Imagen de archivo de un pasillo con nichos del cementerio de Valencia
Una funeraria interrumpe un entierro en Valencia para reclamar 5.000 euros por un error administrativo
Lo que debía ser un momento íntimo y solemne se convirtió en una pesadilla para la familia de Susana Gisbert, fiscal valenciana, cuando el entierro de un familiar fue abruptamente interrumpido por una exigencia económica que nadie esperaba. En pleno acto funerario, celebrado el pasado fin de semana en el cementerio de Valencia, una trabajadora de la funeraria irrumpió para reclamar 5.000 euros, advirtiendo que el nicho donde iba a reposar el fallecido no podía utilizarse por un supuesto vencimiento. El desconcierto fue inmediato.
La situación, además de insólita, se tornó absurda al conocer los antecedentes del nicho en cuestión. Fue adquirido en 1935 por Manuel Gisbert Rico, entonces alcalde de Valencia y abuelo de la fiscal. La concesión era de carácter perpetuo, como quedó acreditado en el título de derecho funerario que conservaba la familia. De hecho, en ese mismo espacio descansan los restos de hasta doce familiares, y tan solo tres meses antes se habían depositado las cenizas de la madre de Susana sin que surgiera problema alguno.
La propia Susana fue quien compartió esta historia a través de X, anteriormente llamada Twitter, con un hilo detallado del día del entierro, aportando la imagen de la fecha de adquisición. En medio del desconcierto, Gisbert intentó sin éxito contactar con el Ayuntamiento de Valencia, pero al tratarse de un sábado, ningún canal institucional estaba operativo. En medio del caos, una cuñada recordó que tenía una fotografía del documento original de concesión, lo que resultó decisivo. La imagen del título confirmaba que el nicho era de carácter perpetuo, desmontando por completo la versión sostenida por la funeraria.
Ante la evidencia, la empresa reconoció que se trataba de un error administrativo, atribuible al Consistorio. A pesar de ello, no se ofrecieron disculpas ni se brindaron explicaciones claras. El entierro se pudo celebrar finalmente, pero la tensión vivida durante esos momentos dejó una huella profunda en la familia, que vivió una experiencia que rozó lo surrealista en uno de los días más difíciles de su vida.
Para Susana Gisbert, la falta de sensibilidad y de profesionalidad con la que se gestionó el asunto es lo más grave. Así lo ha denunciado públicamente, no solo por el impacto personal que tuvo, sino por la necesidad de evitar que otras familias se enfrenten a una situación similar. A su juicio, no solo se trató de una negligencia burocrática, sino de una absoluta falta de humanidad en un momento de máximo dolor.
Este episodio pone de manifiesto la importancia de una gestión más cuidadosa y empática en los servicios funerarios, especialmente cuando se manejan asuntos tan delicados como el último adiós a un ser querido. Una mala gestión no solo puede entorpecer un acto cargado de significado emocional, sino también infligir un sufrimiento añadido a quienes ya están atravesando una pérdida.