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Alea iacta est

Tal como César pensó 49 años antes de Cristo, Pedro Sánchez debe saber que la suerte está echada y ya no cabe marcha atrás

Actualizada 05:00

Cuenta la historia que, ante la negativa del Senado romano a nombrar Cónsul a Julio César, este, indignado, decidió marchar sobre Roma con la intención de derrocar al Cónsul Pompeyo. Tenía que cruzar para ello el río Rubicón, lo que suponía que desafiaba el orden romano y, de facto, el inicio de la que sería Segunda Guerra Civil de la República romana. Consciente de la gravedad de su decisión pronunció, al cruzar el río, una de sus frases históricas: «alea iacta est», la suerte está echada. Julio Cesar ganó la guerra e instauró un régimen dictatorial.
El 9 de noviembre de 2023 el candidato a la presidencia del Gobierno de España, un tal Pedro Sánchez, empeñado en mantener la poltrona gubernamental y visto que para ello habrá que desdecirse de compromisos constitucionales y electorales asumidos públicamente por él y por el partido que pastorea, ha decidido cruzar el rubicón de la dignidad y la vergüenza, pactando su investidura con quien prometió perseguir hasta que rindiera cuentas ante los tribunales. Ha faltado tiempo para que sus nuevos socios separatistas se apunten el triunfo alardeando que esto es la continuación de lo que iniciaron hace nueve años, poniendo en marcha «un camino sin retorno» hacia la independencia de Cataluña.
Hay cosas muy graves en el «pacto de la vergüenza» suscrito por los de Sánchez con los de Puigdemont, empezando por el mismo lugar de su firma fuera de nuestras fronteras. Tan sólo hace unos días que la ministra de Hacienda Marisu Montero negaba, con su desparpajo habitual, cualquier condonación de deuda a la Generalitat de Cataluña al tiempo que su compañera de Transportes, Raquel Sánchez, decía en sede parlamentaria que era ilegal transferir la red de cercanías catalanas, cuestiones ambas que el cinismo sanchista ha tirado a la basura, como en la basura de la indignidad está pudriéndose la poca credibilidad que aún pudiera retener el otrora partido socialista que protagonizó la Transición democrática.
La lista de la vergüenza es tan indignante que no se puede leer sin que las tripas se revuelvan ante tanta infamia y deshonor. Porque mientras Junqueras presume de que la condonación de la deuda a Cataluña supone que «entran 2.000 euros en el bolsillo de cada catalán», esa deuda dispensada y sus intereses se harán a costa de 830 euros a extraer del bolsillo de cada uno del resto de españoles. Como ha dicho Felipe González, el pacto de Sánchez con la independencia catalana «creará un agujero imposible de parar». Amnistiar delitos de todo tipo a los firmantes del pacto, ceder el 100 % de lo recaudado en Cataluña para que los sediciosos sigan con sus chiringuitos, alardear de someter al Estado, cargar contra los tribunales abriendo una auténtica deslegitimación de sus sentencias, aceptar un relator internacional y todas las demás exigencias de los rupturistas sin una sola concesión por su parte, conceder privilegios en perjuicio del interés general, es una rendición, una capitulación en toda regla que justifica sobradamente que se califique de traicion la conducta de quienes no cumplen la palabra dada, es decir de Pedro Sánchez y de su partido que se ha solidarizado con tamaña deslealtad.
Tal como César pensó 49 años antes de Cristo, Pedro Sánchez debe saber que la suerte está echada y ya no cabe marcha atrás: ha roto todos los consensos democráticos de la Transición, se dispone a amnistiar a delincuentes golpistas sin contar con respaldo unánime de las cámaras legislativas, tal como se hizo en los acuerdos del viernes santo en Irlanda del Norte y es lo habitual en situaciones similares, ha ocupado las instituciones sin pudor en un auténtico pacto contra la democracia y se dispone a abrir una auténtica guerra contra el último bastión de la Justicia. Ante tal deriva autoritaria la Oposición, los Tribunales, la Sociedad civil y todo ciudadano que sepa que sin libertad, justicia e igualdad no es posible la democracia, alzará su voz cada vez con más intensidad y compromiso. La Oposición con iniciativas parlamentarias en España y en Europa; los Tribunales con los recursos pertinentes de todo tipo, la sociedad civil con movilizaciones y protestas y el ciudadano libre rebelándose cada vez que se le nieguen mejoras sanitarias, educativas o de todo tipo, pensando que la escasez de fondos se debe al desvío de los mismos para que los separatistas catalanes sigan gastándolo en sus chiringuitos.
No hay en la larga historia de España ningún momento en que la indignidad se sobreponga indefinidamente a la decencia. Al igual que a César, a Sánchez y a su cuadrilla de desleales le llegará su momento. Y cuando el aire cambie su rumbo, muchos de los que con su falta de principios han respaldado el desafuero, intentarán resituarse procediendo a lo más putrefacto de quienes viven de la política: la traición al líder caído en desgracia. Y cuando Sánchez se percate que se está quedando solo, reaccionará en su soledad como César en los «idus de marzo», viendo que los leales a sus autoritarios designios lo van abandonando, y exclamará algo parecido a aquello de «¡Tú también, hijo mío!» con el que se expresa la soledad del dictador cuando se le rebelan los fieles. Y es que, a pesar de todo, en España, como en la antigua Roma, no se pagan traidores.
Luis Marín Sicilia es notario y ha sido vicepresidente del Parlamento andaluz
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