en julio de 1571 don Juan de Austria embarcó rumbo a Génova, lo hizo en una obra de arte flotante que debía estar a la altura de las pretensiones del rey más poderoso de Europa.

La réplica de la Galera Real, en el Museo Marítimo de Barcelona

La réplica de la Galera Real, en el Museo Marítimo de BarcelonaWikimedia

El 7 de octubre de ese año, frente a las costas de Lepanto, la Galera Real se enfrentó directamente a la Sultana de Alí Pachá, el comandante otomano. Los testimonios hablan de una violencia destructora. En el fragor del combate cayó Alí Pachá, golpe decisivo que desencadenó la victoria de la Liga Santa. Pero el precio fue alto: la galera quedó tan dañada que don Juan no pudo celebrar el banquete de victoria a bordo.

De regreso a Mesina, la nave remolcó triunfante a la galera turca capturada, mientras todos los notables acudían a contemplarla. Había cumplido su destino, pero su existencia resultó tan efímera como gloriosa.

Una reconstrucción magistral

La réplica que hoy puede admirarse se construyó en 1971 para conmemorar el cuarto centenario de la batalla. No se escatimaron esfuerzos: artesanos de los Astilleros Cardona trabajaron in situ bajo la supervisión del director del museo, José María Martínez-Hidalgo. Gabriel Alabert y Francisco Ribera se encargaron de reproducir con sumo detalle la rica ornamentación de la popa, recreando fielmente aquel programa iconográfico renacentista diseñado cuatro siglos atrás.

El resultado es la pieza más singular del Museo Marítimo. Los visitantes pueden admirar un pasillo central que cruza la nave de proa a popa, casi caminando literalmente por la historia. Desde una tribuna elevada se aprecia la magnitud del conjunto: el contraste entre la funcionalidad militar de los bancos de remo y la exuberancia decorativa de la popa, donde el mensaje político de Felipe II se despliega en todo su esplendor barroco.

Las Drassanes que acogen esta joya no son un escenario casual. Estos astilleros medievales fortificados fueron la zona cero del poder naval de la Corona de Aragón en el Mediterráneo, con capacidad para construir hasta dieciséis galeras simultáneamente. Aquí se forjó el dominio marítimo que permitió a Barcelona convertirse en potencia comercial y militar.

Contemplar la Galera Real en su lugar de nacimiento cierra un círculo histórico. En estas mismas naves góticas, hace más de cuatro siglos, carpinteros de ribera dieron forma al sueño imperial de Felipe II. Hoy, su réplica nos recuerda que los grandes momentos de la historia no solo se libran en el campo de batalla, sino que se construyen, tabla a tabla, en lugares como este.

La visita al Museo Marítimo permite algo único: subir, aunque sea virtualmente, al barco que cambió el curso del Mediterráneo, y comprender que detrás de cada victoria hay siempre una historia de ambición, arte y maestría artesanal.

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