El portalón de San LorenzoManuel Estévez

El nombre de las calles

«Irrumpieron en el Ayuntamiento y arrancaron de la pared del salón el retrato oficial de Eloy Vaquero, arrojándolo contra la calle desde la balconada»

Actualizada 05:00

Hace unos pocos días, paseando por la Ciudad Jardín, pasé por la calle dedicada a Manuel Sánchez-Badajoz Alcántara, nacido en Brozas (Cáceres), y que fuera alcalde de Córdoba durante apenas cinco meses, justo antes de la Guerra Civil.
Recientemente hemos leído una hagiografía sobre este alcalde, reflejando sus proyectos e intenciones (otra cosa no le dio tiempo a hacer), así como la carta de despedida dirigida a su mujer cuando iba a ser fusilado, días después de ser descubierto y apresado en su escondite, un pozo del Huerto de los Aldabones por las Costanillas.
La carta es emotiva y refleja la atroz tragedia y la sinrazón de aquellos días. Pero el autor, como tantos otros, no nos muestra el cuadro completo para poder poner los hechos en su contexto. No aporta, por ejemplo, otras cartas que guarda el Archivo Municipal de Córdoba, como las del intercambio epistolar con su gran amigo Agapito García Atadell. Este último ingresó en la Agrupación Socialista Madrileña en 1920, y desde entonces fue objeto de numerosas detenciones, llegando a ser miembro destacado del ala socialista «bolchevique», afín a Largo Caballero, el llamado por sus seguidores (como un honor) «Lenin español». Sobre este gran líder socialista habló el viejo político comunista Ramón Tamames en el reciente debate de moción de censura contra el gobierno del socialista Pedro Sánchez: “Largo Caballero, con sus actitudes políticas, fue uno de los culpables de que la guerra civil española estallara el 18 de julio de 1936."
Ramón Tamames, en el Congreso de los Diputados

Ramón Tamames, en el Congreso de los Diputados

Con estos antecedentes, no es de extrañar el papel de Agapito García como implacable jefe de la «Brigada del Amanecer», y de su salvaje represión en la retaguardia de Madrid, sobre todo en los meses de agosto, septiembre y octubre del 36. Además, poseyó la extraña cualidad de haber concitado, en plena Guerra Civil, la unanimidad de ambos bandos a la hora de considerarlo un criminal sin escrúpulos, hasta el punto de que fue denunciado por sus propios compañeros, que se sintieron traicionados y robados, y por eso lo denunciaron a los nacionales que le detuvieron en su huida cuando su barco hizo escala en Santa Cruz de Tenerife.
He aquí el ejemplo de una de estas cartas entre el citado brazo ejecutor, un partidario acérrimo de Largo Caballero y por lo que se ve amigo de Sánchez-Badajoz.
«21 de marzo de 1936
Al camarada Manuel Sánchez Badajoz
Madrid
Mi querido camarada y amigo:
Muy pocas líneas para decirte que me encuentro en mi pueblo natal con mi compañera pasando unos días de descanso, bien merecidos después de la temporada de hotel que he pasado y un poco deseoso de ayudar a los míos a ganar las elecciones municipales. Mi descanso, pues, se torna en trabajo activo, ya que si bien es necesario luchar por los pueblos de España de tierra adentro, más necesario es aún cuanto se pueda por estos pueblos llenos de un feroz caciquismo, el de Pepe Benito que desde tiempo inmemorial mangonea a su antojo a los trabajadores de esta provincia.
No tienen esta líneas otro objeto que el de saludarte para que me digas como marcha eso y me digas igualmente donde se encuentra Moron a quien quiero escribir participándole que estoy a su disposición por si en algún caso pudiera serle útil.
No dejes de escribirme dándome cuenta de las cosas, pues ya sabes que me interesan mucho.
Recibe, querido Sánchez Badajoz, un fuerte abrazo de tu mejor amigo y camarada que de veras te quiere.
Hotel América
Pastor Díaz nº 4.
Vivero (Lugo). A. G. Atadell
Rubricado»
El arrepentimiento final de este hombre (desconocemos su grado de sinceridad, teniendo en cuenta las lógicas circunstancias), queda reflejado en el siguiente escrito:
«¡Pido de todo corazón perdón por mis enormes delitos! ¡Ruego a los que he arrastrado al error y al mal con mis palabras y ejemplo que, ahora que aún es tiempo, los abandonen y se conviertan; no hay más que una verdad, que es Dios; no hay más que un maestro, Jesucristo; no hay más que una luz, la de la Iglesia católica ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España!».
Otra carta que no tiene tampoco desperdicio es la que publicamos a continuación, que también consta en el Archivo Municipal de Córdoba (concretamente en el Cajón C-2804, Sección Correspondencia y Oficios). Forma parte de otro intercambio epistolar, el de Sánchez-Badajoz con Miguel Carro Verdejo, alcalde de Astorga. Pudieron conocerse personalmente por trabajar ambos en Correos, donde Sánchez-Badajoz llegó al cargo de jefe, o bien por estar deportado Carro en Córdoba debido a su implicación en el golpe de estado contra la República de octubre del 34. En cualquier caso, debió de haber gran amistad y camaradería entre ellos, como queda reflejado en la siguiente misiva, donde el tal Carro se jacta de agredir a un obispo y encarcelar a «fascistas».
«República Española
El Alcalde de Astorga (nota: en el membrete figura un compás masónico)
4 de abril de 1936
Mi querido amigo y compañero:
Recibí tu «Saluda» de Alcalde y tengo presente lo de la excomunión episcopal, aunque el no meterme con el obispo no radica en mi temor a tan frecuente fulminación sino a que él ya no se mete conmigo. Una vez que lo quiso hacer le pegué y ahora está escarmentado. Está muy educado.
Laboriosa fue la gestión para que te nombraran alcalde. Seguramente que los señores republicanos también lo querían para sí. Por el pedir y otras cosas, son verdaderos frailes mendicantes. Esto es que pidiendo en pobrecito se quieren alzar con lo de los demás. Por aquí he estado divertido: registros y encarcelamientos de cavernas y fascistas.
Hoy recibo una nota de la Federación en la que me piden los datos de la actuación de la comisión depuradora de la que formamos parte, datos que como sabes, no se recogieron por escrito. A mi paso por Córdoba quiero recogerlos; pero Romera me dijo que no era necesario ya que tendría que ir a Congreso Provincial para informar. A Romera le he dado traslado de la petición. Ya hablarás con él y me dices lo que haya que hacer. Un abrazo para todos los compañeros nuestros y demás camaradas y tu lo recibas de tu buen amigo y camarada.
Miguel Carro
Rubricado»
La «comisión depuradora» que se cita en la carta se refiere a una creada internamente en el PSOE para examinar la conducta de sus dirigentes y afiliados durante la revolución del 34. Los reproches intercambiados entre los que se alzaron y los que permanecieron pasivos a la sublevación abrieron una brecha en todo el partido, incluida la Agrupación Socialista de Córdoba, que no se cerró hasta que estalló la guerra.
Por otra parte, es bien conocido que Sánchez-Badajoz fue el primer alcalde socialista que tuvo Córdoba. Pero lo que apenas se dice es que no fue votado por el pueblo de Córdoba, ni elegido según las normas reglamentarias.
Todo ocurrió porque tras el triunfo del Frente Popular, en febrero del 36, éste cumplió su promesa de «restituir» los Ayuntamientos elegidos el 12 de abril del 1931 (los que produjeron el advenimiento de la II República), que habían sido disueltos con motivo de los graves incidentes del 34 en Asturias por el gobierno de centro-derecha entonces en el gobierno. Esto hacía que el puesto de alcalde tuviese que recaer en Eloy Vaquero Cantillo, republicano anticlerical y demócrata histórico, que había sido votado como alcalde de Córdoba en dichas elecciones del 31. Pero a ojos del Frente Popular Eloy Vaquero era un miembro del gobierno que había frustrado su intento de golpe de estado del 34. Y, además, no con un cargo menor, sino como Ministro de la Gobernación, responsable en último término de la detención y encarcelamiento de los golpistas.
En estos momentos Sánchez-Badajoz apenas llevaba tiempo residiendo en Córdoba y, lógicamente, no era, ni había sido, concejal electo de la corporación cordobesa. Por ello, ni siquiera desplazando a Eloy Vaquero, en ningún caso le correspondería la alcaldía.
Para forzar la situación, los partidarios de Sánchez-Badajoz hicieron un muñeco o «pelele» con cierto parecido a Eloy Vaquero, y lo arrastraron de forma humillante por los barrios populares de Santa Marina, San Lorenzo, San Agustín y La Magdalena. Lo llamaron una «carnavalada” o «jaimitada» y en realidad era una afrenta y, sobre todo, una señal de coacción personal al anterior alcalde y a quien osara interponerse. Forzaron al gobernador civil, en principio renuente, a que nombrase una gestora municipal “ad hoc», la cual, por 29 votos a favor y uno en blanco, nombró alcalde a Sánchez-Badajoz. Con ello no hicieron nada más que ratificar el acuerdo que se había tomado previamente en la «Casa del Pueblo», donde se impuso el grupo seguidor de Largo Caballero. Ante las preguntas de los periodistas de por qué no se respetaban las normas dictadas por el propio Frente Popular, respondieron que por encima de lo que dijese el gobierno estaba «la voz del pueblo».
Irrumpieron en el Ayuntamiento y arrancaron de la pared del salón el retrato oficial de Eloy Vaquero, arrojándolo contra la calle desde la balconada. Ante esto hubo dignas protestas por parte de don Antonio Jaén Morente, otro republicano de siempre, presente en aquel momento en el consistorio. Pero al final, ante el tumulto, también se plegó diciendo la frase que parecía justificarlo todo: «Ha hablado el pueblo». Al poco, Eloy Vaquero tuvo que huir de España, temiendo por su vida.
Como se ve, fue una elección del todo menos «democrática». El diario La Voz relató la crónica de posesión, donde se recogían las palabras del nuevo alcalde: «La llamada por algunos «carnavalada» del día 20 de febrero ha tenido hoy estado oficial. Si los cuadros que adornan el Salón Capitular de Córdoba tuviesen vida se horrorizarían seguramente de ver saludar con los puños en alto desde los escaños». Los ánimos estaban caldeados, y varios sectores de la sociedad cordobesa se enfrentaron, ya hasta el final, al nuevo alcalde, como el citado diario La Voz, altavoz de las quejas, que le echaba en cara entre otras cosas que no había renunciado a su puesto como jefe de Correos.
La Historia es compleja, y es prácticamente imposible llegar a una verdad objetiva aceptada por todos sin discusión. Pero gran parte de nuestros políticos parece que tienen la posesión de la verdad suprema,y se arrogan la potestad de cambiar los nombres de nuestras calles, poniendo los de los suyos y quitando los de los otros, justificándolo en la selección parcial de argumentos por parte de «expertos» e «historiadores» del ramo o a sueldo. Ocurre casi siempre en el mismo sentido del espectro político, adornándose con frases grandilocuentes como «luchador por la democracia», «demócrata convencido» o «defensor de la libertad». Si se analizaran los datos reales (que están ahí para quien quiera consultarlos), sin filtros, quizás nuestra opinión sobre algunos de estos cambios de nombres fuese otra.
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