editorialla voz de córdoba

El despotismo iletrado

Actualizada 11:33

En una entrevista que hoy publica este periódico, el catedrático de Filosofía del Derecho Diego Medina advierte sobre el peligro que supone otorgar carácter autocrático a la actividad legislativa como medio para controlar la sociedad o una nación determinada. Ha hecho esta declaración durante el desarrollo del primer congreso internacional dedicado al Cristianismo y al Derecho celebrado en la Universidad de Córdoba y que ayer fue clausurado por el cardenal Rouco Varela.
El catedrático viene a decirnos que el legislador, al dictado del poder ejecutivo, se convierte así en dueño de vidas y haciendas y se coloca por encima de la soberanía popular aunque apele a ella y a su bienestar, favorecido por las leyes que se promulgan. Y de manera implícita resume a la perfección los dos últimos gobiernos que hemos tenido en nuestra nación con visos de continuar. En el Comité federal del PSOE, celebrado ayer sábado, Pedro Sánchez se quitó definitivamente la careta y habló de la necesidad de la amnistía «por el interés de España», cuando en realidad no solo no cuenta con España, sino que ésta, sin componendas postelectorales, ha manifestado mayoritariamente que entre otras cosas ni quiere socialismo ni desea la amnistía. Conviene recordar aquí de nuevo que fue el PP el partido ganador.
Desde que finalizara el acto socialista de ayer, la mediática legión alineada con el sanchismo y que es mayoría en nuestro país, trata de adoctrinar a la opinión pública en la necesidad de una amnistía y en el eufemismo de ‘la convivencia’ que arteramente vende Sánchez cuando lo que rompe, precisamente con esa amnistía, es la convivencia que supone la igualdad de los españoles ante la ley y lo hace como el despotismo del siglo XVIII pregonaba, por el pueblo pero sin él.
Ayer el cardenal Rouco advirtió en la clausura del congreso celebrado en Córdoba «del dominio asombroso de los medios de comunicación social, y de la potencia de internet, sin límites». Y es ahí donde el sanchismo halla el respaldo que hace unos años no tenía: en una sociedad española perezosa a la hora de defender su soberanía, manejable por su escasa capacidad crítica y cada vez más iletrada debido a los catastróficos planes de enseñanza sucedidos en los últimos 40 años. Es en ese terreno abonado donde Sánchez encuentra acomodo para sus intereses particulares que defiende como comunes. Pero sin contar con España, sino con sus acólitos partidistas, los súbditos de su poder y esa red clientelar de separatistas insaciables. Una España cada vez más presa, así mismo, de la máquina legisladora de decretos leyes que impone el pensamiento único y liberticida de las minorías en el poder.
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