Socialistas de pueblo
¿Después de esto alguien me va a votar? Seguramente, eso se preguntará más de un concejal y algún alcalde socialista, una vez que todo el mundo haya asistido al espectáculo falaz del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Todo el mundo ya conoce el relato, ahora digo esto, mañana lo otro, me paso el estado de derecho por el forro de mis caprichos, quiebro la unidad de España, quito deudas, doy lo que me pidan («hasta las bragas de tu madre», decía uno en Twitter), creo un país con españoles de primera y de segunda, y, de camino, lo argentinizo, porque cada vez somos más pobres.
Y, entre tanto, el presidente da la amnistía a los del golpe de estado catalán. Qué importa, si él ya está dando otro. Y, de paso, esa afirmación de delitos que no existieron, por arte de magia de la nueva ley, se hace extensible a quienes cometieron ilícitos de corrupción, como en la ley de segunda oportunidad, que se empieza de cero, pero sin pagar una sola deuda.
Con la tiranía a la vuelta, esperando en la esquina de una manifestación, en Ferraz poco preocupa lo que les suceda a los suyos en cada ciudad, en cada pueblo, en cuanto a futuribles electorales se refiere. Siempre se pueden trucar y, si no, pues que se las apañen, lo importante es que el amado líder siga en el trono de Moncloa y nadie ose discutirle.
Por eso, por más que algún ingenuo (por no usar otros calificativos) se haya afanado en apelar al socialismo de siempre, en ese «de siempre» está la trampa perversa, porque el socialismo -como el comunismo- persiguen aniquilar a la persona. Y, además, no encontrará a un responsable socialista que, en público, se atreva con el líder (lo de Page es más postureo que sustancia).
Es más, en público (tomando a Córdoba como ejemplo) el portavoz del PSOE en Diputación, José Antonio Romero, se permite ser más sanchista que su jefe supremo, comete errores de bulto siendo licenciado en Historia, con la historia reciente y las supuestas amnistías de Aznar a los terroristas de Terra Lliure (cuyos indultos firmó Felipe González), y negar la evidencia de que imputados por terrorismo (los CDR) no son terroristas porque no hay sentencia, obviando que con su ley (que también es suya por ser del PSOE) no se les podrá juzgar.
Romero es diputado por Córdoba y no por un pueblo, como Rafael Villarreal, que en Pozoblanco dice que no está a favor de la amnistía y en Diputación vota a favor de ella (en contra de la moción contra la ley). Tampoco lo es como Esteban Morales que, en el pleno de esta semana, hizo un Dembelé y le dejó el turrón a un Romero que, a diferencia de sus dos camaradas, no es de pueblo y, cuando lo sacas de criticar la gestión del PP en Capitulares o en el Palacio de la Merced, es una fotocopia del dictado del partido orwelliano de Pedro Sánchez.