Imagen de la localidad de Chert, en la provincia de Castellón, donde residen multitud de familias extranjeras que han restaurados viviendas del casco antiguo

Imagen de la localidad de Xert, en el interior de la provincia de CastellónTurismo Comunidad Valenciana

El pueblo medieval para visitar en otoño sin salir de la Comunidad Valenciana: olivos milenarios y calles empedradas

La Comunidad Valenciana es mucho más que sol, playa y chiringuitos frente al mar. En cuanto el verano se despide y los primeros vientos del otoño llegan, el interior de la región despliega una riqueza paisajística y patrimonial que invita a descubrirla sin prisas. Pequeños pueblos de montaña, callejuelas empedradas y una gastronomía de raíces profundas ofrecen una alternativa perfecta para quienes buscan desconectar del bullicio costero. Más allá de destinos célebres como Morella o Guadalest, el interior de Castellón guarda joyas menos conocidas, como Xert, un rincón del Bajo Maestrazgo que parece detenido en el tiempo.

Xert es uno de esos lugares donde el otoño se vive despacio, entre caminos antiguos, conversaciones pausadas y una tranquilidad que invita a dejar el reloj a un lado. Su Poble Vell, declarado Bien de Interés Cultural, conserva el trazado medieval original con restos de muralla, torreones y estrechas calles empedradas que se abren a vistas espectaculares del valle y los olivares milenarios que rodean el municipio. Cuando el sol cae bajo, la piedra caliza se ilumina y el pueblo adquiere una calidez especial que conquista a todo el que lo visita.

Casco antiguo de Chert, municipio del interior de Castellón

Casco antiguo de Xert, municipio del interior de CastellónTurismo Comunidad Valenciana

A los pies del antiguo recinto amurallado se extiende el núcleo actual, donde las casas tradicionales conviven con ermitas, molinos y fuentes que mantienen viva la memoria rural. La iglesia parroquial de la Asunción, con su fachada renacentista y detalles góticos, preside el centro urbano, mientras la ermita de San Marcos, situada a las afueras, sigue siendo un punto de encuentro en las festividades locales. El entorno ofrece también numerosas rutas de senderismo que cruzan bancales, barrancos y antiguas vías pecuarias, ideales para los meses de otoño, cuando el clima suave acompaña cada paso.

En esta época del año, los campos de secano producen una de las variedades más apreciadas del Maestrat, y los pequeños molinos aún mantienen la tradición de la molienda artesanal. Los visitantes pueden degustar platos elaborados con este oro líquido, como la carne al tombet o los rollos de aguardiente, dos recetas que condensan el sabor de la montaña. Aquí, la gastronomía no se concibe sin el paisaje: cada producto lleva consigo la identidad de una tierra que ha aprendido a convivir con el silencio y la dureza del clima.

A escasos kilómetros del casco urbano se alza la Mola Murada, un yacimiento arqueológico situado a más de 700 metros de altitud. Sus muros de piedra seca, de unos 250 metros de perímetro, pertenecen a un antiguo asentamiento fortificado de la Edad del Bronce o época ibérica. Entre los restos hallados destacan herramientas de sílex y huesos humanos, testigos de los primeros pobladores que levantaron sus hogares en estas montañas hace miles de años. Desde lo alto, la vista abarca buena parte del Maestrat, recordando que Xert es, ante todo, un punto de encuentro entre historia y naturaleza.

El visitante que llega en otoño encuentra en Xert un refugio auténtico, sin masificaciones ni artificios, donde el ritmo lo marcan el viento y las campanas. Pasear por sus calles, probar su aceite o contemplar la luz dorada sobre los olivos son experiencias sencillas, pero profundamente evocadoras. Xert no necesita grandes reclamos: su encanto reside precisamente en esa calma que solo ofrecen los pueblos que han sabido conservar su esencia. Un destino perfecto para quienes buscan, entre montañas y piedra antigua, el verdadero sabor del otoño en Castellón.

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