De este agua no beberéRafael González

La ley de la gravedad

Actualizada 05:00

A finales de enero en los arbolitos de Ciudad Jardín aparecieron las típicas señales de no -estacionar-de una- fecha -concreta- a -otra debido a la recogida de las naranjas. En principio se había fijado el inicio, en todas las calles a la vez, para el 5 de febrero, lo cual llama poderosamente la atención porque implica quitar todos los coches de los parias que aparcamos en tan maravilloso barrio prácticamente al mismo tiempo, con lo que eso puede afectar a la movilidad, la sostenibilidad, la fijación al territorio, al cambio climático, al calentamiento global y a la calidad del aire de la futura Ciudad Verde.
Lo que viene siendo el barrio interior, el que linda con la Avenida del Aeropuerto y Gran Vía Parque, es un ordenado territorio comanche en lo que a estacionar se refiere. Competimos con cierta urbanidad pero al filo de la faca si el asunto se complica. Los representantes vecinales oficiales del diálogo y el consenso(sospecho que todos ellos con plaza de garaje) negociaron con el Ayuntamiento una regulación de las plazas de estacionamiento junto a la Plaza de Toros y han conseguido que estas permanezcan vacías la mayor parte del tiempo, que haya aparcacoches en el desempleo – uno de los últimos escalafones sociales- y que nosotros, los parias vecinales sin otra representación más allá que nuestra papeleta de voto cuatrienal, nos adentremos en el ignoto mundo de colocar el vehículo en un rectángulo de calzada, un pequeño universo urbano donde el espacio-tiempo se torna más relativo que nunca y puedes acabar cenando un pincho de tortilla en la San Cristóbal cuando tratabas de dejar el coche a la hora del almuerzo. El tiempo se dilata, pues.
Es lo que le ha ocurrido a los carteles con señal de prohibido- aparcar- desde- el- cinco- de- febrero, que la mano invisible (no del mercado, sino de la cordobesidad) los ha vuelto a rotular poniendo el -26- de- febrero como Día D para el desembarco de los desnaranjadores. De 7 a 19 horas, en concreto.
Largo me lo fían. La ley de la gravedad ya ha comenzado a funcionar y las naranjas se caen por sí solas, y los vecinos que las pisan casi que también. Resulta que este año se ha licitado con la física el asunto y no con una empresa de Gerena ni La Rinconada, provincia de Sevilla.
Cuánta astucia. Lo que tiene haber hecho ciencias en el COU.
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