Imagen de las tres víctimas del caso Macastre
Caso Macastre: el triple crimen sin resolver con similitudes con el de las 'niñas de Alcàsser'
Un mismo bar en la localidad de Catadau establece el nexo entre ambos asesinatos que conmocionaron a la España de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado
Valencia, enero de 1989. Tres adolescentes, Francisco Valeriano Flores Sánchez, Rosario Isabel Gayete Muedra y María Pilar Ruiz Barriga, salieron de su entorno habitual con la intención de pasar unos días de acampada en la sierra de Catadau. Era invierno y llevaban consigo una tienda de campaña que nunca llegaron a montar. Cuatro días después, la Guardia Civil comenzaría a investigar uno de los crímenes más turbios y olvidados de la crónica negra española.
Treinta y seis años después, el caso Macastre sigue sin resolver. Ninguna persona ha sido condenada por estos hechos y las incógnitas siguen pesando más que las certezas. Un triple crimen que, con el paso del tiempo, comenzó a mostrar inquietantes paralelismos con otro mucho más mediático: el de las niñas de Alcàsser, ocurrido en 1992. Ambos casos comparten escenario, número de víctimas, fechas clave, e incluso un bar, 'El Parador', también llamado 'El Paso', donde se vio por última vez con vida a las víctimas.
El comienzo del horror
El 15 de enero de 1989 fue la última vez que se vio con vida a los tres amigos. Se habían desplazado en autobús desde Valencia hasta Catadau, un pequeño municipio del interior, donde fueron reconocidos comprando bocadillos y bebidas en un bar del pueblo. Era el mismo establecimiento en el que, cuatro años más tarde, Miguel Ricart y, supuestamente, Antonio Anglés harían su última parada antes del secuestro de Míriam, Toñi y Desirée.
Llevaban una tienda de campaña, pero nunca la usaron. Los indicios apuntan a que se refugiaron en una caseta agrícola en Macastre, a 40 kilómetros del lugar donde fueron vistos por última vez. ¿Cómo llegaron hasta allí? Nadie lo sabe. Lo cierto es que la caseta estaba aislada, en medio del monte, y en su interior se encontraron huellas de hasta cuatro personas. La presencia de un cuarto individuo siempre planeó sobre la investigación.
El hallazgo de los cuerpos
Cuatro días después de la desaparición, el 19 de enero, un agricultor y propietario de una caseta en Macastre descubría el cadáver de Rosario sobre una cama. No había signos externos de violencia, pero sí un detalle inquietante: su pantalón estaba desabrochado y la cremallera bajada. La autopsia reveló restos de sangre y fluidos en la zona genital, aunque se descartó una violación. La causa de la muerte fue una parada cardiorrespiratoria, posiblemente provocada por el miedo extremo o por el consumo de drogas, aunque no se hallaron sustancias estupefacientes en su cuerpo.
El segundo hallazgo tuvo lugar el 8 de abril. Francisco Valeriano apareció boca abajo, sobre un plástico y tapado con ramas, a escasos 400 metros de donde se encontró el cuerpo de Rosario. Junto a él había una vela cilíndrica, idéntica a la hallada en la caseta. Tampoco presentaba heridas externas, y se barajó la posibilidad de asfixia o estrangulamiento.
El hallazgo más espeluznante llegó el 24 de mayo, cuando unos niños encontraron el cadáver mutilado de Pilar Ruiz en un canal de riego de Turís. Le faltaban una mano y un pie, que fueron seccionados con una sierra mecánica tras la muerte. El rostro, desfigurado, dificultaba la identificación. Meses antes, el 27 de enero, una vecina de Valencia había encontrado un pie en la calle Alcàsser, hecho que generó alarma social ante la posible presencia de un descuartizador. Solo después se confirmaría que esa extremidad pertenecía a Pilar.
Hipótesis y sospechosos descartados
Las líneas de investigación fueron muchas, pero poco concluyentes. Se manejaron hipótesis como un ajuste de cuentas, una sobredosis o incluso un encuentro sexual violento que se fue de las manos. Ninguna teoría terminó de sostenerse. Varios testimonios aseguraron que días antes de desaparecer, los jóvenes decían sentirse amenazados. Francisco llevaba una navaja «para defenderse», y la noche anterior al viaje intentaron sustraer unas joyas de la casa de una amiga. El padre de esta creyó que su objetivo era venderlas para comprar droga.
Uno de los primeros sospechosos fue Miguel V. E., jornalero de Catadau que reconoció conocer a los tres adolescentes. Fue visto con Rosario en el bar, aunque negó haberle ofrecido un refresco. No se hallaron pruebas contra él. El segundo nombre que surgió fue el de ‘Wichita’, un conocido traficante, implicado a través de una llamada anónima al Teléfono de la Droga. Su participación también fue descartada por falta de indicios.
Incluso se interrogó a Miguel Ricart, único condenado por el caso Alcàsser. Su vinculación con los hechos de Macastre nunca pudo probarse.
Coincidencias que hielan la sangre
A pesar de que la Guardia Civil no estableció ninguna conexión oficial, los paralelismos con el caso Alcàsser son notables:
Número de víctimas: tres adolescentes en ambos casos.
Fechas: el 27 de enero se encontró el pie de Pilar; cuatro años más tarde, ese mismo día, se hallaron los cuerpos de Míriam, Toñi y Desirée.
Toponimia: el pie apareció en la calle Alcàsser de Valencia.
Último lugar donde se las vio: el bar 'El Paso' de Catadau, en ambos casos.
Estas coincidencias, aunque aparentemente fortuitas, hacen del caso Macastre una oscura antesala del horror que conmocionaría a España en 1993.
Un caso archivado, pero no olvidado
Ni los investigadores de entonces, ni los criminólogos que revisaron el caso en 2015, pudieron dar respuesta a todas las incógnitas. ¿Qué ocurrió realmente entre el 15 y el 17 de enero de 1989? ¿Quién llevó a los menores desde Catadau hasta Macastre? ¿Por qué dos cuerpos aparecieron sin signos de violencia y el tercero, brutalmente mutilado? ¿Hubo un único autor o varios implicados?
Más de tres décadas después, el caso Macastre sigue siendo una herida abierta, una historia que no llegó a ocupar las portadas, pero que forma parte de los crímenes más perturbadores y opacos del siglo XX en España. Un enigma aún por resolver, con tres víctimas olvidadas por el sistema, la justicia y, durante muchos años, también por los medios.