Detalle de la carta 'Tritón anhelante', de Magic: the Gathering

Detalle de la carta 'Tritón anhelante', de Magic: the GatheringWizards of the Coast

Leyendas de Cataluña

Mujeres de agua y el demonio de un solo cuerno: las leyendas de la Costa Brava

Algunas de las historias que se cuentan en las localidades costeras del norte de Cataluña

Las mujeres de agua, que hacen perder la cabeza a los hombres que se las encuentran, son uno de esos seres de leyenda que aparecen en relatos y tradiciones por toda Cataluña: las encontramos desde el Vallès Oriental al Maresme, la Costa Brava y el Montseny. Comarcas, cómo no, por las que también ha rondado el demonio. De todo ello hablaremos en este artículo.

La masía Can Ratés, en Santa Susanna (Barcelona), fue propiedad de la familia Poch, hasta que en 1861 la adquirió el barón de Ratés. Luego la adquirieron los Amer y, desde 1989 es propiedad del Ayuntamiento de Santa Susana. Es del siglo XVI y está protegida como Bien Cultural de Interés Local.

Cuenta la leyenda que las mujeres de agua habitaban aquel lugar. En primavera cogían ramas robustas, dispersaban las semillas y hacían florecer las flores, y nadie las podía molestar mientras trabajaban. Aquellos que se atrevían eran sumergidos en la fuente del olvido, donde perdían la memoria, o bien eran convertidos en piedra durante un rato.

Ninfas y demonios

Un hombre rico de Santa Cristina d’Aro (Gerona), mientras iba al mercado, oyó cómo reía un niño perdido. Lo cogió en brazos y lo llevó a su casa. Pasaron los años. El niño creció. En cierta ocasión, cuando el hombre y el niño estaban sentados en el portal de su casa, apareció una mujer bellísima y misteriosa.

El niño salió corriendo para abrazarla y desapareció: era una mujer de agua. La casa prosperó como nunca antes. Por alguna razón que se desconoce, en cierta ocasión, el hombre lanzó una maldición contra aquella mujer. La prosperidad de la casa se convirtió en miseria, desastres y calamidades.

Vista de Santa Cristina d'Aro

Vista de Santa Cristina d'AroCosta Brava Pirineu de Girona

En Lloret de Mar (Gerona) tenemos una leyenda vinculada con un demonio que le falta una asta, en la ermita de Santa Cristina del siglo XVIII. Se cuenta que un pescador francés naufragó un día ante las costas de esta población costera. El pescador, que también era contrabandista, sobrevivió gracias a que se agarró a un barril vacío.

Le hizo una promesa a Santa Cristina, si sobrevivía. Sin embargo, como consecuencia de lo sufrido en el mar, al llegar a tierra había perdido la memoria. Al cabo de muchos años la recuperó. Inmediatamente fue a la ermita y le arrancó un asta al diablo diciendo: «He aquí el símbolo del mal en este mundo, arrancado y destruido como prometí».

La leyenda de Can Blanch

Ahora nos trasladamos a Arbúcies (Gerona), a los pies del Montseny en la comarca de La Selva, a la masía conocida como Can Blanch. Estando el dueño de la masía descansando debajo de un árbol, oyó la voz dulce de una mujer que cantaba una canción. Se levantó y se acercó con cautela al lugar donde sonaba aquella melodía.

Descubrió a una bella mujer recostada a la vera de un arroyo. Empezó a hablar con ella. No tardaron mucho en jurarse amor eterno. La pareja de enamorados se casaron, pasando a ser la señora de Can Blanch. Como en otras leyendas, las tierras de Can Blanch dieron grandes frutos y la masía se enriqueció.

El matrimonio tuvo un niño y una niña, que se convirtieron en la alegría de la casa. La mujer, antes de casarse, le puso una condición. Nunca le podía preguntar su nombre ni su origen. Tampoco le podía llamar «mujer de agua». De ocurrir, un gran desastre caería sobre Can Blanch y ella desaparecería.

Pasaron los años y el amor del principio empezó a desaparecer. Parecía como si ya no estuvieran enamorados. Un día, en uno de los enfrentamientos que tenía con su mujer, este le dijo que «¡Anda allá, tú, que ignoro de qué madre naciste! ¡Anda allá, mujer de agua!». Al oír aquellas palabras la cara de la mujer se transformó .Sin decir palabra salió corriendo de la casa dirección hacia el Montseny. El hombre reaccionó arrepintiéndose de sus palabras. Por eso salió corriendo detrás de su mujer. En su desesperación le pedía perdón.

Llegaron al Gorg Negre de Gualba, donde la mujer se arrojó, desapareciendo entre las aguas, ante el asombro del marido. A partir de aquel día las penurias cayeron encima de Can Blanch. Todo fue de mal en peor. La ruina se fue apoderando de la casa. Sin embargo, cada mañana aparecía la casa limpia y aseada. Los niños peinados sin que nadie supiera como ocurría. El padre les preguntó quién los arreglaba cada mañana y respondieron que su madre.

El marido pretendió, cada día, levantarse antes del alba para coincidir con su mujer, pero la somnolencia le impedía levantarse. Con lo cual le fue imposible coincidir con ella. Lo único que dejaba como prueba de haber estado allí, eran dos lágrimas convertidas en perlas entre los cabellos de su hija. Esto se repetía cada día. Gracias a aquellas perlas la casa volvió a recuperar su bienestar y riquezas.

La leyenda del Gorg Negre

El Gorg Negre también tiene su propia leyenda. Esta dice que antiguamente en Gualba había fuertes tormentas, que arrasaban los campos y los bosques, y llevaban la ruina a aquellas comarcas. Todo el mundo veía que las nubes de las tormentas se formaban sobre el Gorg Negre («Poza Negra») y que pocas horas antes, sus aguas rebullían y hacían un rumor extraño hasta que se levantaban unas nieblas que formaban en la cima una nube negra.

Ya de tiempo antiguo se sabía que allí vivían brujas y brujos y se creía que toda la maleza de las tormentas la provocaba aquellas endemoniadas figuras. Entonces el párroco de Gualba y todos sus feligreses fueron en procesión hasta allí. El párroco echó agua bendita para obligar a las brujas y los brujos a vivir en el fondo del agua, y mandó plantar una cruz en la cima de la montaña donde se formaba la nube. Y parece que desde entonces, el término de Gualba se ha visto siempre más libre de esas grandes tormentas.

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