Firma InvitadaBartolomé Madrid Olmo

El Buscón del siglo XXI

«Los españoles de 2025 exigen decencia a quienes los gobiernan y representan hoy, aquí y ahora»

Contaba el exministro Maxim Huerta tras dimitir que Sánchez le manifestó su preocupación sobre qué diría de él la Historia. Creo que la mayor parte de los españoles lo tiene ya más que claro ante un presidente anclado en un ejercicio progresista y progresivo de infamia, perversión y trilerismo. Un presidente y un Gobierno que acopian mentiras, bulos y calumnias con tal facilidad que electriza la indignación de cualquier persona que mantenga en su espacio vital un mínimo rincón para la decencia, porque en su manual de resistencia la sinceridad no aparece como virtud a promocionar para generar confianza en la ciudadanía y transparencia en la acción política.

Y es que Sánchez, y su manada de fieles y leales, no son precisamente alumnos aventajados de don Francisco de Quevedo, llevando a la práctica aquello que escribió 'ad aeternum' y que reza como un axioma: «Pues amarga la verdad, quiero echarla de la boca; y si al alma su hiel toca, esconderla es necedad».

Amarga es la verdad de este presidente, pero no hay hiel suficiente para tocar el alma cuando no se tiene. Ni verdad que amargue a quienes utilizan la mentira y la falsedad como herramientas básicas en su devenir diario, aunque la realidad confirme que «una mentira nunca vive hasta hacerse vieja», como afirmaba Séneca.

Parte singular de esa verdad se la espetó Feijóo el pasado 9 de julio a un hombre maquillado y hambriento diciéndole: «Tiene el cuajo de compararse conmigo. ¿Pero con quién está viviendo usted? ¿Pero de qué prostíbulos ha vivido usted? Partícipe a título lucrativo del abominable negocio de la prostitución». Esta verdad y todo lo que acontece (versión UCO) nos incita a pensar en otra obra del insigne escritor madrileño de nuestro Siglo de Oro, en la que un tal Pablos (El Buscón) deambula por tugurios, cloacas, burdeles y calabozos en su ansia de progresar en aquella sociedad del siglo XVII. Pablos y Pedro, Pedro y Pablos, iconos de la ambición desmedida celebrando juntos su onomástica como «buscones» de la Historia.

Eso sí, buscones con diferencias. En El Buscón de Pablos se ejerce una jocosa sátira social a través de un pícaro personaje que, viviendo al margen de la sociedad a la que parasita, siempre aspira a integrarse en ella. En El Buscón de Pedro, lo pícaro se torna granuja, lo jocoso en dramático (excepto episodios puntuales, sirvan de ejemplo las peripecias del prófugo del maletero), y la integración en la sociedad se convierte en una senda para la ruptura de la misma.

Así, echando la imaginación a rodar, si Quevedo escribiese hoy su novela con Pedro como protagonista tendría material de sobra para una segunda parte. Un Buscón monclovita, adalid contra la corrupción, que trucó el Peugeot para ganar la carrera y disfrazar la miseria de grandeza. Un Pablos moderno de traje entallado y lenguaje impostado, que quedará engarzado en la retina de la Historia a un nepotismo sin precedentes, que no solo estrangula los principios de mérito y capacidad, sino que, bajo la lupa pública y el resKoldo socialista, prende en llamas la abyecta simbiosis entre prostitución y contratación pública. Un Pablos contorsionista al que se le desmorona la estrategia mientras deambula, cual sonámbulo, entre un laberinto de desgobierno y el rosario de escándalos que lastran la credibilidad interna y externa de nuestras instituciones.

Así, ante tanta evidencia, ya no cabe el manoseado argumento del «y tú más», ni el fraude que puedan suponer los errores (voluntarios o no) en un currículum. Nada es comparable. Los españoles de hoy piden responsabilidad y dignidad a los políticos de hoy, independientemente de que el Estado de Derecho -que este gobierno pretende aniquilar- se ocupe de los golfos del pasado. Los españoles de 2025 exigen decencia a quienes los gobiernan y representan hoy, aquí y ahora, sin artilugios ideológicos, sin vísceras destructivas y sin más recursos extemporáneos que intenten ocultar una macro corrupción que ancla su raíz en una aberración onírica, como es la miserable amnistía que inflama conciencias, destruye acuerdos, destierra principios, aniquila la igualdad y desequilibra la balanza solo para mantener a un Gobierno y unos privilegios que el tiempo y la Guardia Civil irán desnudando.

Un mal y presidencial sueño sobre el que opinó el líder de la oposición ganador de las elecciones: «¿Cómo va a sacarnos usted de esta pesadilla, si usted nos metió en ella?». Pesadilla que aplaude la bancada progresista, sentenciando que la corrupción que empapa al Gobierno es una oportunidad. Efectivamente, una oportunidad para que, en estos tiempos de virus, parásitos y pandemias, el progresismo vividor y concupiscente (arqueada la ceja) experimente con una nueva vacuna que no previene ninguno de los males de este país -llámense mordida, chantaje, soborno, pobreza infantil, vivienda, paro juvenil, migración irregular o deuda pública- pero que sí marca dianas contra la justicia, la libertad de expresión, la Constitución y, en definitiva, contra la democracia.

Hilando pasado y presente, realidades y sueños, verdades y mentiras, podemos intentar solventar el affaire del presidente con la Historia. Porque en esta España maltratada, la corrupción sin ambages, los discursos grandilocuentes, los pactos oportunistas, las alianzas aberrantes, los equilibrios imposibles, la miseria moral, el poder por el poder, el poder para el poder o un miserable y continuo juego de apariencias delatan a Sánchez como «El Buscón del Siglo XXI».

Bartolomé Madrid Olmo es diputado en el Congreso y alcalde de Añora

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