El doctor Fleming, en el Círculo de la Amistad, junto al obispo fray Albino

El doctor Fleming, en el Círculo de la Amistad, junto al obispo fray Albino

El doctor Fleming estuvo en Córdoba hace 75 años

El científico escocés hizo una gira triunfal por España en 1948

Albert Einstein estuvo en España en los años 20 y su visita pasó prácticamente desapercibida más allá de determinados círculos oficiales y académicos. Dos décadas más tarde llegó Alexander Fleming y el desbordamiento popular fue muy superior al que se suponía. La clave estaba en la penicilina, ese fármaco capaz de curar infecciones y de poner solución a problemas seculares como la tuberculosis o la sífilis. Esto lo entendió todo el mundo y por eso su recorrido por España hace ahora 75 años fue toda una demostración de gratitud hacia el científico escocés que había cambiado la vida de la humanidad.
Fleming estaba en su laboratorio trabajando en una investigación cuando en 1928 descubrió por casualidad la penicilina, cuando se le contaminó un cultivo y vio que ese moho era capaz de matar bacterias. Ahí empezó todo, con las reticencias iniciales de sus propios compañeros científicos, hasta que la penicilina comenzó a aplicarse en 1944 a los heridos en el desembarco de Normandía. Ese fue el momento de su reconocimiento y de su proyección internacional. Terminada la Segunda Guerra Mundial, Fleming comenzó a recibir galardones de todo tipo y, por ejemplo, en 1944 fue nombrado 'sir' por el Rey británico y al año siguiente recibía el Premio Nobel de Medicina.

La salvación de los toreros

Esta ola de popularidad estaba refrendada por la eficacia de su descubrimiento. Todas las clases sociales eran testigos de la efectividad de la penicilina, que se había extendido hasta límites insospechados. En España también, porque era efectiva en los supuestos que se pueden dar en cualquier rincón del mundo, así como en los específicos, como eran las cornadas recibidas por los toreros, hasta entonces un gran foco de infecciones, lo que justifica el monumento al científico escocés en la puerta de la plaza de toros de Las Ventas.
Alexander Fleming llegó a España el 26 de mayo de 1948. El motivo de su visita era atender la invitación del Hospital de Infecciosos de Barcelona para dar una serie de conferencias. El recibimiento popular fue subiendo de intensidad, ya que al científico se le hizo partícipe de la intensa vida de la Ciudad Condal: lo llevaron a Montserrat y lo pasearon por las Ramblas, le ofrecieron un concierto en el Palacio de la Música y tampoco de escapó de asistir a una corrida de toros y a un partido de fútbol entre las selecciones de España y de Irlanda.
Aquellos intensos días en Barcelona no hicieron sombra a lo que le esperaba a Fleming en Andalucía. El 7 de junio llegó a Sevilla y allí fue recibido en el Ayuntamiento con una Plaza Nueva en la que no cabía un alfiler. Visitó todo lo visitable y en esta ciudad supo que en las casas de citas había una foto suya en cada salón, porque las 'pupilas' habían dicho adiós a la sulfamida y habían encontrado en la penicilina el remedio a las enfermedades venéreas.

Llegada a Córdoba

En Sevilla estuvo tres días. El 9 de junio entraba en Córdoba por el Puente Romano para una visita de sólo unas diez horas que quedaron recogidas en la crónica publicada por el diario Córdoba. En la orilla izquierda fue recibido por una generosa pléyade de autoridades de la época, pero Fleming encontraría sentido a su trabajo mientras cruzaba a la otra orilla, con un puente por el que era difícil andar, entre aplausos y vítores. Cuenta que un hombre le besó las manos entre lágrimas y le dijo que la penicilina había salvado la vida de un familiar.
Visitó la Mezquita Catedral, el Museo Julio Romero de Torres, en el Ayuntamiento recibió el nombramiento de Huesped de Honor y salió a saludar desde el balcón después de un solemne acto en el salón de Plenos en el que no faltaron los inevitables discursos.

Almuerzo en el Círculo de la Amistad

De ahí, al Círculo de la Amistad, donde se le ofreció un almuerzo. El doctor Fleming estuvo sentado entre su esposa y el obispo de Córdoba, fray Albino, que al saber varios idiomas le haría la comida más entretenida al científico. A los postres fue obsequiado por el Ayuntamiento con un sombrero cordobés que no dudó en lucir tanto en ese momento como durante la tarde.
La siguiente etapa estaba en la sierra, donde los marqueses del Mérito lo esperaban en el monasterio de San Jerónimo de Valparaiso. Por último, el doctor Fleming acudió a la Escuela de Veterinaria donde en esas fechas se celebraba la III Exposición de Arte Taurino. Desde allí, de nuevo con el sombrero de ala ancha sobre sus sienes, el científico dijo adiós a Córdoba antes de partir camino de Sevilla, donde aún le esperaban intensas jornadas en Jerez de la Frontera, Madrid y Toledo.
Comentarios
tracking