De comienzo en comienzoElena Murillo

Con llave

Actualizada 04:30

El día de hoy viene definido por una palabra: cónclave. Todas las miradas están fijas en un determinado punto del planeta. Todos, pendientes de la ciudad del Vaticano, el estado más pequeño del mundo. La trascendencia de un cónclave lo hace un evento que no pasa desapercibido para nadie. Una vez que sean emitidas las palabras «extra omnes» (todos fuera), una habitación será cerrada con llave. No es una estancia cualquiera. La Capilla Sixtina, en cuyo interior se recogen las verdades de la Sagrada Escritura representadas en la bóveda del gran prodigio del Renacimiento, será el único testigo de la gran asamblea protagonizada por algo más de ciento treinta cardenales en cuyas manos recae una relevante decisión. «La Capilla Sixtina es el lugar que para todo Papa encierra el recuerdo de un día especial de su vida… Justamente en este sitio, en este espacio sagrado, se recogen los Cardenales, en espera de la manifestación de la voluntad de Cristo con respecto al Sucesor de San Pedro» (San Juan Pablo II).

Salesianos, jesuitas, franciscanos, dominicos, carmelitas…, hasta dieciocho congregaciones religiosas se encuentran hoy presentes entre los cardenales electores. La plaza de San Pedro será un ir y venir de periodistas, curiosos y católicos expectantes por conocer el nombre del que está llamado a regir los designios de la Iglesia en el periodo próximo. De nuevo será en latín, la lengua oficial de la Iglesia, en la que se pronuncien otras dos palabras una vez que aparezca la fumata blanca: «¡habemus papam!» (¡tenemos papa!).

El sistema de elección que designa a los cardenales como electores es una fórmula descrita en la bula papal In nomine Domini, promulgada por Nicolás II en el siglo XI. No sería hasta dos siglos después, cuando se dictaran normas más estrictas sobre el desarrollo de tan singular proceso. En esa ocasión había tenido lugar el cónclave más largo de la historia que alcanzó casi los tres años de duración.

Hoy, 7 de mayo, solamente existe la certeza de una fecha de inicio. La incógnita del tiempo empleado en tomar la decisión se desvelará al conocer el nombre del número doscientos sesenta y siete en la lista papal. Mientras tanto sobrevolará la imagen de Anthony Quinn en Las sandalias del pescador en un intento por fabular lo que acontece en el interior de la archiconocida estancia. Ven, Espíritu Santo.

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