El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, saluda a la ministra de ciencia e innovación, Diana Morant

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, saluda a la ministra de ciencia e innovación, Diana MorantAntonio Gutiérrez / Europa Press

Comunidad Valenciana  Sánchez dejó caer a Màxim Huerta y Carmen Montón pero sostiene a Morant pese a la investigación contra ella

La postura del presidente del Gobierno con la titular de Ciencia contrasta con la que tuvo en sus primeros momentos en Moncloa, con dos dimisiones en 101 días por casos de irregularidades fiscales y académicas

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ha utilizado en diversas ocasiones la expresión «cambios de opinión» para intentar justificar sus cesiones a los partidos independentistas vascos y catalanes respecto a lo que él mismo afirmaba hace no tanto tiempo. A tenor de los hechos, esa máxima no solo se aplicaría a las negociaciones para conseguir su investidura, sino que abarcaría más ámbitos.
Uno de ellos sería el que afecta a la ministra de Ciencia, Diana Morant, que sigue en su puesto a pesar de que un juez el pasado viernes incoara diligencias previas de investigación contra ella por, supuestamente, favorecer la okupación de un edificio cuando era alcaldesa de Gandía, habiendo podido cometer los delitos de prevaricación, fraude contra la Administración, tráfico de influencias y malversación de fondos públicos.
El procedimiento se encuentra todavía en una fase embrionaria y la hipotética imputación de la dirigente socialista correspondería al Tribunal Supremo previo suplicatorio al Congreso de los Diputados por su condición de aforada, pero los focos se han puesto sobre la sucesora de Pedro Duque al frente del Ministerio. Aún así, resulta llamativo que ni Sánchez ni nadie del Ejecutivo se hayan pronunciado al respecto, más aún si se tiene en cuenta cómo comenzó el secretario general del PSOE su andadura en el Palacio de la Moncloa tras triunfar la moción de censura presentada a Mariano Rajoy.

Solo seis días como ministro

Este mecanismo parlamentario nunca había cosechado éxitos hasta el 1 de junio de 2018 después de que Sánchez y sus estrategas, con Iván Redondo al frente, consiguieran amarrar los votos de un PNV que días antes había aprobado los Presupuestos Generales del Estado elaborados por el Partido Popular. El nuevo presidente del Gobierno estaba exultante y cuatro días después formó su primer gabinete, donde hubo nombres llamativos, como el de Màxim Huerta, entonces nuevo máximo responsable de Cultura, escritor y durante años presentador de informativos y demás programas de televisión
Su nombramiento fue sonoro, pero todavía lo fue más su salida, tan solo a los seis días de prometer el cargo ante el Rey Felipe VI en la Zarzuela, convirtiéndose así en el ministro más breve de la democracia española. El motivo fue que saltó a la opinión pública que en 2017 fue condenado por defraudar a Hacienda 218.322 euros a lo largo de tres ejercicios. En concreto, el fisco acusó a Huerta de utilizar la mercantil Almaximo Profesionales de la Imagen S.L. para ingresar los honorarios que recibía por su labor como periodista cuando debió hacerlo como persona física. De este modo, la Agencia Tributaria detectó que esa maniobra tenía como objetivo pagar una parte «mínima» vía Impuesto de Sociedades en comparación con lo que habría tenido que abonar mediante la declaración del IRPF.
Màxim Huerta, en el momento de anunciar su dimisión como ministro de Cultura

Màxim Huerta, en el momento de anunciar su dimisión como ministro de CulturaRodrigo Jiménez / EFE

La dimisión del titular de Cultura fue casi instantánea, únicamente 12 horas después de que se publicara su episodio con Hacienda, algo previsible en un Gobierno recién estrenado con golpes de efecto sociales como la llegada del Aquarius y que basó la moción de censura para llegar al poder en la corrupción del PP. En entrevistas recientes que ha concedido con motivo de la publicación de su último libro, Huerta ha lanzado algunos dardos a Sánchez porque, en su opinión, tuvo que «pagar tres veces por lo mismo», en referencia a «lo que debía, la multa y la dimisión».
De hecho, ha llegado a relatar cómo fue la conversación que mantuvo con el presidente del Gobierno cuando fue a trasladarle su renuncia: «Llegué a Moncloa en coche. Llevaba el discurso escrito en el móvil. Cuando estaba ya para entrar en el despacho me dijeron que esperara. Se hizo eterna y aproveché para hacerme un selfie. Al rato entré en el despacho y lo paradójico es que tras decirle que dimitía empezó a hablarme de Rajoy, Zapatero... Me dijo 'todos acabamos mal. ¿De mi qué dirán? Yo ahí sólo pensaba que había ido ahí a hablar y no estaba diciendo nada. '¿Qué dirá de mí la Historia?', se preguntaba conmigo delante. Así fue la despedida», detalló en su momento.

Montón: acomodo en Washington D.C.

Tras la salida de Huerta, las aguas parecieron calmarse en el seno del Ejecutivo, pero poco tardaron en revolverse de nuevo. El 12 de septiembre el curso político empezó con la dimisión de la que en ese momento era ministra de Sanidad, Carmen Montón, que, como su excompañero, corrió el mismo destino. En esta ocasión, la razón fue que se descubrió a través de un sinfín de informaciones que 19 de las 52 páginas de su trabajo de fin de máster contenían plagios y algunas de sus calificaciones estaban falsificadas.
En el caso de Montón, casualmente también valenciana, como Huerta y Morant, se resistió varios días a renunciar, pero las presiones a Sánchez aumentaban y el jefe del Ejecutivo no dudó en dejar caer a su segundo ministro en 101 días para garantizarse la continuidad en Moncloa. La diferencia entre los dimisionarios fue que mientras el periodista se alejó inmediata y completamente de la vida pública, a Montón el líder socialista le buscó acomodo en Washington D.C. como embajadora observadora permanente ante la Organización de Estados Americanos (OEA).
Estos precedentes no aportan dosis de optimismo para Morant. «Cambios de opinión» aparte, si la causa en su contra avanzase y el horizonte judicial se le nublara, Sánchez tendría más que complicado mantenerla en el Consejo de Ministros. Por otro lado, también está por ver qué papel podría jugar la exalcaldesa de Gandía en el próximo Congreso del PSPV-PSOE, que debe elegir al sucesor de Ximo Puig tras perder la Generalitat y decenas de ayuntamientos el 28-M.
Aunque no hay todavía candidatos oficiales puesto que la fecha del cónclave depende de la de la investidura, sí hay dos sectores claramente diferenciados. Por una parte está el del propio Puig, que quiere dejar el partido a alguien afín. De ahí que suenen los nombres de Pilar Bernabé o Rebeca Torró. Enfrente está el ala de Ferraz, es decir, de Sánchez. Está encarnada por el presidente provincial de los socialistas valencianos, Carlos Martínez Bielsa, y Morant puede ser determinante en ese proceso sucesorio, llegando incluso a no descartarse como posible candidata.
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