Comunicado oficial
«Convencido de que esta aportación al mundo de la comunicación estaba reservada al ecosistema cofrade he comprobado que no, que también forma parte del ámbito político e institucional»
Hasta esta semana pensaba que formaba parte de la costumbre en el mundo cofrade, donde el uso de mayúsculas y la hipérbole están a la orden del día. Lo que hace unos años pasaba más desapercibido ahora está a la vista de todos gracias a las redes sociales y ustedes mismos lo pueden comprobar. Desde lo más importante y trascendente hasta lo más residual e insignificante se comunica a través de un documento escrito que va encabezado con el pomposo título de «Comunicado Oficial».
Desde un nuevo itinerario, la restauración de una imagen, el encargo de un bordado hasta un cambio de banda o de capataz se anuncian con un comunicado oficial. A partir de este punto surgen diversas dudas. Por una parte, se puede cuestionar que la oficialidad viene dada por los asuntos tratados, lo que hace preguntarse sobre cuáles son los asuntos no oficiales de los que informa la cofradía. Por otro, cabría preguntarse si la oficialidad es inherente al órgano emisor; es decir, si la información procede del hermano mayor o de la junta de gobierno es oficial y si no, pues no.
Cualquier cosa es oficial desde el momento en que una hermandad usa sus redes sociales para informar de ello. Es algo así como si un político dijera que lo que ha puesto en X no hay que tomárselo en serio porque no es oficial. Por resumir: no hace falta adjetivar el comunicado.
Cuando, como decía, estaba en el convencimiento de que esta aportación al mundo de la comunicación estaba reservada en exclusiva al ecosistema cofrade he comprobado que no, que también forma parte del ámbito político e institucional, no sólo español sino también hispanoamericano. Una de las noticias de esta semana ha sido el sainete montado por el presidente de Colombia, Gustavo Petro, cuando le plantó cara al Donald Trump y el acto sólo le duró un puñado de minutos. No fue capaz de aguantarle el pulso al nuevo presidente de Estados Unidos.
Antes de una hora, cuando todavía en España estaba la ultraizquierda celebrando su valentía en las redes sociales aparecía el canciller colombiano, Luis Gilberto Murillo, acompañado del embajador norteamericano y de otros cariacontecidos altos cargos más, para envainarse el gesto de Petro sin descomponer la figura.
La escena era solemne, al pie de una generosa escalinata de mármol blanco, con alfombra granate. Ante ella, un atril de madera con micrófono. Los cinco personaje en línea, muy serios y, en el centro, el canciller Murillo, con voz de perfecta modulación, admirable acento colombiano y arranca a hablar: «Comunicado oficial». Oh, sorpresa.
Claro, era la declaracion del Gobierno pero estaba él en persona y, por tanto, no hacía falta caer en el ridículo de adjetivar el comunicado. Era tan oficial como si se hubiera enviado a través de los canales habituales en un papel con membrete. No hace falta más. Cualquier experto en lenguaje gestual le hubiera reprochado la redundancia de iniciar su intervencion diciendo lo de «comunicado oficial» porque una redundancia de tal calado tiene una repercusión negativa.
La última opción que queda es que Luis Gilberto Murillo sea un amante de España y de sus tradiciones, esté apuntado a alguna hermandad y se haya acostumbrado a este lenguaje a la vista de los mensajes que le llegan por whatsapp. No me extrañaría nada.