Imagen de archivo de un agente de la Policía Local de Novelda.
Denuncian una okupación y la Policía Local no puede echar a los asaltantes porque ya habían cambiado la cerradura
Hay casos en los que ni la propia Policía puede con los okupas, y los asaltantes lo saben. En las últimas semanas se han dado varias alertas vecinales para detener entradas ilegales en viviendas que en ese preciso momento están vacías, por el motivo que sea, pero no siempre lo agentes pueden actuar con la celeridad que permita evitar el allanamiento. La Policía Local de Novelda ha tenido una de cal y otra de arena en un mismo fin de semana.
El cuerpo policial alicantino ha detallado a través de sus redes sociales como en una primera actuación sí pudo evitar la okupación, pero no en la segunda, viéndose obligados a informar al propietario «de los pasos a seguir para intentar recuperar la vivienda».
La primera alerta policial llegó por parte de unos vecinos que observaron como unos asaltantes habían roto «la puerta de entrada» de una casa vacía. Inmediatamente, «se dio aviso al propietario, que rápidamente tomó las medidas oportunas para evitar la entrada ilegal a la vivienda», indican desde la Policía Local de Novelda.
No se corrió la misma suerte en una segunda actuación policial, en la que la propia Policía reconoce que «no fue posible evitar» la okupación. «Cuando el propietario de la misma, fue a abrir la puerta de la vivienda de su madre, fallecida tiempo atrás, se dio cuenta que la llave no funcionaba», señalan en la publicación.
En ese instante el dueño llamó a la Policía, quienes comprobaron que «unos individuos habían accedido con rotura de cerradura y cambio posterior de esta».
Al encontrarse ya dentro de la vivienda los agentes no pudieron desalojar el inmueble, debiéndose iniciar el procedimiento legal por parte del dueño, quien fue «informado de los pasos a seguir para intentar recuperar la vivienda» por parte de la Policía Local de Novelda.
Dos casos con diferente solución en la misma localidad, con pocas horas de diferencia. Esa es la gran cuestión de la problemática que genera la okupación, la disparidad de situaciones que puede darse para solucionarse o enquistarse un simple y claro allanamiento.
En Cullera se pudo echar en tres días a una familia de peruanos por haber falsificado la firma de la propietaria del inmueble, pero en cambio el infierno de Pilar y su familia se ha eternizado sin solución todo el verano después de que una banda de magrebíes okupara la casa tras San Juan.