Imagen de la ficha policial de la Interpol de Antonio Anglés
Miguel Ricart y Antonio Anglés: qué fue de la vida de los condenados por el caso de las niñas de Alcàsser
Treinta años después del triple crimen de Alcàsser, el recuerdo de Miriam, Toñi y Desirée continúa vivo en la memoria colectiva. El secuestro, violación y asesinato de las tres adolescentes en noviembre de 1992 no solo marcó a una generación, sino que convirtió a Miguel Ricart y a Antonio Anglés en dos de los nombres más tristemente célebres de la historia criminal española.
El tiempo ha trazado destinos muy distintos para ambos. Ricart cumplió más de dos décadas en prisión, y tras salir en 2013, sobrevive entre la discreción y esporádicos episodios policiales y mediáticos. Anglés, en cambio, protagonizó una fuga que dio la vuelta al mundo y desde marzo de 1993 se esfumó sin dejar rastro, convertido en uno de los fugitivos más buscados de Europa.
Miguel Ricart
Miguel Ricart Tárrega fue condenado por la Audiencia Provincial de Valencia en septiembre de 1997 a 170 años de cárcel como coautor de los delitos de rapto, violación y asesinato de las tres niñas, además de inhumación ilegal, con los agravantes de ensañamiento y despoblado. Fue el único enjuiciado: Antonio Anglés ya había huido.
Durante su estancia en prisión, 21 años hasta su excarcelación, participó en distintos servicios internos, como limpieza y comedor, lo que le permitió redimir parte de la condena. Finalmente recuperó la libertad el 29 de noviembre de 2013, gracias a la anulación de la doctrina Parot, que redujo de forma sustancial las penas a presos condenados con el Código Penal de 1973.
Al salir de la cárcel se instaló primero en Córdoba y después en Barcelona, aunque su vida desde entonces no ha sido tranquila. En enero de 2021 fue identificado en una vivienda ocupada en Madrid, aunque quedó en libertad al no tener causas pendientes. En diciembre de 2022 fue detenido en un narcopiso del Raval de Barcelona, acusado de tráfico de drogas, aunque salió en libertad con cargos tras acogerse a su derecho a no declarar.
Pese a su intención inicial de desaparecer de la escena pública, Ricart no ha logrado desprenderse del estigma. A lo largo de estos años ha ofrecido declaraciones esporádicas en las que ha insistido en su inocencia, se ha definido como víctima de un «circo mediático» y ha llegado a ofrecerse a someterse al «suero de la verdad».
Imagen de la ficha policial de Miguel Ricart, único condenado por el crimen de las Niñas de Alcàsser
En 2023 reapareció en un canal especializado en true crime, El Rincón del Disidente, donde ya sugirió que hubo más implicados en el crimen. Y, hace pocos días, difundió una nueva versión en la que sostiene que hasta siete hombres participaron en la agresión, entre ellos tres de avanzada edad, además de los hermanos Anglés y un individuo apodado 'El Nano'. En su relato asegura que los hechos ocurrieron en un antiguo polvorín de Catadau, y no en la caseta de La Romana, como recoge la sentencia.
El discurso de Ricart, plagado de contradicciones en las últimas tres décadas, ha mantenido vivo el debate social, aunque sin consecuencias jurídicas: ya cumplió condena y su causa está extinguida. Hoy sigue marcado por el pasado, dividido entre el anonimato y las entrevistas que reavivan la memoria del crimen.
Antonio Anglés
El destino de Antonio Anglés es el reverso de Ricart. Considerado autor material del triple crimen, huyó el 27 de enero de 1993, el mismo día en que unos apicultores hallaron los cuerpos de Miriam, Toñi y Desirée en el paraje de La Romana. Desde entonces, su paradero es un misterio.
Aquella tarde, la Guardia Civil acudió a la casa familiar de Catarroja para detenerlo. Anglés logró escapar por una ventana trasera y se descolgó por unas sábanas atadas, perdiéndose por los tejados. Esa misma noche se escondió en un corral de Alborache. Poco después, fue visto en una peluquería de Valencia, donde se tiñó el pelo de rubio para alterar su aspecto.
Los días siguientes se refugió en distintas casas de conocidos y en chalés abandonados de Villamarchante y Benaguacil. El 10 de febrero de 1993, armado con una navaja, obligó a un agricultor a llevarle en coche hasta Minglanilla (Cuenca). Allí robó una furgoneta y continuó su fuga hasta Madrid.
La huida continuó por Portugal. En Cascais se alojó en casa de un pescador toxicómano que lo acogió a cambio de dinero. Allí habría adquirido incluso documentación falsa. El 18 de marzo de 1993 se embarcó como polizón en el carguero City of Plymouth, que cubría la ruta Lisboa-Liverpool.
Durante la travesía fue descubierto por la tripulación y encerrado. Intentó escapar en una balsa salvavidas, pero fue rescatado del mar y devuelto al barco. Al llegar al puerto de Dublín, ya no estaba a bordo. La tripulación admitió que pudo haber recibido ayuda para fugarse. Desde entonces, no se ha vuelto a saber nada de él.
Foto de archivo de Antonio Anglés
El caso ha dado lugar a múltiples hipótesis. Algunos testimonios recogidos en la docuserie Anglés: historia de una fuga aseguran que fue visto en Irlanda tras abandonar el barco. Otros sostienen que pudo haber muerto ahogado en la bahía de Dublín. También se han investigado supuestas pistas en países como Uruguay, Brasil, México o República Dominicana, todas sin éxito.
La Interpol y Europol lo mantienen en la lista de los fugitivos más buscados. En 2021, la Policía Nacional relanzó una campaña de búsqueda internacional con reconstrucciones digitales de su rostro. Mientras tanto, su familia ha solicitado en varias ocasiones que se le declare oficialmente muerto, algo que la Justicia ha rechazado: para la ley sigue vivo.
La causa contra Anglés continúa abierta en el Juzgado de Instrucción nº 6 de Alzira, y su responsabilidad penal prescribirá el 14 de diciembre de 2029. Hasta entonces, si fuera localizado, podría ser juzgado por los crímenes de Alcàsser.
Dos destinos, un mismo símbolo
El caso Alcàsser sigue proyectando su sombra más de tres décadas después. Miguel Ricart cumplió condena y trata de rehacer su vida entre la marginalidad y la polémica de sus versiones cambiantes. Antonio Anglés, en cambio, protagonizó una fuga de película y nunca más volvió a ser visto, lo que lo convirtió en el fugitivo más buscado de España y en uno de los grandes enigmas de la crónica negra europea.
Uno pagó ante la Justicia, el otro se esfumó. Pero ambos continúan marcando, con sus nombres, una herida que aún no cicatriza en la sociedad española.