Una noche oscura
Lejos del significado espiritual con el que describe San Juan de la Cruz la «noche oscura del alma», el ya inolvidable apagón hizo que la noche del lunes fuera verdaderamente esa noche oscura en la que buscar una proyección de luz alternativa al modo habitual. En los años de mi infancia, de vez en cuando, se producían cortes de suministro eléctrico. Eran producto de algún fenómeno atmosférico o de un mal funcionamiento de algún antiguo transformador y no era extraño alumbrarte con una vela, que siempre había a mano, hasta la restitución del mismo. Evidentemente era otro tiempo y las instalaciones necesitaban una mejora que se fue alcanzando poco a poco. De hecho, los más pequeños de nuestro entorno no han sido testigos de estas situaciones porque en la actualidad parecía impensable que pudiera ocurrir semejante desabastecimiento y, mucho menos, con la dimensión alcanzada. Claro, que deberíamos haber sospechado puesto que no hace muchos días se hablaba de la imposibilidad de algo así y ya se sabe…
La noche del lunes resultó desconcertante. Estaba cubierta de un halo especial. Habíamos pasado ya muchas horas en penumbra. Al asomarte a la ventana, contrastaba la opacidad total a pie de calle con el brillo de toda una corte estelar que cubría el firmamento. Todo aquello que no es perceptible por la cotidiana luminosidad de la ciudad, asomaba de golpe. Apenas alguna luz tenue se dejaba entrever salpicando las fachadas; a través de las cortinas de algunos hogares se escapaba una tímida claridad aportada por una linterna o una velilla.
Hacía al principio una referencia al reformador del Carmelo para así poder establecer una semejanza con este imprevisto con el que se iniciaba la semana. Estuvimos sumidos en la oscuridad. Las tinieblas tomaron nuestra vida. Sin luz y sin teléfono, el cero energético nos ponía en la tesitura del aislamiento comunicativo. El proceso de desolación y soledad que experimentan los místicos, bien podría compararse con el sentimiento de muchas personas a las que invadió la incertidumbre.
En esta ocasión también hubo colas en los supermercados. También quedaron las estanterías arrasadas. No se hizo acopio de papel higiénico, pero las pilas fueron las primeras en agotarse. Tener un aparato de radio portátil era un lujo, la única contribución a una vía informativa. Y, pese a esa falta de información, brotó la solidaridad que volvía a hacer acto de presencia en estaciones, residencias, entre vecinos e incluso entre compañeros al reforzar puestos de trabajo que así lo requerían.
Reflexión. Aprendizaje. Y, entre tanto, los versos de San Juan de la Cruz: En una noche oscura, / con ansias, en amores / inflamada / ¡oh dichosa ventura!, / salí sin ser notada, / estando ya mi casa sosegada. (…) Quedeme y olvídeme, / el rostro recliné sobre el / Amado; / cesó todo y déjeme, / dejando mi cuidado / entre las azucenas olvidado.