Isabel Durán

Isabel DuránSamira Ouf

Isabel Durán, periodista y escritora

«Por primera vez en la historia reciente de España un presidente, desde el día uno, tiene una organización criminal instalada en el poder»

La periodista ha participado esta semana en las Jornadas de Otoño de la asociación Presencia Cristiana para hablar de agresividad y crisis de valores

Si atendemos sólo los títulos de algunos de los libros de los que Isabel Durán Doussinague (Madrid, 1965) ha sido coautora, no se puede decir que la situación actual de España es algo inédito. Los secretos del poder (1994), Pacto de silencio (1996), El saqueo de España (1996), El secuestro de la justicia (1998), Arzalluz (2001, editorial Planeta), ETA, el saqueo de Euskadi (2002, editorial Planeta) y La gran revancha (2006, editorial Temas de Hoy), retrataban un pais preso de la corrupción socialista y nacionalista, por la parte más corta.

Así que los perros verdes de hoy no lo son tanto, los mecanismos democráticos de defensa ya estaban siendo vulnerados y, parafraseando a Juan Blemonte «El pasmo de Triana», aquí se ha llegado «degenerando, hijo, degenerando». Una degeneracón que parte de la política pero que ha acabado afectando a lo social, aderezado todo ello con el signo tecnológico y digital de los tiempos.

Isabel Durán se apartó del periodismo durante unos años para hacer las preguntas en otros ámbitos, sobre todo a ella misma, y ha regresado al oficio con el bagaje amplio de la formación que no se adquiere en universidades ni academias, sino viviendo en determinadas primeras líneas.

Nos recibe poco antes de su charla en Córdoba. Llega de la mano de la asociación Presencia Cristiana, que cada otoño demuestra un talante certero y apropiado a la hora de elegir y traer invitados a unas jornadas siempre interesantes y sobre todo -y en los últimos años- disruptivas.

Durán transmite la seguridad de la mujer que ha resistido tanto para las victorias personales y profesionales como para las derrotas comunes que siempre llegan. Y si no se mantuvo complaciente como escritora en una época también dura y difícil, tampoco lo hace ahora como periodista en un oficio cautivo de consignas y trincheras. Y con gente dispuesta al linchamiento físico del plumilla en pos de la 'convivencia', como se ha visto recientemente en Pamplona.

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- Ha estado alejada de la primera línea durante algún tiempo. ¿Por motivos de salud o para tomar perspectiva?

- Han sido ocho años por salud y, sobre todo, porque yo quería hacer algo útil para la sociedad. Sentía que había triunfado —entre comillas— en el mundo periodístico: había escrito libros, había trabajado en radio y televisión, pero quería hacer algo que realmente sirviera a los demás. Tuve la enorme suerte de comentárselo a César Alierta, que entonces era presidente de Telefónica, y le dije que me encantaría hacer algo por los demás.

Él estaba justo en una época en la que había hablado con el papa Francisco, que le había trasladado su preocupación por la cantidad de niños en el mundo abocados a un infierno en vida porque no tienen acceso a la educación. Alierta, que era un hombre generoso, brillante y visionario, me respondió: «Donde no llegan los profesores, llega la educación digital». Así nació la fundación ProFuturo, creada para llevar educación digital a los lugares más pobres y remotos del planeta.

Alierta me fichó como asesora en Fundación Telefónica, donde también colaboré con ProFuturo. Viajamos a Korogocho, el mayor vertedero de África, en Kenia, y allí vi cómo comenzaba ese proyecto educativo. Fue entonces cuando empecé a aprender sobre algoritmos. Te hablo de 2016, yo venía de la tele, la radio y los libros, pero la vida digital todavía no había transformado los medios de comunicación ni alterado sus modelos de negocio.

Aprendí muchísimo. Escribí un libro titulado Todo comienza ahora, sobre el siglo XXI y el impacto de la inteligencia artificial, en el que defendía la necesidad de una ética en su desarrollo. Hablé con grandes gurús de las plataformas tecnológicas y fue apasionante. Ya sabes: si un periodista quiere aprender de algo, que escriba un libro.

Aquel fue, además, el primer libro del mundo presentado por un robot. Lo comprobé en varios idiomas: no existía precedente. Pensé que lo presentara Carlos Herrera o Iñaki Gabilondo, pero luego dije: «No, tiene que ser un robot; estamos hablando de inteligencia artificial». Fue una experiencia maravillosa.

Durante la pandemia me llamaron los médicos del Colegio de Médicos de Madrid y acabé dirigiendo su fundación. Empezamos a trabajar en proyectos pioneros de salud digital, especialmente sobre el impacto de las redes sociales en la salud mental de los jóvenes. Hay ya mucha literatura científica sobre el daño que provocan. Organizamos campañas médicas y sociales inéditas hasta entonces. Fue una etapa impresionante.

- Regresa al periodismo y se encuentra una sociedad diferente a la que dejó.

- Sí, muy distinta. Yo he estado en ese mundo, pero en paralelo, porque hablar de digitalización, de cambio y de inteligencia artificial implica asumir que los medios de comunicación han cambiado por completo.

Los medios tradicionales empezaron a vivir una crisis económica mientras surgían los digitales. Durante esa etapa, desde la Fundación del Colegio de Médicos, yo aportaba información sobre el impacto social y sanitario de la digitalización, pero en abril de este año sentí que quería volver al periodismo. Me encanta este oficio y creo que estamos en un momento crítico en la sociedad española y en el mundo. Hay que dar la batalla de las ideas, y yo he vuelto para eso por donde salí.

Isabel Durán

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- ¿Existe, de verdad,una crisis de valores?

- Claro que sí. Es una crisis global. El papa Francisco ya advirtió que estamos viviendo un cambio de época, y esta crisis de valores se ve potenciada por las tecnologías exponenciales. Antes uno llegaba a la gente a través de una televisión nacional; hoy cualquier persona tiene en el bolsillo un móvil más potente que el ordenador que llevó al hombre a la Luna. Eso genera riesgos enormes.

- ¿Y también hay crisis de valores en quienes nos tratan de dirigir?

- Sí. Quienes rigen hoy el mundo y los países viven instalados en una auténtica crisis de valores. En España, además, estamos gobernados por un poder político cuyo código no es ético. Hemos visto cómo, cuando se les descubre, cambian las reglas del juego y manipulan el poder judicial. La crisis de valores es evidente.

- Hemos conocido los 80 y los 90 en España. A pesar del terrorismo, que no es un asunto menor, ¿le parecieron esas décadas una balsa de aceite comparadas con lo actual?

- Terrorismo aparte, obviamente, no sé si es una balsa de aceite. No lo creo. Creo que se nos ha olvidado. Creo que hubo una corrupción terrible en los años finales del felipismo, cuando saltó todo. Porque, acuérdate, estábamos metidos en un caso que solapaba otro.

Pero ahora yo creo que es la primera vez en la historia de España reciente que tenemos constancia de un presidente que, desde el día uno que llega al poder, tiene una organización criminal instalada en el poder: su mano derecha en el Gobierno, que es la persona con más presupuesto; su mano derecha en el partido, o su siguiente mano derecha en el partido, que después está en la cárcel.

Y esto pasa desde el mismo día en que llega al poder. A los tres días ya se dan contratos de obra que llevan comisiones detrás. Esto no había pasado nunca.

Con lo cual, yo creo que hay una sensación de impunidad, una corrupción moral y del sistema. Porque en las siguientes elecciones llega el presidente, gana con una moción de censura, y en las del año 23 dice todo lo contrario de lo que había prometido en su campaña anterior.

Se salta todo: la ley de amnistía, las instituciones, el Tribunal Constitucional… y esta misma semana hemos visto cómo intenta dar un golpe de mano para quitar la instrucción a los jueces. Eso es de una gravedad extrema.

- Pero la comparación también está referida a este enconamiento: el uno contra otro, la crispación.

- Absolutamente. Ahí te doy la razón. Yo creo que no hemos conocido algo parecido; no tiene parangón. Precisamente no lo tiene porque hoy la tecnología está haciendo que la sociedad se polarice como nunca, y a una velocidad vertiginosa.

Internet crea lo que se llama «filtro burbuja»: si eres de un equipo o de una ideología, solo verás contenidos afines. Los algoritmos viralizan lo peor, fomentan el enfrentamiento y premian lo controvertido.

Imagina lo que eso supone para los jóvenes, que viven en redes como TikTok o Instagram. Es un desastre para la salud mental, no solo de ellos, también de nosotros. Se están rompiendo los puentes de convivencia, y eso me parece gravísimo.

- La tecnología como acelerador, pero entiendo que Zapatero y el PSOE también tienen algo que ver.

- Zapatero fue el iniciador. Es el presidente más nefasto de la historia reciente porque conscientemente reabre el revanchismo. Es el que instaura en la sociedad española… es un hombre que, desde mi punto de vista, tiene algún tipo de tara mental.

Porque hay que recordar que, en su discurso de investidura, cuando llega a la presidencia del Gobierno, suelta en el Congreso de los Diputados que su abuelo había sido víctima del franquismo, de los fachas, de los nacionales, y que lo habían asesinado.

Precisamente yo escribí un libro que se llama La gran revancha, en el que descubrí tres cosas importantes. Fui coautora de ese libro, pero esas tres cosas las descubrí yo.

La primera: que Zapatero anuncia su Ley de Memoria Histórica en una fundación pequeña de León llamada Fundación Sierra Pambley, un mes de julio. El 18 de julio, si no me equivoco. Los convoca allí y anuncia que va a hacer una Ley de Memoria Histórica para revisar toda la Transición.

La segunda: que, investigando los archivos sobre la represión de la masonería y del comunismo, descubrí que su abuelo se había iniciado en la masonería en la misma fundación donde él convoca a la prensa para anunciar la ley.

Y la tercera: un dato que nadie conocía. Su abuelo, presentado como víctima de los nacionales, fue en realidad agente doble. En los archivos históricos nacionales —y creo que ni el propio Zapatero lo sabía— aparece trabajando para los nacionales siendo al mismo tiempo director de El Socialista. El abuelo de Zapatero participó también en la revolución de octubre del 34, en la que murieron obreros.

Y lo último: en una entrevista —que es la que abre el libro— con Irene Villa y su madre, María Jesús, ellas cuentan cómo Zapatero equipara el asesinato de su abuelo, la ejecución de su abuelo, con ellas y con las víctimas de ETA.

Eso, sinceramente, es una tara mental. ¿Cómo puedes comparar a una niña con su madre, que sobrevivieron a un atentado terrorista porque Dios no quiso que murieran, con una guerra civil?

Eso fue lo que abrió Zapatero: el enfrentamiento y el revanchismo. Por eso el libro se llama La gran revancha. Y, como suele decirse, aquellos polvos trajeron estos lodos.

Isabel Durán

Isabel DuránSamira Ouf

- La inteligencia artificial complica el asunto un poco más.

- Claro, la inteligencia artificial lo que está haciendo es que la gente no sea consciente, porque estos aparatos nos manipulan.

Fíjate cómo será que, esta misma semana, hemos conocido que el Estado de Nueva York ha presentado —y me parece que ya ha culminado— una demanda contra TikTok, Instagram y otras grandes plataformas. En el Congreso de los Estados Unidos, en estos momentos, hay como cuarenta y tantas demandas de distintos estados contra las grandes tecnológicas.

En este caso, se las acusa del daño objetivo que están causando a los jóvenes, porque se ha demostrado que son plataformas adictivas que generan graves problemas de salud mental: depresión, baja autoestima e incluso autolesiones. En España, los hospitales de salud mental están desbordados, sobre todo por jóvenes absolutamente atrapados en las redes sociales.

Y eso no pasa solo con ellos, sino también con el resto de las personas. Todo el mundo: el que detesta a Vox solo recibe cosas horribles de Vox; el que detesta al Partido Socialista solo ve tremendidades; el que detesta al PP, lo mismo.

A eso se le llama «filtro burbuja». Un periodista americano maravilloso, Eli Pariser, escribió hace unos ocho años un libro titulado así, El filtro burbuja, que fue un éxito. En él explica cómo los algoritmos, en lugar de conectarnos, lo que hacen es aislarnos.

Así se potencia un enfrentamiento y una polarización donde todo el mundo se reafirma en sus propias convicciones, porque los algoritmos te reafirman en tu pensamiento y te impiden desarrollar pensamiento crítico o conocer lo que opinan los demás para extraer tus propias conclusiones.

-¿Cuál es el papel que tenemos los periodistas en todo esto?

- Yo creo que los periodistas, por un lado, somos garantes de la verdad, porque si nos basamos en la verdad tenemos esa responsabilidad. Pero, al mismo tiempo, estamos en la era de la gran manipulación.

Hay un montón de periodistas que viven de consignas, porque de eso comen. Desgraciadamente, la prensa denuncia la corrupción desde el frente, pero vive una etapa muy oscura y muy negra. Parte del periodismo es incapaz de aceptar los hechos y simplemente se alimenta de argumentarios que luego se difunden a través de un conjunto de altavoces mediáticos.

Eso nos hace muy responsables también por no denunciarlo, porque la mayoría de los periodistas callamos, no decimos nada. Y a mí me parece muy grave. Creo que hay una corresponsabilidad: la de denunciar al político corrupto, al empresario corrupto, al trabajador corrupto y también al periodista corrupto. Claro que sí, ¿por qué no?

Isabel Durán, vista por Samira Ouf

Isabel Durán, vista por Samira OufSamira Ouf Calero

- Usted y yo hemos trabajado en una casa cuyo lema era «la verdad os hará libres». ¿Se nos ha olvidado defender la verdad aunque sea incómoda?

- A mí no. Yo, precisamente, acabo de volver al ruedo y lo que tengo es la bandera de la verdad. Y cuesta mucho, porque luego los medios no te quieren: no eres dócil, no sigues el argumentario. A mí no me lo pasan. Prefiero que me den datos que pueda contrastar. Si necesito un dato al que no llego, no quiero ni ver un argumentario.

He visto a muchos colegas, antes de entrar en una tertulia televisiva, leyendo hasta el último detalle de ese argumentario. Por eso creo que a veces los descoloco: voy por libre.

Pero yo busco la verdad y, además, si me equivoco, lo reconozco. Claro que puedo equivocarme, pero me puedo equivocar buscando la verdad.

- Hace una propuesta que también es valiente hoy en día: el cristianismo como refugio.

- Claro. A mí me parece que, en esta pérdida de valores, lo esencial es recordar cuál es fundamental: la dignidad de la persona, desde la concepción hasta la muerte.

Hoy día un menor va a una farmacia y dice: «Quiero una píldora abortiva»; una niña pide lo mismo; un chico menor dice: «Quiero cambiarme de sexo». Y todo eso se lo hacen de espaldas a los padres, sin ningún tipo de información sobre lo que está ocurriendo. Y, sin embargo, yo voy a una farmacia, pido un ibuprofeno de 600 y no me lo dan simplemente porque no tengo receta médica.

Ese valor de la dignidad de la persona humana es fundamental. Ahí está todo el camino de la vida: el valor de la libertad, el de la fraternidad, todos los valores cristianos. Al final, somos un refugio de la persona y, además, una garantía, porque qué suerte tenemos de hablar también del amor.

A mí me parece un chollo. Es verdad que no es fácil, pero el perdón, el amor, ayudar a los demás, que te ayuden… Todo el mundo quiere eso, todo el mundo quiere perdón y amor. Lo que pasa es que a nosotros nos lo aporta una religión.

Todos estos valores están en desuso, y los políticos miran hacia otro lado porque no es políticamente correcto hablar de ellos. Pero hay una gran parte de la sociedad callada, cristiana y católica también, que echa de menos esa valentía.

No hay que enfadarse: lo que hay que hacer es defenderlos y predicar con el ejemplo, que es muy difícil, pero hay que hacerlo con alegría.

Isabel Durán, durante la entrevista

Isabel Durán, durante la entrevistaSamira Ouf

- Quizá el problema es que hay poca gente dispuesta a escuchar.

- Yo estoy aquí precisamente para hablar de esto. No lo propuse yo; me llaman, voy a la tele o a foros y defiendo esto. Me da igual lo que cueste. Es verdad que te puedes sentir desamparada, no por la gente, sino por las instituciones. Pero ahora noto más envenenamiento social: la gente está crispada, aunque muchos solo necesitarían escuchar con calma.

Sin embargo, hay esperanza. Hay muchos jóvenes nuevos, con carismas, que rezan en alto, que cantan a Dios. Esto no lo habíamos visto, y va a contracorriente, pero está ahí.

Y tenemos un Papa matemático que ha elegido el nombre de León XIV, igual que León XIII fue el Papa de la revolución industrial. Ahora vivimos una revolución tecnológica.

Así que sí, hay motivos para la esperanza. Con soledad, sí, pero con esperanza. La sociedad está deseando escuchar este tipo de mensajes.

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