Detalle de un mural pintado por la artista Lily Brick en Penelles (Lérida)

Detalle de un mural pintado por la artista Lily Brick en Penelles (Lérida)Wikimedia

Historia

No es sólo Gerona: el auténtico origen histórico de «Lérida» es muy anterior al de «Lleida»

Un recorrido por las múltiples transformaciones de la toponimia ilerdense: de las raíces íberas a la reconquista

Hace unos días nos hacíamos eco de un lúcido artículo del historiador, sociólogo y profesor de la Universidad Abat Oliba CEU Javier Barraycoa en el que revisaba la etimología del topónimo «Gerona» y demostraba que su uso es muy anterior al de su versión actual en catalán, «Girona». Lo cierto es que el de la capital gerundense no es el único caso: ocurre algo similar con su homóloga Lérida y el catalán «Lleida».

Así lo destaca Barraycoa en otro erudito artículo publicado en su blog y titulado «Por qué decir ‘Lérida’ es tan catalán, o más, que decir ‘Lleida’». En él hace suyas las palabras del historiador del lenguaje Enrique Cabrejas, que en la obra Etimología de Lérida señala que el nombre de la ciudad ilerdense proviene de tiempos íberos, y vendría a significar «manantial» o «agua de fuente».

El nombre de aquella ciudad, denominada Iltirta por los pobladores de la región, fue conocido más tarde por los romanos como Ilerda. «De la época visigoda apenas nos quedan registros», señala Barraycoa, pero apunta que la chicha etimológica llega a principios del siglo VIII, entre los años 716 y 719, cuando los musulmanes invaden la ciudad.

Con los conquistadores desapareció el romano Ilerda y dio lugar –por la «adaptación fonética del árabe», señala el autor– al topónimo «Lareda»... que, con los siglos, evolucionó a «Lárida». Así se conoció al Emirato de Lárida, creado tras el hundimiento del califato de Córdoba en el siglo XI. Esta forma, «Lárida», es el antecedente directo del actual «Lérida», y aparece mucho antes de que «Lleida» exista.

El origen de «Lleida»

Hay que esperar hasta el siglo XII, con la reconquista de la ciudad por parte de los condes Ramón Berenguer IV y Ermengol VI, para que aparezca algo parecido a «Lleida». En 1150, Lérida recibió la Carta de Población, señala Barraycoa, y añade: «La repoblación de Lérida por parte de Urgel puede explicarnos la aplicación –o aparición– del topónimo Lhèida de origen occitano, o también Leyda».

Detalle de un retrato de Ramón Berenguer IV y Petronila de Aragón

Detalle de un retrato de Ramón Berenguer IV y Petronila de AragónWikimedia

Este último es el que fue empleado en la Edad Media hasta que, en el siglo XVII, por Cataluña fue difundiéndose un préstamo del castellano, la letra elle. «Por tanto, en la Edad media, se escribía y pronunciaba ‘Leyda’ y no ‘Lleyda’», señala el historiador, destacando que es el mismo fenómeno que ocurre con la forma «Urgel» medieval y la actual «Urgell».

A partir de ahí, no obstante, ocurrió como ya pasaba con las formas «Gerona» y «Girona»: los escritores que usaban el catalán empleaban «Lérida» y «Lleyda» indistintamente. Barraycoa pone el ejemplo del poeta Amadeo de Escás, que usa la expresión «Lérida» escribiendo en catalán para loar los productos leridanos frente a los de París o Colonia.

Como conclusión, señala Barraycoa, lo que encontramos en el caso de «Lérida» y «Lleida» son «dos formas toponímicas y ambas genuinamente arraigadas en la historia», provenientes respectivamente de las formas «Lárida», que apareció primero, y «Leyda», que vino después, mal que le pese a los historiadores nacionalistas.

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