El portalón de San Lorenzo
La ermita de Nuestra Señora de las Montañas
Tras la Reconquista, el inmueble fue reconvertido en hospital u hospedería, siendo ocupado por los ermitaños de la Albaida
Situada en la calle Montero, de la antigua ermita de Nuestra Señora de las Montañas apenas permanece su recuerdo. Ya sin su campanario, sólo la austera y estrecha fachada original, con un antiguo portón, puede darnos alguna leve pista de su larga historia.
Este recinto, sin duda el más antiguo de la calle, como iglesia o ermita bajo la advocación de San Martín de Tours, y con los cambios ineludibles que el tiempo mella en toda obra humana, tendría un origen muy lejano que se remontaría, según algunos eruditos, incluso a una época previa a la Reconquista de Córdoba por Fernando III. Así, varios autores del XVIII y XIX la citan como el templo a donde solía acudir para rezar el fraile Juan de Gorze, prior de la Abadía de Gorze en la región de la Lorena, cuando, como voluntario, visitó en misión diplomática nuestra ciudad trayendo una misiva de amistad para Abderramán III de parte de su señor Otón I, rey del Sacro Imperio Romano Germánico (912-973).
En esta zona de la actual Ajerquía, alejada del centro político de aquella poderosa Córdoba califal, esperó el paciente fraile tres años para ser recibido por el califa. Se dice que sólo tenía permiso para salir de allí los domingos y días festivos, en los que solía acudir a misa a la citada iglesia de San Martín. Estos acontecimientos están documentados en la 'España Sagrada', tomo X página 287, de Enrique Flórez del año 1753. También Bartolomé Sánchez de Feria en sus 'Memorias Sagradas del Yermo de Córdoba', de 1782, hace mención de estos hechos. Desconozco si los expertos actuales han opinado sobre la realidad de esta piadosa tradición.
Tras la Reconquista, o al poco de ella, el inmueble fue reconvertido en hospital u hospedería, siendo ocupado por los ermitaños de la Albaida que lo utilizaban para acoger en Córdoba a los que tenían que bajar a la ciudad desde la sierra, bien por motivos de pedir limosna o por enfermedad. Permanentemente había, al menos, un ermitaño a cargo del edificio. Se cree que fueron estos ermitaños de la sierra cordobesa los que trajeron, para la parte dedicada a iglesia o capilla de su hospedería, una imagen de la Virgen del Rosario conocida como 'de las Montañas'. Allí permaneció hasta 1923, cuando a consecuencia del mal estado y derrumbe del tejado del local fue trasladada a la parroquia de San Lorenzo, incluyendo parte del mobiliario de su hermandad.
Una copia de los estatutos de dicha Hermandad, de fecha 1715, obra en el Archivo Municipal de Córdoba con el registro SF/C-00091007. Solía celebrar anualmente una novena en honor de la Virgen a la altura del mes de noviembre coincidiendo con la festividad del titular de la ermita. Por la gran popularidad y arraigo que alcanzó la devoción a su titular la gente llana del barrio renombró al hospital de San Martín como Ermita de Nuestra Señora de las Montañas. También hay que recordar que en esta ermita se fundó a finales del siglo XVI una Hermandad de Ánimas, que se unió posteriormente a las creadas en la ermita-hospital de San Sebastián (no la situada en la calle Torrijos, sino otra en un pequeño local ubicado en la plaza de San Lorenzo, junto a la casa del párroco) y a la de la propia parroquia. Es el origen de la actual Hermandad de Ánimas de San Lorenzo.
En 1900, en la prensa de Córdoba aparecen señalados los actos religiosos que tenían lugar en la ermita. Se cita con gran elocuencia el evento musical-poético que protagonizaron las jóvenes Conchita Caballero Sánchez, Estrella Delgado Rael, Rafaela Merlo Vázquez y Carmen Luna Viso, bajo la dirección musical de don Juan Bautista Espejo, hermano mayor de la Hermandad de las Montañas. Por unas razones u otras la afluencia de fieles para escuchar los sermones del canónigo don Enrique Medina de la Bermeja (1867-1922) cada vez era mayor, por lo que la pequeña ermita resultaba insuficiente para acogerlos. Por ello, se decidió celebrarlos en la parroquia de San Lorenzo, trasladando a la Virgen en procesión de ida y en regreso por las calles San Lorenzo, Santa María de Gracia, Plaza de San Rafael, Custodio, San Agustín y Montero.
Hay que señalar que estos años de principios del XX fueron de un gran auge en los actos litúrgicos y de renacimiento del fervor religioso popular. La muy cercana ermita de San Juan de Letrán, por ejemplo, estaba también muy ocupada por sus novenas a la Virgen de las Mercedes (creemos que la primitiva Virgen de la Merced), además de celebrar cultos igualmente a la Purísima y a San Pedro Nolasco.
Por último, aportamos como curiosidad erudita unos documentos de finales del siglo XV del Registro de Protocolos, para certificar la antigüedad de esta desaparecida Ermita de la calle Montero.
1484, septiembre, 1. Córdoba.
Diego Carrillo, veinticuatro de Córdoba, vecino en la collación de San Juan, vende a Juan de Valenzuela, veinticuatro de Córdoba, vecino en la collación de San Lloreinte, una casa molino de pan con cuatro piedras en el arroyo Pedroche, tres pares de casas en la collación de San Lloreinte cerca de la Puerta de Plasencia, otro par en la calle de la Humosa en linde con el Hospital de San Martín y la calle del Montero, y otro par de casas en la calle de Juan Tocino, por 76.500 mrs.
Archivo de Protocolos Córdoba. Oficio 14, n. 17-248.
1498, marzo, 7. Córdoba.
Pedro López cantero alarife vecino en Santa Marina hijo de Pedro López cantero difunto vende a María Fernández de Arenillas hija de Diego curtidor vecina en San Lorenzo unas casas que él tiene suyas en San Lorenzo en la calle de la Humosa que lindan con casas hospital de San Martín y con casas de Catalina Rodríguez la Garrova y con la dicha calle y se las vendió con el cargo de por vida que de ellas tiene Pedro Ruiz Cenolla y María Fernández su mujer por 1.000 maravedíes y un par de gallinas, y se las vende por precio de 12.500 maravedíes, que recibió de ella en castellanos de oro.
Testigos: Francisco de Salamanca y Diego Salado corredores de heredades y Pedro Fernández escribano del Rey vecinos de Córdoba.
En este día la compradora tomó la posesión.
Archivo de Protocolos de Córdoba. PN, 14-32. 20. 12r.
Por desgracia, a pesar de toda esta historia detrás, desde 1923 en que se derrumbó la techumbre, la ermita había estado cerrada sin culto, y después de unos arreglos precarios, más que nada para proteger las casas colindantes, fue ocupada por un taller de carpinteros en régimen de alquiler. Mariano Villar Asís, vecino de la calle Cristo, fue el primer carpintero que estuvo de inquilino en el local de la antigua ermita. Le sucedieron sus hijos Ricardo y Rafael, muy conocidos porque presentaban al concurso de los Patios Cordobeses, los patios colindantes de sus casas en la calle Guzmanas, que era paralela a Montero. Hoy siguen en la carpintería sus nietos.
En 1976, la Ermita de las Montañas fue vendida por el entonces obispo de Córdoba, el vasco Monseñor Cirarda Lachiondo (1917-2008), en un lote junto a otros inmuebles de la diócesis, muchos de ellos abandonados o secularizados, como eran las ermitas del Buen Suceso y la de San Juan de Letrán, o la casa parroquial de San Lorenzo. Se perdía así definitivamente gran parte de la historia religiosa y devocional de los barrios de Córdoba.
La Virgen de las Montañas en San Lorenzo
Cuando llegó a San Lorenzo en 1923 la Virgen de las Montañas fue colocada en el altar que presidía la llamada capilla del Bautismo, que en aquellos años estaba situada al final del Sagrario. Estaba delimitada por un enrejado con balaustres torneados muy vistosos de madera, en color azul. Contaba hasta con puertas batientes de acceso, que realzaban la importancia ritual que se le daba entonces a este sacramento, como símbolo de la entrada en la Iglesia.
Con la llegada a San Lorenzo de un nuevo párroco, y el inicio posterior de las reformas inducidas por el Vaticano II, entre 1956 y 1966 la parroquia experimentó una transformación muy acusada, desapareciendo gran parte de las estructuras barrocas surgidas a consecuencia del Concilio de Trento que habían dado lugar a la liturgia tradicional.
Así se quitó, dejando al descubierto el ábside medieval, el retablo del altar mayor del siglo XVII, así como los dos retablos laterales más pequeños, que actualmente se encuentran en la nave del Evangelio con la Virgen de los Remedios y en la nave de la Epístola con la propia Virgen de las Montañas.
Antes de trasladarse, estos dos altares estaban situados a ambos lados del ante-presbiterio, donde ahora está el reloj, la cruz y los ciriales de la parroquia. En uno estaba la Virgen de los Remedios, que simplemente cambió de sitio con todo su altar, y en el otro estaba un San Lorenzo que hoy preside el altar mayor, dejando su sitio a la citada Virgen de las Montañas.
El retablo del altar mayor, mucho más grande, tuvo que desmontarse, y sus restos se ubicaron al final de la nave de la Epístola en el rincón de la iglesia conforme se entra a la derecha, justo en donde hoy está ubicada la pila de bautismo. Don Félix Hernández, el arquitecto de zona por aquellos tiempos de Córdoba, llegó a decir: «Aunque el retablo no es una obra de especial valor, quitarlo ha sido excesivo».
Para emplazar sus restos en esta nueva ubicación hubo que eliminar un órgano a fuelle de siglo XVIII, que se destrozó y vendió como chatarra, eliminándose además el coro que lo soportaba. La nueva liturgia parecía que ya no necesitaba de ellos. Sin órgano y sin coro, también desaparecieron, inevitablemente, doce libros corales muy antiguos allí apilados que, aunque más pequeños, tenían la misma calidad de escritura que los que se guardan como un tesoro en el Archivo de la Catedral. Sólo la comparación con un posible inventario de la parroquia de principios del XX nos podrá determinar todo lo que se perdió con estas «reformas». Una barbaridad y un crimen contra nuestro patrimonio.
Encima, todo el retablo del altar mayor no cabía en donde finalmente se situó, y por eso le faltan unos penachos que, según parece, fueron a parar al Palacio de Viana. El remate superior sí se pudo conservar en la parroquia, y está colocado en la parte posterior de la actual capilla del Sagrario.
Para rematar la cosa, hay que decir que al desmontarse el San Lorenzo que presidía entonces desde su hornacina del retablo el altar mayor (no el San Lorenzo que actualmente lo preside, que viene del desaparecido retablo lateral, como hemos indicado) las personas que realizaron dicha operación demostraron tener muy pocos conocimientos de física. Eligieron para amarrar la soga que lo iba a bajar una argolla que existía de antiguo en el mismo techo del presbiterio, pero no en la vertical correcta donde se encontraba el santo. El caso es que lo amarraron, pero al tirar para descenderlo la desviación de la vertical generó un momento de fuerzas y San Lorenzo experimentó un tremendo balanceo. A consecuencia de ello, al final se estampó en el suelo, deshaciéndose en 118 pedazos. Sé que fue esta cifra exacta porque contamos los trozos y me tocó a mí y a otros meterlos en un saco y llevarlos a casa del escultor Juan Martínez Cerrillo para ver si podía restaurarlo. Increíblemente, lo consiguió, y este San Lorenzo se encuentra hoy en la nave de la Epístola, cerca de la Virgen de las Montañas.
Un testigo excepcional
Don Francisco Espinosa, 'practicante' de la calle Montero, convivió muchos años con la ermita de las Montañas, pues su puesto de trabajo estaba prácticamente enfrente. Vivía en la calle Barrionuevo y todos los días se desplazaba hasta allí montado en su bicicleta BH, con los pelos blancos algo volados por el viento y vestido con una bata también blanca, lo que le daba un aspecto algo extravagante.
Desde allí se recorría la calle de un lado para otro. Mantenía la certeza, seguramente por tradición oral familiar, de que un antepasado suyo llegó a parar en el citado inmueble como ermitaño cuando se convirtió en hospedería.
Don Francisco, como se le conocía, afirmaba que en la calle Montero los vecinos asumían un 'disfraz' de la vida diaria, lo que les permitía vivir en paz y armonía compaginando problemas, risas y llantos con la mayor naturalidad. Y hacía hincapié en que sabían pasar de la seriedad que imprimía la historia del hospital de San Martín a la veleidad de su simpático carnaval, en donde cada persona o vecino daba rienda suelta a sus alegrías y desenfreno.
Podemos decir que la fachada de esta ermita de Nuestra Señora de las Montañas, junto a la más moderna fachada de la taberna El Pancho son las únicas fachadas originales que aún quedan en esta calle Montero tan famosa por tantas cosas y leyendas.