firma invitadaLuis Marín Sicilia

Emergencia en Cataluña

Actualizada 05:00

La Generalitat de Cataluña ha decretado la emergencia por sequía en la cuenca del Ter - Llobregat que abastece a más de cinco millones de personas. El rigor de las medidas provocará, si la situación no se remedia, una ruina económica de especial incidencia social por la pérdida de muchos puestos de trabajo, sobre todo en el sector turístico y hotelero, además del que ya se produce en el agrícola.
Expertos consultados recuerdan que ya se habían producido alertas por la sequía en los últimos cuarenta meses, pero al parecer los políticos catalanes tenían otras prioridades. Seguramente serían las mismas prioridades que han evitado ejecutar ninguna obra de infraestructuras hidráulicas en la comunidad autonómica durante los últimos 8 años, a diferencia de la mayor parte de las demás regiones que, en mayor o menor medida, han ido abordando obras de previsión ante la larga etapa de sequía que se venía anunciando de manera rigurosa.
Durante el ultimo decenio los políticos catalanes han dedicado todos sus esfuerzos a impulsar un proceso de secesión de forma unilateral e ilícita, destinando para ello recursos económicos que debieran haber servido para atender las verdaderas necesidades de sus ciudadanos a quienes se les ha querido manipular con ensoñaciones oportunistas para las que el gasto sin fin ni control era el instrumento adormecedor de voluntades. Ello explica que el endeudamiento de Cataluña con el conjunto del país, a través de la línea de crédito del Fondo de Liquidez Autonómica, fuera de 73.110 millones de euros a finales de noviembre del 2013, casi el triple de lo adeudado por Andalucía (25.409 millones) y ello pese a que el sistema de financiación vigente fue pactado en la época de Zapatero con el tripartito catalán, según los criterios favorables para este.
¿Que hubiera pasado si los políticos catalanes se hubieran dedicado a resolver los problemas de una gestión correcta de los fondos públicos, en vez de dedicar estos a la generación de embajadas y otras finalidades ajenas a las verdaderas necesidades de los ciudadanos? Pues posiblemente que Cataluña seguiría siendo el motor de la modernidad y el progreso que tan buenos resultados le dio, en vez de haberse convertido en una capital provinciana llena de tópicos y sectarismo que han provocado la huida, no solo de empresas y sociedades sino también de talento y buenos profesionales. Y además seguirían gozando de una convivencia lingüística y cultural tan ejemplar como envidiable, tal como lo fue en los momentos de esplendor donde aparecía como la comunidad europea y moderna admirada por el resto de los españoles.
¿Y que tenemos hoy en Cataluña? Tenemos una clase política gastosa, dilapidadora no solo de dinero improductivo sino también de valores democráticos y de respeto a la variedad cultural y a los principios de libertad, solidaridad y legalidad. Una clase política que no puede confundirse con el conjunto del pueblo catalán, porque este es la primera víctima de sus desafueros. Por culpa de esos sectarios oportunistas, cuyo característica es la falta de respeto a la legalidad vigente, se está gestando un rechazo a toda una comunidad cuyos miembros no la merecen porque en su mayoría son ajenos a quienes monopolizan los medios informativos que controla una clase política que está arruinando el futuro de una Cataluña otrora dinámica y ejemplar.
Y lo peor es que esa clase política se ha atado a un ambicioso de poder, un trilero como Sánchez, sabedor este que sus concesiones a los golpistas irredentos no facilitará la convivencia. Muy al contrario, está consiguiendo atentar contra esta en el conjunto del pueblo español que no acepta tratos de favor, y menos a quienes atentaron contra el civismo y la paz social alentando asonadas contra el orden constitucional desde las propias instituciones. La aparente ruptura de ambos es un alto en el camino hasta después de las elecciones gallegas. Después volverá la desverguenza de las líneas rojas de antes que serán después pistas de aterrizaje.
Y ese será un escándalo que ningún pueblo sano podrá digerir. Porque se trata de declarar la impunidad de todo aquel que alegue haber trabajado por un proceso de ruptura unilateral y delictivo. Todos los delincuentes que durante un determinado periodo manifiesten que robaron, malversaron, lesionaron, agredieron o mutilaron con la finalidad de conseguir una Cataluña independiente, quedarán limpios como una patena y por contra serán estigmatizados como tiranos y dictadores todos aquellos que tuvieron el atrevimiento de molestar tan gloriosa trayectoria. Es demasiado indigesto para que pueda erigirse en ejemplo de convivencia y de justicia.
Con todos estos antecedentes, y con las pretensiones de quienes siguen insistiendo en sus patrióticos fines, la emergencia en Cataluña no es solo por la sequía. Como ya quedó dicho, la patria es el refugio de los canallas, por lo que, por culpa de estos patriotas, se trata de una emergencia por la pérdida de unos valores que una clase política manirrota, discriminatoria y sectaria quiere imponer a todo un pueblo, manipulando sus sentimientos mientras arruina la convivencia, la economía y la paz social.
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