El portalón de San LorenzoManuel Estévez

In memoriam

«En esa «corrida» final ni tu compadre el torero «Botines» pudo hacerte un quite salvador, porque ese toro «sobrero» de la muerte se lo llevó a él primero por delante»

Actualizada 05:05

Amigo Rafael:
Al principio de conocerte, allá por el 2005, nos encontramos en la taberna Casa Luis de la plaza de San Lorenzo. Allí dijiste que te sentías muy a gusto, porque era un barrio que te traía muy buenos recuerdos. Con tu educadas maneras, le dijiste a Encarni que los callos que habías probado “estaban estupendos». En esa misma plaza recordamos con nostalgia aquellas «recogidas» del Cristo del Calvario de finales de los ochenta, Cristo del que me comentaste que tu padre le tenía una gran devoción desde los tiempos en que don Rafael Pérez Casas, su gran amigo, era Hermano Mayor. Y tus recuerdos se iban a aquellas «saetas» que te sorprendieron emocionalmente, donde cruzaron sus coplas el «Pele» con otro cantaor desde el balcón de María «La Lechera», madre de José Ruiz, fundador de El Rincón del Cante. Luego pudimos averiguar que aquellas «recogidas» las organizaba tu amigo Miguel López Fernández, hijo de Miguel López Salas, el de los materiales de construcción del Arroyo de San Lorenzo, que lo hacía en penitencia y por amor a su barrio.
Rafael Sánchez González

Rafael Sánchez GonzálezLa Voz

En aquel encuentro me hablaste también de toros, tema en el que reconozco que no soy nada experto y tú eras toda una eminencia. Citaste el libro que habías escrito sobre Rafael Molina Sánchez «Lagartijo» en el 2000. Y hablamos sobre esa gran frase de Orson Welles: "O manda la inteligencia o manda la fuerza del toro, pero al salir del trance de enfrentarse a un toro bravo sólo hay tres caminos: el Dramatismo, el Triunfo o la Indiferencia”.
Ya que estábamos en San Lorenzo, y por sacarte un asunto taurino, te comenté que por las calles los Frailes y Montero en los años cincuenta se podía ver al novillero «Botines», hijo de Carmen Sánchez «La Botina». que tenía un puesto de verduras en San Agustín y posteriormente en la plaza de la «Mosca». Me aclaraste con tu infinita sabiduría taurina que se llamaba Francisco Fernández Sánchez, que había sido de los buenos, que había triunfado a lo grande en Valladolid con reiterados carteles de «No hay billetes»… pero que no pudo tomar la alternativa al sufrir un desgraciado accidente en su brazo izquierdo, por lo que con todo el dolor de su corazón se tuvo que dedicar al toreo «de plata». Te sentías orgulloso de ser su amigo, del que fuiste incluso padrino de su segundo hijo. Lo arropaste con tu comprensión y ayuda en sus malos momentos, y recuerdo que en una ocasión me dijiste "El Botines será honrado hasta para morirse”.
Te estuve muy agradecido por tu asistencia a la presentación de mi pequeño libro «La Córdoba que se nos fue». Y siempre recordaré tu atinada y enciclopédica información para que pudiese averiguar la identidad del esquivo pintor bohemio «El Margas», que tenía muchos cuadros costumbristas (la mayoría escenas de peroles), repartidas por antiguas tabernas como la de «Los Perros», en Santa María de Gracia; «Casa Ogallas», en el Jardín del Alpargate; «Casa Enrique», en San Juan de Letrán, y «Casa Lopera» en la Corredera, entre otras, y algunos murales como el de las «Bodegas Salinas» y el del despacho de vinos «Los Gabrieles» en la calle del Niño Perdido. Quizás con este último, este sencillo pintor quiso emular de alguna forma al cordobés Enrique Guijo Navarro (1871-1945), que participó en los mosaicos de la singular taberna «Los Gabrieles» de Madrid. Por ti pude saber que «El Margas» era Francisco Guillén Castro (1888-1966), cómo no, gran aficionado al toreo, pero que al serle la suerte esquiva, optó por el toreo bufo. Había nacido en la calle el Trueque, en la casa que posteriormente llegaría a vivir el zapatero Manuel Trujillo Giménez (1875-1955), que sería el que trabajando para Curtidos Salcines esquina de la calle Alfonso XIII, le hacía los célebres «botines» al político cordobés don Antonio Jaén Morente (1879-1964).
Siempre dijiste que el gran sueño de cualquier buen aficionado que llevara el toreo en sus adentros sería esa «corrida mágica», en una plaza llena de aplausos, cortando las orejas y el rabo. Pero, ay, amigo Rafael, tu última «corrida» la tuviste que lidiar con un toro «sobrero» de los que nadie quiere, porque interrumpe el compás y enfría a los espectadores. Además este toro te cogía varias veces por donde menos lo esperabas y te hizo un daño irreparable.
En esa «corrida» final ni tu compadre el torero «Botines» pudo hacerte un quite salvador, porque ese toro «sobrero» de la muerte se lo llevó a él primero por delante. Ese toro de color «amargo», como lo hubieran llamado los que suelen ver los toros desde la barrera, no os supo respetar a pesar de vuestra enorme torería. Apenas unas horas de diferencia hubo entre las «cogidas» fatales de Rafael Sánchez González (1939-2023), y Francisco Martínez Fernández «Botines»(1939-2023), y así quedará registrado para siempre. Qué razón tenías cuando decías «los toros quitan y ponen», y más si es el inesperado toro de la muerte.
El último correo que intercambié contigo fue uno de mediados del pasado mes de diciembre sobre un pequeño artículo que había escrito del Barrio de San Agustín con motivo del centenario de la fuente de la Piedra Escrita. Me gustaba escuchar tus acertados comentarios que siempre aportaban. Pero en esta ocasión tus palabras fueron más escuetas de lo normal:
"Estimado amigo Manolo: te deseo que, en compañía de los tuyos, paséis unas felices Fiestas de Navidad y que 2023 venga cargado de prosperidad y paz en todo el mundo.
Un fuerte abrazo, Rafael"
Rafael, tras tu entierro en la iglesia del Alcázar Viejo me he parado y rezado ante el Triunfo de San Rafael, del que dijiste que le profesabas una gran devoción. Y le he pedido que te dé un buen sitio en ese lugar a donde va la gente buena como tú. Allí «arriba» te encontrarás, estoy seguro, con mi compañero de trabajo Paco Leiva Campoy, parroquiano de ese gran barrio, que me habló de ti y de tus grandes cualidades como persona y como cordobés. Te encontrarás a don Amador Calzadilla León, hermano mayor de la Hermandad de «Los Gitanos», que en 1948 te sacó en brazos de la procesión, en la que con apenas ocho años te habías empeñado en salir, para entregarte a tu padre. A pesar de aquella «experiencia», por los sentimientos cofrades que recibiste en tu casa seguiste en la brecha y, empezaste a salir en la «Borriquita» que salía de la Iglesia de la Trinidad, donde llegaste a ser Hermano Mayor. Y si ves a Luis del Río Muñoz (1923-2004), tu gran amigo, le preguntas de sus tiempos en la cantina del Cuartel de Lepanto, cuando su familia se hizo cargo de la taberna de Pérez Barquero del Jardín del Alpargate, y que te hable de aquellas verbenas que se organizaban en la plaza. Y dale un abrazo de agradecimiento a Juan Morales Rojas, otro gran amigo tuyo, que gracias a él pudimos disfrutar de la actuación de Lola Flores organizada en junio de 1972 por el Grupo de Empresa Westinghouse en el porticado y bello patio del antiguo Convento del Carmen. La «Faraona» había discutido antes con «El Pescaílla», estaba ofuscada y alterada, y no había manera de que saliese al escenario. Juan fue el único que con su dolor pudo convencerla. Y Lola Flores salió y cantó, y cortó orejas y rabo.
Muchos conocidos que hacía tiempo que no veías y muchas cosas que contar tendrás por delante amigo Rafael. Pero tienes toda la eternidad para disfrutar de su compañía y, sobre todo, ellos de la tuya.
Un fuerte abrazo.
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