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Un horizonte doloroso

Actualizada 05:00

Uno de los aspectos más preocupantes de la estrategia seguida por el PSOE en los últimos 20 años es el del fomento de la confrontación. Una confrontación y disenso que arteramente achacan a la derecha pero que nació de manera oficial con la tragedia del 11-M ( atentado nunca aclarado hasta sus últimas consecuencias) y con un presidente como Rodríguez Zapatero que alentó un espíritu guerracivilista casi superado entonces por la población española, auspiciando e imponiendo un relato falso a través de la ley de Memoria Histórica y envenenando a las nuevas generaciones de españoles con el hedor del rencor, de la negación al distinto - siempre de derechas- y todo ello con la cínica sonrisa de un Mefistófeles que sabe que el virus inoculado en la nación acabaría propagándose. Se vistió de logro lo que no fue sino calculada claudicación ante el terrorismo vasco y siempre dentro del tacticismo electoral socialista. La adormecida y engatusada población española compró el discurso, se instauraron e institucionalizaron los ‘cordones sanitarios’ contra la derecha y el centro derecha no supo o no quiso desmontar toda esa ingeniería social cuando tuvo el Gobierno y la ocasión.
Una vez consumada la última traición socialista, apoyada por los habituales enemigos de la nación española, la criminalización de la población que se subleva frente a la infamia continua. Es cierto que la protesta en la calle, de la que la izquierda es maestra, supone un crisol de gentes que no siempre se muestran cívicas ni pacíficas. Pero las concentraciones que hoy están convocadas en España no son promovidas por la ultraderecha, como insistentemente se repite desde todos los altavoces ‘progresistas’, sino que son españoles que salen a defender la democracia, entendida esta como lo que hemos disfrutado hasta ahora –con sus luces y sombras– y el sistema que garantiza la igualdad, la justicia y sobre todo la libertad.
Pero también es el retrato de una nación dividida una vez más, y la preocupante constatación de una espita que puede saltar en cualquier momento y con consecuencias que no queremos ni imaginar. Es lo que se ha buscando de manera premeditada y durante años, de todas maneras. Lo ha hecho el mismo partido que nos llevó a la Guerra Civil, aunque ahora esto no solo no figure en los libros de texto sino que sostenerlo pueda ser incluso un argumento penado.
Pase lo que pase, por delante tenemos un horizonte doloroso, tanto si se pretende conseguir la reconstrucción de la concordia y la recuperación del sentido común como si finalmente se impone esa España que ya no es y que helará el corazón a los que pensaron que la libertad es un regalo que viene dado al nacer y no hay que defender todos los días.
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