Imagen de la cuenta en la que un restaurante se burla de una niña de cinco años

Imagen de la cuenta en la que figura la mofa a la niña de cinco añosEl Debate

Insultan a una niña de cinco años en la cuenta de un bar y le cobran por una tortita que se le cayó al suelo

La familia de la menor denuncia el mal trato recibido por parte del responsable del local

Sea verano, otras épocas de temporada alta o, simplemente, cualquier día del año, cuando unos clientes se sienta en una mesa de un bar, restaurante o cafetería espera no solo que los productos que pidan sean decentes, sino que, a la par y sin que una cosa quite a la otra, tenga un buen trato. No que la conversación con los empleados sea propia de la Francia versallesca, sino, simplemente, correcta.

Este no es el caso que ha denunciado el valenciano Jesús Soriano, uno de los principales influencers de España y que se encarga a través de sus perfiles en redes sociales bajo el nombre Soy Camarero de poner negro sobre blanco situaciones que, lamentablemente, se viven y padecen día a día en el sector de la hostelería en España.

Una de las últimas que ha publicado es esperpéntica, dantesca en sí mismo. Es cierto que hay consumidores que se pueden quejar por el precio de un café, porque el típico chupito de la sobremesa no invita la casa y se cobra o porque el arroz está pasado. Eso es entendible.

Sin embargo, lo expuesto por Jesús Soriano va mucho más allá. En un mensaje publicado por el mismo, informa de las mofas que los dueños de un restaurante hicieron hacia unos comensales. Así, aporta una fotografía de una cuenta en la que el último concepto ha sido modificado por un empleado en la propia caja.

El concepto en ningún momento coincide con un plato ofrecido ya no en la carta de este negocio, sino en ninguno que pudiera seguir abierto en el mundo civilizado: «1 MIXTA. Jamón rep se le cayó la arepa jajajaja. Que se joda». Así, sin más. Sin vaselina y sin anestesia.

El bar en cuestión cobró por ese hecho 4,80 euros, pero eso no quitó a que los clientes, ejerciendo sus derechos y haciendo un alegato decencia, pusieran la siempre pertinente queja en la hoja de reclamaciones. Lo contrario habría sido seguir riendo una broma que, se mire por donde se mire, no tiene ninguna gracia.

En este sentido, los afectados expusieron en el documento oficial que se trataba de «una niña de cinco años» a la que, simplemente «se le cayó una arepa. Por ello mismo, denunciaron las «malas contestaciones» y el «mal trato» del empleado», derivando en que deseaban «denunciar a la persona responsable» por el citado «mal trato al público».

No es un caso aislado

Este episodio no es ni mucho menos aislado en un sector que, entre los abusos de los nacionales y de turistas que no aciertan a respetar a los profesionales, se ve cada vez más desprovisto de escudo. Sin ir más lejos, El Debate informó este mismo domingo de la salida de tono y forma de una clienta en un bar de Valencia que puso una queja porque el camarero no le atendió en valenciano. La realidad fue que el trabajador no era de origen español y que, por ende, no dominaba la lengua autonómica.

En la misma cuenta denunciada por Santos se indica que una caña cuesta dos euros o que una jarra de cerveza son 3,80. Habría que ver a cuánto venden el kilo, o incluso el átomo, de educación. En términos de hostelería se diría Según Mercado (S/M), pero en el día no tendría no tendría que subastarse. El respeto no cotiza en ninguna lonja, en ningún matadero ni se paga ni se cobra. No invita la casa. Se llama decencia.

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