Muerte de Wifredo el Velloso, pintada por P. A. Béjar
Historias de Cataluña
¿Existió el «Principado de Cataluña»? El origen del término nacionalista para no decir «comunidad autónoma»
Es una denominación tradicional que se remonta al siglo XIV, pero no aparece en el Estatuto de Autonomía
Decía Josep Pla que el bilingüismo plantea «el problema del subconsciente catalán», que es el «origen de todo el drama cultural del país», porque da lugar «a una psicología de un hombre dividido, que tiene miedo de ser él mismo y, al mismo tiempo, no puede dejar de ser quien es». «No son elucubraciones mías, son hechos. Son las señales típicas del complejo de inferioridad», remata el autor de Coses vistes.
Tal vez sea este complejo de inferioridad el que se pone de manifiesto cuando en medios como TV3 o Catalunya Ràdio se evita hablar de «comunidad autónoma» y se opta por el término «Principado de Cataluña» —así se pudo escuchar, sin ir más lejos, en el parte meteorológico de este jueves—, tal vez buscando dar un plus al territorio para sentirse mejor. Y no hablemos ya de los «Países Catalanes», un concepto inventado por el valenciano Joan Fuster.
Ahora bien, ¿el término «Principado de Cataluña» tiene una base histórica? Para hablar de ello debemos remontarnos a la época de los carolingios, una dinastía franca que gobernó gran parte de Europa occidental entre los siglos VIII y X. Su nombre proviene de Carlos Martel, mayordomo de palacio, y de su nieto Carlomagno, coronado emperador en el año 800.
El imperio carolingio alcanzó su máxima extensión bajo su reinado, abarcando territorios que hoy corresponden a Francia, Alemania, Italia y otros países europeos. También dominaron un territorio conocido como Marca Hispánica, que comprendía los llamados «pueblos vascos», Pamplona, Sangüesa, Jaca, y una serie de condados llamados Ribagorza, Sobrarbe, Pallars, Urgel, Conflent, Cerdaña, Rosellón, Vallespir, Perelada, Ampurdá, Besalú, Osona, Gerona y Barcelona.
Mapa de la Marca Hispánica en el 814
Cada uno de estos condados tenía sus propios condes, miembros de la nobleza visigoda, nombrados por los reyes francos, y dependientes de estos. Entre ellos destacan los condes de Osona, como Borrell, Rampón, Bernardo, Aissó y Guillemó, así como los condes de Barcelona como Belló y su hijo Sunifredo I, quien también fue conde de Urgell y Cerdaña.
Guifré el Pilós
Podemos decir que todo cambió en el 878 al ser nombrado Guifré el Pilós («Wifredo el Velloso») como conde de Barcelona, de Urgel, de la Cerdaña y de Gerona. Teniendo en cuenta la decadencia de los carolingios, Guifré decidió que sus hijos heredarían sus condados: fue, por tanto, el último conde designado por la monarquía franca.
Como hemos dicho, los condados catalanes eran territorios gobernados por condes nombrados por el rey franco. Guifré el Pilós destacó por su habilidad para fortalecer su poder y expandir su influencia sobre varios condados, convirtiéndose en una figura clave en la historia de Cataluña. Su obra más importante fue la incorporación de territorios que formaron el condado de Osona, uniendo así varios condados bajo su mando.
Con lo cual, la actual Cataluña era la unión de varios condados. De hecho, el término «Cataluña» no aparece, como tal, hasta el 1117, en la forma latina que aparece en el poema pisano Liber moiolichinus de gestis pisanorum illustribus.
En ese texto, que describe las gestas que los pisanos realizan con los catalanes para abordar la conquista de Mallorca, aparecen varias referencias al conde Ramón Berenguer III -Dux Catalanensis, Rector Catalanicus hostes, Catalanicus heros, Christicolas Catalanensesque- así como referencias propias como catalanenses o catalanensis y al territorio de estos, Catalania.
Un término jurídico
En realidad el término «principado» es jurídico, y empezó a utilizarse en el siglo XIV para nombrar al territorio bajo jurisdicción de las Cortes catalanas, cuyo soberano era el conde de Barcelona que, a su vez, era el rey de Aragón, de Valencia y Mallorca. A menudo se ha utilizado el título nobiliario de «príncipe» para el heredero de la corona, pero en el caso de la Corona de Aragón, el heredero ostentaba el título de duque de Gerona, más tarde cambiado a príncipe de Gerona.
No se debe confundir el principado de Cataluña con un título nobiliario. Y aquí podemos volver a lo dicho por Pla. Ese complejo de inferioridad, en cierta medida, está ligado al hecho que Cataluña, dentro de la corona de Aragón, siempre fue un principado o un condado —como se quiera decir— rodeado de reinos. Dicho de otra manera, nunca consiguió la denominación de Reino de Cataluña, quedando en una suerte de ‘segundo nivel’ nobiliario, por decirlo de alguna manera.
Por tanto, la denominación que el nacionalismo catalán se hace propia en el siglo XXI, «Principado de Cataluña», es una denominación tradicional, pero no legal, pues el Estatuto de Autonomía no recoge esta terminología. Actualmente la princesa Leonor de Borbón es la actual princesa de Gerona. Asimismo, el sucesor a la corona española es duque de Montblanch, conde de Cervera y señor de Balaguer.
El título, originalmente ducado, fue otorgado el 21 de enero de 1351 por el rey Pedro IV de Aragón, a su hijo Juan I de Aragón el Cazador. Este estaba vinculado a los condados de Gerona, Besalú, Ampurias y Osona. Este denominó a su hijo «delfín de Gerona». El nombre de «príncipe» aparece en 1414 en el futuro Alfonso V de Aragón. La idea de esta intitulación era otorgar al heredero un título que lo situara por encima de la nobleza. Más simbólico que otra cosa.
La princesa de Asturias, Leonor de Borbón, es también Princesa de Gerona
Desde el tiempo de los Reyes Católicos los herederos de la Corona eran denominados desde su nacimiento como príncipes de Asturias y Gerona, denominación que las Cortes aragonesas dejaban de lado a la hora del juramento, porque este se refería al sucesor al trono y no al título de príncipe en sí mismo. Juan de Borbón, conde de Barcelona y Jefe de la Casa Real Española, decidió que su hijo Juan Carlos utilizase el título de Príncipe de Gerona en su pasaporte.
En 1961, en el comunicado de la Casa Real del Compromiso de Juan Carlos de Borbón con Sofía de Grecia, se nombró al entonces príncipe como Príncipe de Asturias, Gerona y Viana, recuperando así la tradición de los Austrias. Con posterioridad lo ostentaron Felipe VI y ahora su hija, en su condición de herederos de la Corona española.