El portalón de San LorenzoManuel Estévez

La farándula

Actualmente presenta un programa cualquier personaje más o menos famosillo, a ser posible chistoso, vestido de aquella manera

Actualizada 06:10

Cuando éramos más jóvenes existía una cantinela que se escuchaba en todos los sitios, la mayoría de las veces en plan despectivo: «La España de la pandereta», «la España de las castañuelas»… Entonces estaban en su auge folklóricas como Concha Piquer, Lola Flores o Paquita Rico, que pienso que algo de valor tendrían. Sin embargo, hoy día Canal Sur, además de hablar largo y tendido hasta de los responsables de las taquillas del Betis o del Sevilla, nos tiene horas y horas entretenidos con multitud de programas, especiales y todo lo que se tercie con cante y baile flamenco, sevillanas y concursos de coplas para buscar cada vez más y más artistas. Dicen que es «nuestra cultura», «nuestras raíces»... Y todos están de acuerdo.
Rafael Molina, en la calle María Auxiliadora

Rafael Molina, en la calle María AuxiliadoraLa Voz

También oíamos bastante hace años lo del fútbol en la televisión «para comerle el coco a los españoles», algo curioso cuando hoy tenemos partidos televisados casi todos días y a cualquier hora; eso sí, la mayoría de pago. No obstante, aquella «denigrada» televisión emitía programas como 'Estudio Uno', que hasta el mismísimo Alfonso Guerra, poco sospechoso de ser afín al «régimen», ha comentado en una reciente entrevista que echa de menos. De igual calidad eran la mayoría de los seriales. Y en los programas de espectáculos y concursos se guardaban las formas y la etiqueta en el vestir, con presentadores que contaban con un amplio bagaje profesional detrás, procediendo muchos de ellos de la radio. Actualmente presenta un programa cualquier personaje más o menos famosillo, a ser posible chistoso, vestido de aquella manera, hablando con «tacos» como si estuviera en un cuartel o dando los mayores alaridos posibles.
Y todo esto sin hablar de los esperpénticos programas que llaman «rosas» o del «corazón», que cada vez le dan más la razón al cineasta americano Woody Allen cuando llegó a decir: «En California no tiran la basura: la convierten en programas de televisión». Perfectamente aplicable a los principales canales de televisión, que sobreviven en España gracias a los anuncios del Gobierno con los fondos que recibe de la Comunidad Europea.
Y es que quien pertenece hoy a esta «farándula», sea bueno, malo o vulgar, tiene las de ganar, la televisión es toda de estos «famosos». Incluso hay concursos que se las quieren dar de «culturales» donde, si no van como invitados histriónicos, aquello no marcha o no consigue audiencia. Con todo ello se han degradado términos como «artista», «fama» o «cultura». De cualquiera a los que se le aplique por los «medios» alguno de ellos se puede esperar lo peor.
Qué lástima de país el que ensalza a esta «farándula» y no reconoce a los verdaderos «artistas» que han producido, o están produciendo, en una fábrica, taller o centro de producción que requiere de su habilidad y destreza en la profesión, sujetos a duros turnos de trabajo bajo disciplina y orden.
Y así se dan tremendas paradojas, como la del amigo Rafael Molina, que fue, entre otras habilidades, un artista pionero en el trabajo del acero inoxidable, creando riqueza y escuela, porque en Córdoba ni se sabía cómo manejarlo. Nadie se acuerda de él, y sólo se le ve cuando tiene que encabezar una fila de personas mayores que salen a defender los derechos de los parados, de los pensionistas y de los trabajadores en general.
Fachada del Banco Coca en Ronda de los Tejares

Fachada del Banco Coca en Ronda de los TejaresLa Voz

En el taller de este hombre, Rafael Molina, se llegó a hacer el trabajo en acero inoxidable que decoraba el Banco Coca de nuestra ciudad, en el edificio que se levantó al derribar el Hotel Regina. Una auténtica obra de arte. La pieza que presentamos en la foto es una especie de «Cuerda de Reloj», pensada por el gran Tomás Egea Azcona, El trabajo práctico fue realizado por un equipo de taller al frente del cual estuvo Pedro Aguayo. Hoy esta «Cuerda de Reloj» se encuentra en una de las dependencias de la antigua Universidad Laboral, hoy denominado «Campus de Rabanales», donde se la llevó el arquitecto Gerardo Olivares.
Pero también eran «arte» trabajos como los de otra persona que quiero recordar aquí, Rafael Rivas Bueno, que pasó por la vida de forma totalmente anónima. Sus «obras» fueron los conductos de “fases aisladas", en tubos de aluminio de 1,20 de diámetro, presentes por todas las centrales eléctricas españolas y bastantes extranjeras, pues se fabricaron incluso para el Japón y la propia China. Tuvo que pensar y trazar el desarrollo de infinidad de codos, empalmes y derivaciones que, a juicio de sus compañeros que luego los soldaban, estaban hechos a la perfección. Todas estas obras seguirán funcionando, pero para este hombre ni para ninguno de sus compañeros existen los “derechos de autor».
En una palabra, que los médicos y sanitarios, los torneros, los delineantes, los fresadores, los soldadores, los mecánicos, los ebanistas, los plateros, los cerrajeros o cualquier trabajador en general, hombre o mujer, que tenga que poner su conocimiento, su «arte» y su destreza en su trabajo y produzca riqueza, en este país no cuenta para nada en las televisiones. Ahí suelen triunfar algunos que no han dado un «palo al agua» o se dedican a mover los «trapos sucios» de los demás. De forma, que los que se comen el pan son más importantes que los que lo hacen o siembran el trigo, que no cuentan ni nadie se acuerda de ellos. Que esto pase en las televisiones es un desastre, pero que pase en la sociedad en general es un drama. Así nos va.
Pero eso, es la vida de este país, y que ahora el gobierno de España, subvenciona a las televisiones con esos anuncios tan reiterativos, que terminan con la frase: «Gobierno de España», y que cada dos por tres dan por todas las televisiones. Pero en cambio, no se le dice a los españoles, que esos fondos europeos tienen incluso su derecho al IVA correspondiente, pero que en la mayoría de los casos no se cobra a la Comunidad Económica Europea, entre otras cosas porque no se puede justificar legalmente en qué se ha empleado dichos fondos.
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