Portada efímera que se levantó delante de Puerta Nueva (al fondo) con motivo de la visita a Córdoba de Isabel II (1862)

Portada efímera que se levantó delante de Puerta Nueva (al fondo) con motivo de la visita a Córdoba de Isabel II (1862)

El portalón de San Lorenzo

El entorno de Puerta Nueva

Tras unos años de nuevo abandono el edificio fue remodelado y a principios de 1961 se convirtió en Maternidad

Alrededor de 1835 las puertas del recinto amurallado de Córdoba, en sentido oeste, norte, este y sur, eran la Puerta de Almodóvar, la Puerta de Gallegos, la Puerta de Osario, la Puerta del Rincón, la Puerta del Colodro, la Puerta del Escusado o de la Misericordia, la Puerta de Plasencia, la Puerta Nueva, la Puerta de Baeza y la Puerta del Puente Romano, esta última la más monumental con su aspecto de arco triunfal.

A éstas hubo que añadir las dos de corta vida que se inauguraron por aquellas fechas, la Puerta de la Trinidad, desde la Victoria a Lope de Hoces, y la del Gran Capitán, a la entrada de su paseo por Ronda de los Tejares. Ya estaban cerradas o en ruinas la Puerta de Martos o del Sol, la Puerta de Andújar y la muy antigua Puerta de los Sacos, junto a la ribera del Alcázar.

De todas ellas, por la Puerta Nueva era por donde, desde Felipe II, entraban solemnemente los reyes de España cuando, muy de tiempo en tiempo, visitaban Córdoba. Fue construida en 1569 y totalmente renovada en 1729, adquiriendo el aspecto de una sobria puerta rectangular con un frontón triangular encima. Tras la entrada de Felipe II, que venía por estas tierras para arreglar el asunto de los moriscos, otros monarcas le secundaron: Felipe IV, Carlos IV, Fernando VII, y su hija Isabel II. Para recibir a esta reina en 1862 (que descansó la jornada previa en una enorme y lujosa carpa que se montó a la altura de lo que luego fue la Choza el Cojo) se construyó una portada efímera en forma de puerta triunfal justo delante de la Puerta Nueva. Sería la última vez que viese pasar la puerta a un monarca, porque en el transcurso del XIX, ya exiliada la reina, comenzó el derribo final de todas las de la ciudad, y de la Puerta Nueva sólo quedó el topónimo.

Como ejemplo de la forma en que suelen funcionar las cosas políticas en nuestro país, hay que señalar que en homenaje a esta visita de la reina se renombró a toda la calle desde Puerta Nueva a San Pedro (actual Alfonso XII) como Carrera de Isabel II. Ello obligó a un peculiar trueque, porque ya tenía su nombre una calle que desde la Edad Media se había llamado de Don Carlos, sin saberse muy bien a qué Carlos se refería. Cuando murió Fernando VII y su hija ocupó el trono en lucha contra los carlistas aquello de Don Carlos como que no era muy del agrado de las nuevas autoridades liberales, así que la renombraron como calle de Isabel II.

Como por la visita real le ponían su nombre a otra calle, para evitar confusiones a la de Isabel II le cambiaron entonces el nombre por el de su heredero, Príncipe Alfonso. Lo malo es que apenas unos pocos años después, en 1868, caería la reina y su dinastía, y pasó a ser renombrada como General Serrano. Pero el joven Alfonso retornó al poco tras el caos, y con los años se volvieron a cambiar los nombres, pero ahora él se quedaría con la calle más larga e ilustre desde Puerta Nueva a San Pedro, que pasaría a ser calle de Alfonso XII, y dejaría a su madre de nuevo el honor de la más pequeña calle Isabel II. Esperemos que no las cambien más de nombre y nos dejen tranquilos de tanto cambio.

Los franceses

Varias décadas antes de la llegada de Isabel II por Puerta Nueva, en junio del nefasto 1808, el general (y ladrón) francés Dupont había derribado a cañonazos su portón. Acababa de derrotar a una animosa pero ridícula fuerza de voluntarios cordobeses que intentó detenerlo sin éxito en las afueras de la ciudad, en Alcolea. Tras cumplir el sencillo expediente, el francés se encontró con que Córdoba no le abría las puertas, así que recurrió a derribarla.

Por si ya las cosas no estaban alteradas por la actitud provocativa de los franceses, aún se complicarían más cuando un juez de paz, don Pedro Moreno, disparó su mosquete contra el general invasor desde la casa que hacía esquina en la actual calle Francisco de Borja Pavón. Sólo logró herir a su caballo, pero aquello enfureció como locos a los invasores que durante diez días saquearon sin escrúpulos la ciudad, lo mismo casas de vecinos, que iglesias y conventos, además de cometer todo tipo de desmanes. No hace falta decir que toda la familia del valiente Pedro Moreno fue pasada a bayoneta, salvándose sólo una pequeña en mantillas que es la niña que da nombre al remozado jardín enfrente de Puerta Nueva.

Inmueble de lo que fue el Convento del Carmen, antes de rehabilitarse como Hospital antituberculoso en 1941

Inmueble de lo que fue el Convento del Carmen, antes de rehabilitarse como Hospital antituberculoso en 1941

El convento del Carmen Calzado

En 1512 era fundado, detrás del Hospital de San Lázaro, la Ermita de la Veracruz. Dado lo insalubre del lugar, estaban rodeados de huertas con sus vaquerizas y hasta cochineras, que en aquella zona, una de las más frondosas de Córdoba, solían abundar. Posiblemente al ser un terreno tremendamente rural fue lo que determinó el bajo precio para su adquisición y primera instalación. Pero de una manera u otra la comunidad del Carmen Calzado terminarían mudándose en 1580 a la collación de la Magdalena, a una ermita que había cercana a la Puerta de Andújar, sirviéndole de iglesia la propia ermita de Nuestra Señora de la Cabeza.

En todo este ir y venir, los frailes contaron con el importante patronazgo de los marqueses de Villaseca que apoyaron desde los inicios sus obras, realizando numerosas ampliaciones y reformas hasta completarse las instalaciones en el siglo XVIII, cuando adquirió finalmente el nombre de Convento del Carmen de Puerta Nueva. Todas estas vicisitudes se aclaran perfectamente en un manuscrito de Fray Miguel Rodríguez Carretero, quien relata desde la licencia del obispo don Leopoldo de Austria para su instalación en Córdoba hasta su relación con el Colegio San Roque en la collación de Santa María, que por aquellos tiempos era un lugar de élite para sus teólogos. Afortunadamente, los carmelitas comenzaron las relaciones de patronazgo con los estamentos sociales que podían echarles una mano (como los citados marqueses), y además fueron apareciendo las fundaciones y cofradías, así como ayudas y donaciones en testamentos.

De esta forma lograron ir adquiriendo y acumulando sus propios bienes, de los cuales fueron siempre modélicos en su administración. Levantaron un pequeño pero bello convento, con un gran claustro y una iglesia de una sola nave, pero enriquecida con soberbios cuadros de Valdés Leal. Como era de esperar, entronizaron a la Virgen del Carmen como figura principal de su iglesia.

Impresionante retablo de Juan de Valdés Leal (1622-1690) que se puede admirar en la iglesia parroquial del Carmen de Puerta Nueva

Impresionante retablo de Juan de Valdés Leal (1622-1690) que se puede admirar en la iglesia parroquial del Carmen de Puerta Nueva

El cementerio de San Rafael

En 1640, los frailes del Carmen Calzado compraron a la familia de Juan José de Velasco la haza La Gitana, una huerta situada cerca de donde estuvo su primera instalación, detrás del Hospital de San Lázaro, y frontera a otra ermita, la de San Sebastián. El precio fue de 500 ducados de vellón, que componían 5.400 reales. Pagaron una parte en efectivo y quedó el resto en hipoteca. Tras más de un siglo y medio en propiedad, en 1816 la vendieron a la familia de doña Luisa Carrillo por 12.300 reales. En 1832 esta familia la volvió a vender, es este caso al Ayuntamiento de Córdoba para que construyese en sus terrenos el conocido Cementerio de San Rafael.

Con la exclaustración de los carmelitas en 1835, las instalaciones abandonadas de su convento quedaron seriamente afectadas, pero se pudo preservar el claustro, uno de los más bellos de Andalucía. Tras varios propietarios, en 1941, poco después de acabar la guerra civil, se instaló allí un Hospital Antituberculoso, que en 1955 se trasladó a la zona de la sierra denominada Los Morales. Tras unos años de nuevo abandono el edificio fue remodelado y a principios de 1961 se convirtió en Maternidad, para finalmente implantarse la Facultad de Derecho y Económicas de la Universidad de Córdoba. De forma paralela, el obispo de Córdoba en 1970 constituyó la parroquia de Nuestra Señora del Carmen aprovechando la antigua iglesia del convento.

Claustro del antiguo convento, hoy sede de la Facultad de Derecho y Económicas 
de la Universidad de Córdoba

Claustro del antiguo convento, hoy sede de la Facultad de Derecho y Económicas de la Universidad de Córdoba

La fuente y el jardín

Los hermanos García Rueda fueron unos célebres marmolistas de Puerta Nueva, que llegaron a trabajar en la restauración del Patio de los Leones de la Alhambra y en otras obras de gran nivel artístico. Como vecinos y amantes de su barrio, echaban de menos la artística fuente ubicada frente al jardín de Puerta Nueva. Había sido costeada con el dinero obtenido en tres corridas de toros que se dieron en 1747. Dado el éxito, sobró hasta dinero, con el que se levantó en 1749 un Triunfo dedicado a San Rafael, que en un principio estuvo en la puerta de la iglesia, y después de ocupar otros sitios, ya en 1953 se trasladó al centro de la plaza, donde permanece.

La fuente, orgullo de sus vecinos, fue alevosamente desmontada y trasladada a la plaza de Jardín del Alpargate en 1950, siendo colocada delante del enorme plátano oriental derribado por el vendaval en el pasado 2023 que se llevó por delante el Triunfo de San Rafael de ese otro jardín. Para alinear la avenida de Barcelona, nuevamente cambiaron de sitio a la fuente y la adentraron más para el centro del jardín.

Volviendo a Puerta Nueva, por el año de 1952 al Ayuntamiento, siendo alcalde Antonio Cruz Conde, le dio por habilitar espacios para jardines delimitados con cerramiento de pilares redondos de madera y alambre de espino como si fuesen cualquier huerta o finca. Esto se llevó a cabo, entre otros sitios, por todo el Campo Madre de Dios, la zona de la muralla del Marrubial y el Jardín de Puerta Nueva, que fue sembrado de rosas. Al no poder entrar nadie por el cercado, aquello al menos era un fabuloso enjambre de colorido. Sólo se dejó sitio para el quiosco de periódicos que, con diferentes avatares, retrotrae su antigüedad a 1910. También quedó dentro del cerramiento un transformador de distribución del alumbrado público de 300 KVA que había sido montado en 1895. Era una antiestética mole metálica parecida a otras de la Cuesta del Bailío o la calle Montero. Afortunadamente, en 1966 fue colocado de forma subterránea junto a la puerta de la iglesia del Carmen.

Foto del transformador y el Triunfo de San Rafael en una desarbolada plaza en 1952

Foto del transformador y el Triunfo de San Rafael en una desarbolada plaza en 1952

Alrededor de la peña Puerta Nueva

A mediados del XX la principal zona habitada de Puerta Nueva la constituía la populosa acera que iba desde el Matadero al asilo Madre de Dios, además de la propias viviendas en la hoy rotonda con la calle Alfonso XII. En esa zona vivieron vecinos como el industrial de pieles Manolo de la Torre, sus cuñados Fermín y Rafael Gómez, los hermanos Flores Otero, los Urbano Serrano, Antonio Estévez, los Casana Zurita, los hermanos José, Rafael y Antonio Flores, los citados García Rueda, los hermanos Herrera López, los Trujillo Gutiérrez, Paco Herrera, Joaquín Martínez, Rafael Alcaide, Manuel Lanti, Rafael de Toro, etcétera. Muchos de ellos participaban en aquellas festivas verbenas que organizaba la peña Puerta Nueva, que en un principio se fundó en la taberna del mismo nombre regentada por Luis Bravo Jurado. Cuando éste se trasladó a la taberna de Huevos Fritos de San Lorenzo la peña se trasladó a su vez al Seis de Puerta Nueva, regentado por Manuel Bergillos.

Esta peña siempre estuvo muy relacionada con el cercano Matadero Municipal, siendo muchos carniceros y matarifes socios de la misma. Esta afinidad tenía su culmen en la finca El Negrete, donde desde hace muchos años tienen su sede campera. Allí tienen hasta su bodega, pues el vino de Montilla nunca faltaba en las reuniones de estos peñistas y de otros amigos que asistían a sus reuniones.

En la finca El Negrete

Sería interminable contar las anécdotas ocurridas en El Negrete, pero no hace falta irse muy lejos para dar con una muy graciosa. Un día Paco Herrera, que ya había perdido bastante de oído, quizás no entendiese bien que el indispensable vino lo llevarían unos que iban a subir después a la finca, por lo que al llegar antes y dirigirse al barril ignoraba que le habían quemado una pajuela de azufre y se le había echado agua para lavarlo. Paco no sabía nada y creyó que aquella agua sulfurada era vino... y se la bebió, No tuvo que apreciarle mal gusto, porque según los testigos llegó incluso a exclamar: ¡¡"Este vino ya es otra cosa!!

Otro peñista muy habitual en la finca era Rafael González Alcaide, más conocido por su apodo de picador de toros, El Pelajopos. Este entrañable personaje, amigo hasta de sus enemigos, era también matarife del Matadero Municipal. Como muchas empresas el Matadero se vio obligado a cerrar sus puertas y a recolocar a sus trabajadores. Lo llevaron al Alcázar de los Reyes Cristianos, Posada del Potro… y aquello no funcionaba, por lo que terminó de portero en el Ayuntamiento en el relevo de la tarde.

Un día de esas tardes llegaron al Ayuntamiento unos turistas alemanes y quisieron entrar, preguntándole al Pelajopos que si a esa hora trabajaba alguien en las oficinas. A lo que él, ni corto ni perezoso, contestó: »No, aquí por la tarde no viene nadie a trabajar, pero es que por las mañanas vienen todos y tampoco trabajan«. Este comentario bromista (o no) del portero ante los alarmados alemanes fue escuchado por algún chivato y salió a relucir en el Consejo del Ayuntamiento que se celebró al día siguiente. Como mal menor, fue trasladado de ordenanza a la Casa de Socorro, donde al decir de Paco Morrugares 'El Coco', que trabajaba allí, dijo del Pelajopos que se comportaba como si fuera el«gerente.

Lola Flores y la Virgen del Carmen

En el verano de 1972 el Grupo de Empresa de Westinghouse, en cuya directiva estaban el gran cordobés y poeta Francisco Carrasco Heredia, José Martínez Castro, Rafael Ruiz Lucena, Antonio Fuentes Parras y Pepín Luna, entre otros, organizó un formidable espectáculo para sus asociados en el que la estrella principal era nada menos que la singular Lola Flores. Dicho festival se celebró en el patio del bello claustro del antiguo Convento del Carmen de Puerta Nueva. Después de varias actuaciones de los que se pueden llamar, con todo el respeto, teloneros, llegaría la actuación central, un recital a cargo de La Faraona.

Lola Flores, (María Dolores Flores Ruiz, 1923-1995)

Lola Flores, (María Dolores Flores Ruiz, 1923-1995)

La gran artista llegó a Córdoba en la tarde anterior, y parece ser que fue a recogerla su gran amigo Manuel Benítez 'El Cordobés'. Las dos figuras, rodeados de amigos comunes, se dedicaron al disfrute de la noche cordobesa en donde bebieron e incluso jugaron, pasión ésta que agradaba mucho a la La Faraona.

El día previsto de la actuación Lola llegó bastante más tarde de lo previsto al claustro de Puerta Nueva y allí empezó a discutir de forma airada con su marido, El Pescaílla. La discusión, cuyos motivos desconocemos, fue a mayores y de su voz, algo alterada, salía constantemente un «Yo no salgo».

Antonio Fuentes Parras había sido el principal organizador del evento, y desde que empezó a notar el retraso de la artista en llegar ya había cruzado varias veces a la cercana taberna Los Gallegos, donde el tabernero Manolo Seoane González le facilitó la posibilidad de llamar a Sevilla a su representante, José Antonio Pulpón, que era el que había negociado 500.000 pesetas por la actuación. Pero no había manera de contactar con él, porque en las varias veces que se le había llamado en aquella angustiada tarde quien levantaba el teléfono siempre le decía o contestaba: «En este momento no está».

Ya habían actuado, entre otros Andrés Pajares, y el ballet de Merche Esmeralda, y como Lola no quería salir el entreacto se estaba prolongando más de la cuenta. Ya se comentaba que, como alternativa, un delegado del representante (con al que al fin parece que pudieron hablar) había ofrecido suplirla con Luis de Córdoba, Antonio Maldonado 'El Mangui', Concha Calero y Merengue de Córdoba.

La Faraona seguía discutiendo acaloradamente con su marido delante de los organizadores. Intentó mediar Pepín Garrido, conocido suyo, hijo del portero del Matadero Municipal y banderillero de Manuel Benítez 'El Cordobés'. Pero fue en vano. Antonio Fuentes, desesperado, y al borde de que le diese algo, le rogó: «Por favor, y por la Virgen del Carmen, salga usted a ese patio que ahí la espera a usted media Córdoba». Aquello le tuvo que tocar la «fibra sensible» ya que, aunque tarde, al final decidió salir al dichoso escenario, eso sí, porque "le dio la gana», como dijo.

A pesar de la espera fue recibida con una atronadora ovación del público que hizo retumbar las viejas columnas del claustro. Y su actuación, que inició con un agradecimiento «Gracias, 'Wastinjause', perdonarme (sic) si no lo digo bien, porque yo soy de Jerez de la Frontera, gracias 'Wastinjause'» fue memorable, de orejas y rabo.

Antonio Fuentes Parra (1932-2011), que coordinó muchos eventos de este tipo, trayendo a Córdoba a folclóricas como La Paquera de Jerez o La Terremoto, nunca sufrió lo que padeció aquella tarde. Al final, La Faraona, enterada del mal rato que le había hecho pasar, quiso tener con él un detalle: »Por lo bueno que ha sido usted le voy a dar un beso”. A Antonio le faltó poco para echarse a llorar. Terminado el acto Lola Flores se despidió de todos y se marchó en compañía de don Cristóbal Sánchez, el director de la fábrica de Westinghouse de Córdoba.

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