Imagen de las cuatro víctimas del supuesto asesino de la acequia
El misterio de los crímenes de las acequias: ¿asesino en serie o posibles coincidencias?
Las acequias de la huerta valenciana suelen ser sinónimo de calma. Entre cañaverales, naranjales y caminos de tierra, su murmullo acompaña a paseantes, ciclistas y agricultores. Pero entre noviembre de 2020 y abril de 2021, estos cauces de riego se convirtieron en escenarios macabros. En apenas seis meses, cuatro mujeres aparecieron muertas junto al agua, tres de ellas arrojadas dentro, todas con signos de estrangulamiento.
La concatenación de hallazgos en las tres provincias de la Comunidad Valenciana, unida a la coincidencia geográfica, todas las localidades conectadas por la AP-7, disparó las especulaciones: ¿había vuelto a actuar un asesino en serie en tierras valencianas? E, inevitablemente, golpeó en el subconsciente el nombre de Joaquín Ferrándiz, era amable, simpático y un asesino en serie que acabó con la vida de 5 mujeres en los noventa. Salió de la prisión el 8 de julio de 2023, lo que le presenciaba encarcelado durante los crímenes.
Policía Nacional y Guardia Civil, en cambio, pedían prudencia. Las investigaciones se llevaban en distintos juzgados, con móviles diferentes y sin un patrón que uniera los casos. Pero el recuerdo de Ferrándiz levantó muchas sospechas y teorías. El origen de la alarma comenzó el 6 de noviembre de 2020.
Alícia Valera
Funcionaria de Justicia de 45 años, apareció muerta en la pedanía ilicitana de La Hoya. Era meticulosa y discreta, vivía con su madre enferma y acababa de aprobar las oposiciones, ya que llevaba muchos años como interina. No tenía pareja ni vida social destacada. Las investigaciones a su teléfono móvil y sus ordenadores descartaron una relación amorosa y aclararon que el crimen no estaba relacionado con su trabajo.
El 6 de noviembre, salió a pasear a su perro al anochecer. En la última llamada que hizo, mencionó que dos mujeres la seguían. Horas después, un vecino encontró su cuerpo en una acequia a 200 metros de su casa. Tenía signos de estrangulamiento. Testigos vieron huir de las proximidades a un hombre con capucha y una mascarilla. Su perro, Leo, estaba tan alterado que mordió a uno de los policías que intentó agarrarlo.
El 11 de agosto de 2020, apareció un agricultor apuñalado en Los Montesinos. Fue hallado boca arriba junto a su tractor con una cadena de heridas por arma blanca, una de las cuales seccionó la arteria carótida y otra casi le degolla la tráquea. Pero, la falta de conexiones entre las dos víctimas, y la ausencia de más datos del criminal, no hizo relacionar estos dos casos con el de Alicia hasta que se halló la coincidencia de ADN entre ella y la víctima de Los Montesinos dos años después.
En el marco de la operación Phoenix-Progreso, la Policía Nacional y la Guardia Civil solicitaron la colaboración ciudadana para identificar a un sospechoso. Se trataba de Nikolay T., exmilitar ruso de 26 años, consumidor habitual de alcohol y drogas, con un historial de conductas violentas. Había residido en España durante unos 15 años junto a su madre, integrándose parcialmente en el entorno local, pero manteniendo un perfil conflictivo.
Apenas un día después de cometer el último de los homicidios en territorio español, Nikolay regresó a Rusia. Allí, el 15 de diciembre de 2020, perpetró un cuarto asesinato, por el que fue detenido, juzgado y condenado a internamiento en un hospital psiquiátrico de la ciudad de Smolensk, según informó la agencia EFE a finales de 2022. Las autoridades lo consideran un individuo de peligrosidad «extrema», al entender que criminales de este perfil sólo interrumpen su actividad homicida por factores externos, y no por voluntad propia.
160 kilómetros y 63 días después, apareció el cuerpo sin vida de la segunda víctima.
Florina Gorgos
El 8 de enero de 2021, desapareció Florina Gorgos, rumana de 19 años, que ejercía la prostitución en Albal. Llegó a España siendo menor y quedó atrapada en redes de explotación sexual. Fue su compañera de piso quien denunció su desaparición cuando no la vio volver a casa.
Veintidós días después, un cazador encontró su cuerpo en una acequia del camino de L’Alter, en Silla. Su cuerpo, vestido y descompuesto, conservaba sus pertenencias. Según las primeras hipótesis, había sido estrangulada. Ese día lluvioso de enero, las cámaras la captaron subiendo a un coche blanco que no se pudo identificar en las cámaras. Durante la investigación, sus compañeras contaron a la Policía que un varón de 60 años consumía frecuentemente sus servicios y trabajaba como comercial en la zona.
Las cámaras de seguridad de varias empresas fueron claves para identificar al propietario del vehículo blanco, y el 28 de julio de 2021 fue arrestado el presunto asesino de Florina. No tenía antecedentes policiales ni judiciales. Se barajaron varios sospechosos, ya que la víctima tenía puesta una denuncia contra dos proxenetas cuando residió en Alemania, pero se comprobó que no había ninguna relación con los hechos.
Imagen de archivo de la detención del presunto asesino de Florina junto al coche blanco
La segunda y la tercera víctima tienen algo en común, las dos fueron sacadas de una acequia por los buzos de la Guardia Civil. 26 kilómetros y 85 días después, apareció el tercer cuerpo.
Olga Pardo
El 3 de abril de 2021, la noticia del hallazgo de Olga Pardo, 43 años, en la Real Acequia de Moncada, en Massarrojos, sumó otra pieza al patrón. Era consumidora habitual de drogas y alcohol, con previos intentos de desintoxicación. Vivía con dos hombres: el propietario del piso, con quien mantenía cierta relación sentimental, y un amigo de este en el barrio valenciano de La Torre. ¿Como apareció Olga a 10 kilómetros de su casa?
Desde un primer momento se consideró un homicidio por ahogamiento y se abrió una investigación por asesinato. Se rastrearon sus llamadas, mensajes y movimientos de teléfonos móviles en el tramo entre su casa, y donde apareció muerta, ya que se supo que había usado varios autobuses para llegar hasta el Palacio de Congresos. Se revisaron cámaras de seguridad de comercios y transporte público para reconstruir sus últimos movimientos.
La investigación final apuntó a que ese mismo día, salió de su domicilio con su compañero de piso, el que no era su pareja, para comprar una botella de licor. Al salir, Olga le dice que se va hacia la Malvarrosa (barrio de Valencia) a por drogas y coge un autobús hasta el Palacio de Congresos. Con actitud errática y consumiendo alcohol, deambuló por la avenida de Pío XII, captada por cámaras de seguridad. En ese momento, era la desescalada de la pandemia y superaba el toque de queda de las 22:00 caminando sola. Se dirigió hacia Benimámet, donde, desorientada, cayó al agua en un tramo descubierto de la acequia y fue arrastrada seis kilómetros por la corriente hasta Massarrojos, donde fue hallada.
La causa de la muerte, según el informe forense definitivo, fue que el estado de intoxicación por alcohol, cocaína y antidepresivos impidió a la víctima reaccionar para salir del agua. El archivo judicial apunta que no existió intervención de terceros ni indicios de homicidio y además, que las lesiones compatibles con la primera hipótesis eran explicables por la caída y el arrastre del cuerpo en el gua.
60 kilómetros y 19 días después, apareció el cuerpo sin vida de Johana Andrea Aguilar.
Johana Andrea Aguilar
El 22 de abril de 2021, Johana Andrea Aguilar, colombiana de 41 años, fue hallada en el paraje del Clot de la Mare de Déu, en Burriana, a escasos metros del mar. El cuerpo estaba sobre la tierra húmeda tras una noche de lluvias, en un lateral del camino. También presentaba signos de estrangulamiento.
Imagen del Clot de la Mare de Déu donde apareció el cuerpo sin vida de Johana, ubicado en Burriana
Vivía con su pareja en Burriana, y tenía una hija de su primer matrimonio. En noviembre de 2018, en su página de Facebook, tenía un solo comentario: «Encajadora de naranjas, empleo en un almacén», decía. También, durante un tiempo, trabajó limpiando cosas. En su perfil se mostraba como una chica feliz, siempre con una sonrisa y en muchas de las instantáneas, rodeada de animales. Sin embargo, fuentes de la Policía Local que recogió el periódico El Mundo, señalaban que se había intentado suicidar en algunas ocasiones.
Johana salió a pasear a su perro cuando fue estrangulada con una prenda de su propiedad que no llevaba puesta en ese momento, por lo que sugiere que el agresor la tomó de su casa para cometer el crimen. La investigación se centró desde el inicio en el entorno cercano de la víctima, y se interrogó a familiares y allegados. Aunque no se reveló el móvil exacto, se determinó que se trataba de un caso de violencia de género, al ser, el puesto agresor, su pareja sentimental.
68 días después detuvieron al sospechoso y el 2 de julio de 2021 fue enviado a prisión provisional. Hoy en día, no hay datos sobre si continúa o no en la cárcel.
Finalmente, la madeja de sospechas que durante meses alimentó titulares y conversaciones vecinales se ha deshilachado con el peso de las pruebas: los cuatro crímenes están resueltos y, en realidad, nunca existió un «asesino de la acequia». La aparente conexión entre casos fue fruto de una coincidencia estadística inusual, amplificada por escenarios similares y un contexto social predispuesto a reconocer patrones.
Las hipótesis iniciales, desde un asesino itinerante hasta la idea de imitadores, sucumbieron ante la minuciosa labor de forenses, investigadores y jueces, que desmontaron uno a uno los vínculos ficticios. Lo que queda, más allá de la resolución judicial, es la constatación de que la narrativa del miedo puede ser tan persistente como el rumor del agua en las acequias, capaz de unir, en la imaginación colectiva, crímenes que en la realidad nunca caminaron juntos.