Imagen de Cofrentes, en el municipio de Valencia
Este es el pueblo junto al único volcán de la Comunidad Valenciana: entre dos ríos y con aguas termales
La Comunidad Valenciana y sus rincones no dejan de sorprender. La región es mucho más que sol y playa y ya ha demostrado una enorme capacidad para atraer visitantes durante todo el año gracias a sus joyas naturales. Entre pueblos amurallados, montañas repletas de rutas de senderismo y municipios interiores que esconden acantilados, lagos, puentes colgantes e incluso un volcán con aguas termales, la geografía valenciana revela una identidad mucho más diversa de lo que suele imaginarse. Sí, ese pueblo con volcán existe, aunque lleva dormido miles de años, y se trata de Cofrentes, en la provincia de Valencia.
En Cofrentes, los ríos Júcar y Cabriel confluyen en un abrazo que puede contemplarse desde el Mirador de la Era del Chulo, a pocos minutos del casco urbano. Frente a él, el castillo se alza sobre una loma de roca basáltica, que es el resto de la antigua chimenea volcánica, y se asoma casi cien metros sobre el cauce del Cabriel, dibujando una estampa que combina historia y geología. Esta fortaleza, declarada Bien de Interés Cultural, hunde sus raíces en la arquitectura islámica de los siglos XI y XII, aunque sus añadidos posteriores muestran la evolución hacia un castillo-fortaleza de rasgos góticos.
Castillo de Cofrentes, Valencia
Todo el paisaje tiene un protagonista que define la identidad del municipio: el volcán del Cerro de Agras. Se considera el único volcán visitable de la Comunidad Valenciana y se eleva más de 520 metros sobre el nivel del mar. Su cono estromboliano, de unos 1.000 por 600 metros y 80 metros de desnivel, ha permanecido inactivo desde hace millones de años. Los estudios realizados durante la construcción de la cercana central nuclear permitieron comprender su historia geológica, confirmando que su última actividad se remonta a la era Cuaternaria. Aunque extinto, aún libera gases como CO₂ y metano a través de pequeñas grietas subterráneas, una manifestación de la actividad geotérmica que persiste bajo la superficie.
Esa misma energía invisible es la que alimenta el Balneario de Hervideros. Allí, las aguas carbogaseosas, declaradas de utilidad pública a principios del siglo XX, brotan enriquecidas en bicarbonatos y sulfuros debido a las emanaciones que ascienden desde las profundidades. Se trata de un fenómeno que se deja sentir también en el manantial de Hervideros, donde las burbujas que emergen del suelo recuerdan que, bajo Cofrentes, la tierra aún respira. Por ello, el municipio ha potenciado el valor didáctico del volcán con paneles interpretativos en la ruta hacia su cima, permitiendo comprender tanto la geología local como los procesos que modelaron el terreno.
¿Cómo llegar al volcán?
Llegar al volcán es posible de varias formas: en coche por la N-330 en dirección a Requena, a pie desde el casco urbano siguiendo el sendero PR-CV 379 o mediante un tren turístico que recorre la zona y ofrece una mirada guiada al entorno. La ascensión regala una panorámica privilegiada del pueblo, de los dos ríos que lo abrazan y de la silueta del castillo acompañada por el pico de la Muela.
Imagen del embalse de Cortes, en el municipio de Cofrentes, Valencia
Aunque Cofrentes no es solo volcán. El municipio del Valle de Ayora, con poco más de mil habitantes, condensa en su casco antiguo siglos de historia. El castillo, cuya ocupación se remonta a la Edad de Bronce, representa su gran emblema arquitectónico. Pero la experiencia va más allá de las murallas. La ruta fluvial que surca el embalse de Cortes es uno de los planes imprescindibles, con un crucero de alrededor de hora y media que se adentra en cañones estrechos y curvas encajadas que parecen pertenecer a otro mundo.
A pie, la visita al Cerro de Agras permite tocar la geología con las manos: piroclastos, fragmentos de lava y un anfiteatro natural que narra un pasado estromboliano hoy silencioso. Y tras la excursión, nada mejor que sumergirse en las aguas mineromedicinales del balneario, donde el tiempo transcurre despacio. Después llega el turno de la mesa. La ollica cofrentina, un guiso rotundo de judías pintas, cardo y carne de cerdo, preside el recetario local. También asoman el gazpacho ayorino y el arroz al horno, y de postre, la inconfundible torta mal hecha, un bizcocho húmedo con un toque de limón.